Cambio climático y resiliencia ante inundaciones |Matthew Littell | TEDxBostonCollege

El cambio climático promete ocasionar numerosos efectos negativos, pero el más temido por todos son las inundaciones. Ya contamos con la tecnología para salvar las ciudades: diques, presas, superficies elevadas, barreras provisionales, etc. Estas soluciones implican tecnologías con siglos de antigüedad. El reto real en lo que respecta a las inundaciones, sin embargo, no es técnico sino social.

Matthew Littell trabaja como profesor en el Boston College, impartiendo clases de Diseño Urbano. También es director en Utile, Inc., un estudio multidisciplinario de arquitectura y diseño urbano en Boston. Matthew está comprometido con la protección de los entornos urbanos frente a grandes inundaciones y devastación, mediante el diseño creativo y la resiliencia estructural.

Esta charla tuvo lugar en un evento TEDx, usando el formato de conferencia TED pero organizada de forma independiente por una comunidad local. Descubre más en https://www.ted.com/tedx

El cambio climático promete
numerosos efectos negativos:

extinciones, huracanes,
temperaturas extremas...

pero la consecuencia
más temida por todos

son las inundaciones,

el pensar que el agua alcanzará

ciudades y entornos
construidos por nosotros

y que no han sido pensados para ello.

En adaptación al cambio climático,

el término "resiliencia"

se asocia casi siempre
con las inundaciones.

Nuestro miedo a las inundaciones
viene desde la historia de Noé,

y ya conocemos el argumento:

los excesos y fechorías del hombre

provocan una terrible
catástrofe medioambiental;

el ser humano usa la tecnología

--en el caso de Noé,
un arca muy bien diseñada--

y un conocimiento muy básico
de los sistemas ecológicos

--en su caso, la crianza de animales--

para capear el temporal
y salvar a la humanidad.

Al igual que Noé,

contamos con la tecnología para
protegernos de las inundaciones.

Pero no se trata de
un problema tecnológico:

es un problema de tipo social.

Nuestras ciudades no son sólo
lugares con edificios y carreteras;

son un complejo conjunto de
relaciones sociales y legales.

Y, a no ser que nos adaptemos
a un diseño y un plan

que pueda ajustarse a eso,

vamos a tener problemas.

Propongo que, para adaptarnos mejor
a las posibles inundaciones,

tendremos que replantear
nuestros conceptos de público y privado

y nuestra relación con cada uno

en estos entornos potencialmente
amenazados por las inundaciones.

Contamos con la tecnología
para separarnos del agua

desde hace siglos.

Es sencillo.

Colocas un montón de tierra
o piedras entre tú y el agua,

y normalmente estás a salvo
durante bastante tiempo.

Otras versiones más sofisticadas

hacen algo más que
mantener el agua a un lado,

como este dique en Holanda,

que controla las subidas de la marea
entre una masa de agua y la otra

al tiempo que sirve como puente para
conectar dos superficies de tierra.

Las tendencias más actuales

para protegernos de las inundaciones

apuestan por incluir
enfoques naturales,

como este rompeolas,

que no sólo suaviza
el impacto de las olas,

sino que alberga, genera e incuba
todo tipo de actividad natural,

como vegetación, ostras
y cosas de ese tipo.

En el otro extremo de
las soluciones actuales

están las llamadas
"soluciones desplegables".

Como en la leyenda
del dedo en el dique,

se pueden utilizar
en el último momento

y están pensadas para tapar agujeros
de nuestro sistema de infraestructura

donde la tierra o la topografía

son muy vulnerables.

Pero el problema de las ciudades

es que, aunque estas soluciones
son bastante simples,

las ciudades son lugares complejos.

No son sólo edificios y carreteras

son una amalgama compleja y desordenada

de infraestructuras bajo tierra,
fronteras jurisdiccionales,

metros, desagües, empresas
de servicios públicos

y todo tipo de límites legales

que forman esta compleja amalgama
que es en realidad una ciudad.

Lo más importante de las ciudades

es que nos facilitan la infraestructura
en el espacio físico

para que podamos movernos

entre nuestras células privadas
y los espacios públicos.

Las ciudades proporcionan
los tipos de límites adecuados

para poder convivir en concentraciones
cada vez más densas de gente.

Giambattista Nolli fue, en mi opinión,
el mejor cartógrafo de la historia.

Cartografió un famoso mapa
de Roma en el siglo XVIII

y lo que lo hace tan espectacular

no es sólo el detalle con que lo hizo,

sino que es un mapa

que diferencia entre
espacio público y privado.

