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Title:
Mark Forsyth: ¿Qué es un «snollygoster»? Una breve lección de discurso político | Mark Forsyth | TEDxHousesofParliament
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Description:
Esta charla se dio en un evento TEDx que usa el formato de conferencia de TED, pero fue organizado de forma independiente por una comunidad local.
Más información en http://ted.com/tedx
La mayoría de políticos eligen cuidadosamente sus palabras, para dar forma a la realidad que esperan crear. Pero, ¿funciona? El etimólogo Mark Forsyth comparte con nosotros algunos divertidos relatos de la historia británica y estadounidense con respecto al origen de ciertas palabras (por ejemplo, ¿alguna vez se ha preguntado cómo se convirtió George Washington en "presidente"?) y extrae una sorprendente conclusión.
(Del TEDxHousesofParliament en Londres)
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Una de mis palabras favoritas de todo
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el Diccionario de Inglés
Oxford es "snollygoster".
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Simplemente porque suena muy bien.
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Y "snollygoster" significa
"político deshonesto".
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Aunque hubo un editor
periodístico del siglo XIX
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que la definió mucho mejor cuando dijo:
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"Un 'snollygoster' es aquél
que busca un cargo público
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sin importar partido,
plataforma o principio,
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y que, cuando gana,
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lo consigue por el mero uso de una
monumental verborrea retosófica".
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(Risas)
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No tengo ni idea de lo
que significa "retosófica".
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Algo que ver con las palabras, supongo.
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Es muy importante que las
palabras sean la base en política,
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y que todos los políticos sepan que
tienen que intentar dominar el idioma.
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No fue hasta, por ejemplo, 1771
que el Parlamento Británico permitió
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a los periódicos citar
las palabras exactas
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que se decían en la cámara parlamentaria.
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Y todo esto fue gracias a la valentía
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de un tipo con el insólito
nombre de Brass Crosby,
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quien se enfrentó al Parlamento.
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Le metieron en la Torre
de Londres y le encarcelaron,
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pero tuvo la suficiente valentía
de enfrentarse a ellos,
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y al final tuvo tal apoyo popular
en Londres que ganó.
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Y sólo unos años más tarde tuvimos
el primer uso registrado de la frase
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"as bold as brass"
--fuerte como el metal.
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La mayoría piensa que es literal.
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No lo es. Es por un defensor
de la libertad de expresión.
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Pero para mostrarles realmente cómo
las palabras y la política interactúan,
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quiero que regresen a EE.UU.,
justo después de la independencia.
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Entonces, tuvieron que abordar la cuestión
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de cómo llamar a George
Washington, su líder.
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No lo sabían.
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¿Cómo llamas al líder
de un país republicano?
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Esto se debatió en el Congreso
durante mucho tiempo.
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Se presentaron todo tipo de sugerencias
que podrían haber fructificado.
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Algunos quisieron llamarlo
"Jefe de Estado Washington",
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y otros, "Su Alteza George Washington",
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y otros "Defensor de las Libertades
del Pueblo de EE.UU. Washington".
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No muy atrayente.
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Algunos simplemente
quisieron llamarlo "Rey".
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Pensaban que era de probada calidad.
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Y ni siquiera con ello eran monárquicos,
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tenían la idea de que uno podía ser
elegido Rey por un plazo determinado.
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Y podría haber servido.
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Todo el mundo se cansó inmensamente,
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porque este debate se prolongó
durante 3 semanas.
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Leí el diario de este pobre senador,
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y siempre escribía:
"todavía con este tema".
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Lo que causó el retraso y el hastío fue
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que la Cámara de Representantes
estuviera en contra del Senado.
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La Cámara de Representantes
no quería que Washington
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se emborrachara de poder.
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No quisieron llamarlo Rey por si acaso
le daba a él o a su sucesor ideas.
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Así pues, quisieron darle el título
más modesto, más insignificante
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y más lamentable que se les ocurrió.
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Y ese título fue "Presidente".
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Presidente. No inventaron el título.
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Ya existía antes, pero solo significaba
"alguien que preside una reunión".
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Era como el presidente de un jurado.
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Y no tenía mucha más grandiosidad
que el término "capataz" o "supervisor".
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Hubo presidentes eventuales de
pequeños ayuntamientos coloniales
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y fracciones de gobierno, pero
realmente era un título insignificante.
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Y por eso el Senado se opuso.
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Decían: "es ridículo,
no podemos llamarle Presidente".
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"Este tipo tiene que firmar tratados
y reunirse con dignatarios extranjeros".
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"¿Y quién le tomará en serio
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con un título tan ridículo e
insignificante como Presidente de EE.UU.?"
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Y finalmente, después de 3 semanas
de debate, al final, el Senado no cedió.
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Pero accedieron a usar el título
de "Presidente" momentáneamente,
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aunque también querían que quedara
por escrito que no estaban de acuerdo
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"desde el digno respeto por las opiniones
y costumbres de las naciones civilizadas,
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ya sea bajo formas de gobierno
republicanas o monárquicas,
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cuya tradición es otorgar al cargo de
Jefe de Estado títulos de respetabilidad
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─ no el de maldito "Presidente" ─
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y que en el trato con
naciones extranjeras,
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la majestuosidad del pueblo
de los Estados Unidos
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no pueda peligrar por una
apariencia de singularidad."
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esto es, "no queremos parecer
malditos bichos raros."
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Podemos aprender 3 cosas
interesantes de todo esto.
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Primero de todo, ─y ésta es mi favorita─
hasta donde he podido averiguar,
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el Senado nunca ha refrendado
formalmente el título de Presidente.
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El Presidente Barack Obama
tiene suerte de seguir ahí,
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esperando a que el Senado entre en acción.
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Lo segundo que podemos aprender es
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que cuando un gobierno dice
que una medida es temporal...
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(Risas)
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...es posible que sigamos
esperando 223 años más.
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Pero lo tercero que podemos aprender,
y esto es lo más importante,
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y con esto les quiero dejar,
es que el título de Presidente de EE.UU.
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no suena en absoluto tan
modesto hoy en día, ¿verdad?
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Sobre todo si se tienen más de 5000
cabezas nucleares a disposición,
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la mayor economía del mundo
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y una flota de vehículos aéreos
no tripulados y demás.
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La realidad y la historia han dotado
al título de grandiosidad.
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De modo que al final ganó el Senado.
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Consiguieron su título de respetabilidad.
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Y también la otra preocupación del Senado,
la apariencia de singularidad;
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bueno, era una singularidad por entonces.
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Pero, ¿saben cuántas naciones
tienen ahora presidente?
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147.
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Y todo porque quieren sonar como el tipo
que tiene las 5000 cabezas nucleares, etc.
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Entonces, al final el Senado ganó
y la Cámara de Representantes perdió,
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porque ya nadie se va a sentir humilde
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cuando les digan que ahora son
el Presidente de EE.UU..
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Y creo que esa es la gran lección
que podemos aprender,
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y con la que me gustaría dejarles.
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Los políticos intentan
elegir y usar las palabras
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para dar forma y controlar
la realidad, pero en verdad,
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la realidad modifica mucho
más las palabras
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que lo que éstas podrían
cambiar la realidad.
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Muchas gracias.
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(Aplausos)