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La cobertura o transmisión de riesgos
es una forma de gestión de riesgos
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en la que la empresa gestiona
las pérdidas y ganancias
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asumiendo un riesgo para compensar otro.
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Mientras que las aseguradoras ofrecen
protección en caso de pérdidas,
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técnicamente, la cobertura elimina
la exposición al riesgo,
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tanto a la baja como al alza,
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modificando la distribución
de los posibles resultados.
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Sobre todo, la cobertura se basa en
el principio de diversificación,
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que, a su vez, se basa en el movimiento de
los activos o su correlación.
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Normalmente, la cobertura se aplica
utilizando derivados financieros,
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como los contratos forwards, los futuros,
las opciones y los swaps.
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La cobertura puede ser pasiva
o de gestión activa,
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según el objetivo de la estrategia.
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Estas son algunas reglas para un gestor
que recurre a la cobertura:
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identificar lo que merece la pena
cubrir y lo que no.
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Cualquier cosa que merezca
la pena controlar
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se hace mediante la gestión del riesgo.
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Determinar qué grado
de cobertura se necesita.
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Si los cambios en los tipos de interés,
los tipos de cambio
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o los precios de los productos básicos
dan lugar a un gran desequilibrio,
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la cobertura tendrá mucha importancia.
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¿Cuál es el grado de sensibilidad
de los flujos de caja de una empresa
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ante los cambios en los tipos de interés,
los tipos de cambio
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o los precios de los productos básicos?
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¿Y cuál es la sensibilidad de las
oportunidades de inversión
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ante dichas variables de riesgo?
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Hay garantizar la consonancia
mediante la gestión del riesgo.