En lugar de mostrar
una visión general de la ciudad,

como una vista aérea,

corta el plano de tierra de tal modo

que podemos ver las plantas bajas

de todos los edificios públicos
con acceso público,

de tal forma que cada espacio
con acceso público,

incluyendo plazas e interiores
de edificios públicos,

como las iglesias,

están representados en blanco.

Los espacios privados,
como las viviendas, por ejemplo,

se representan en negro o gris.

En América del Norte,
en los siglos XX y XXI,

tenemos también
esta visión más matizada

de espacios públicos y privados
en los entornos urbanos.

Las escaleras de las casas
neoyorquinas de piedra marrón

no son sólo unos escalones

para acceder a la planta principal
de estas casas adosadas.

Esa escalera perfila
una zona muy importante,

una que está registrada legalmente

pero, más importante aún,
una zona social muy importante

que permite a lo privado
mediar con lo público,

facilita un manto protector;

un lugar para socializar,
conocer a tus vecinos,

fomentando otros tipos de
pequeñas actividades económicas.

El patio delantero es un espacio social
importante en nuestra cultura;

también está recogido legalmente
en el planeamiento urbanístico.

Tiene un nombre. Tiene una dimensión.

Está integrado en la manera
en que nos organizamos

en relación con el entorno urbano.

El problema de las definiciones legales
de los patios delanteros

o de sus actividades sociales

es que las inundaciones
no hacen distinciones con ellos.

Las crecidas de agua discurren
por donde les place.

Solamente existen dos cosas
que se pueden hacer al respecto;

hacer en ese punto

en que las crecidas de agua
se aproximan al ámbito público

y comienzan a chocar con el privado.

Una sería, básicamente,
elevar la propiedad privada.

La otra sería lo contrario:

tomar la calle, la propiedad pública,

y elevarla.

Ninguna de estas soluciones
es especialmente atractiva;

creo que se llamarían algo así como
versión 1.0 de resiliencia a riadas.

En una acera estándar,

lo único que separa
lo público de lo privado

es esta fina línea roja de aquí.

Esta línea a rayas representa
la frontera de la propiedad.

Ese límite no nos sirve de mucho

en caso de inundación.

No va a diferenciar entre

propiedad privada
y propiedad pública.

Creo que debemos pensar

en configuraciones de
propiedad pública y privada

que sean más complejas,
que se solapen mucho más

y permitan cosas

como aceras elevadas
en propiedades privadas,

voladizos sobre el espacio público,

una especie de baile más complejo
entre el terreno público y el privado

que permita que buena parte
de lo privado, los edificios,

resistan una inundación.

A largo plazo,

creo que debemos plantearlo
no sólo de modo bidimensional

sino a escala de bloque
y a escala de edificio.

¿Y cómo rediseñamos
bloques enteros de edificios?

¿Cómo incorporamos plantillas
para clasificaciones de edificios

que se puedan adaptar, a largo plazo,

a lo que podría ser en el futuro
un suelo público elevado?

Pensemos, por ejemplo,
en un bloque con patio

que por ahora estaría bien y que
tiene su terreno público a ras de calle,

pero imaginemos que,
al llegar las inundaciones,

puedas construir
todo un conjunto de calles

que atraviesa ese patio por el medio.

Lo que empiezas a ver es
una idea de terreno público

que empieza literalmente
a invertirse.

Y creo que esta es la mentalidad

que va a producir un entorno urbano

mucho más rico, habitable,
sostenible y complejo.

Estos tipos de construcciones urbanas
abundan en las ciudades premodernas,

como Estocolmo, donde está este edificio.

La entrada propiamente dicha
es un hueco en el muro,

pero cuando accedes
al interior del bloque,

compruebas que la fachada
está en realidad en la parte trasera.

Es un bonito ejemplo de cómo,
si pensamos más allá

de los conceptos de patio
frontal y trasero,

patio lateral;

si pensamos en dar la vuelta

a nuestro entorno urbano
y nuestro sentido del espacio,

puede que no sólo enriquezcamos
nuestro sentido de lo público y lo privado

y de cómo el individuo
se relaciona con la comunidad,

sino que podremos usar estas técnicas
para adaptarnos a posibles inundaciones.

Creo que, al final,

el diseño de adaptación a las inundaciones
no es sólo un problema tecnológico,

no es simplemente
un problema de diseño.

En mi opinión, tenemos
una oportunidad generacional

para replantearnos con más aplomo
cómo redefinir el ámbito público

y cómo pensar en la relación
entre individuos y comunidad,

cómo crear ciudades mucho
más vibrantes e interesantes.

Gracias.

(Aplausos)