Hablemos de la muerte | Stephen Cave | TEDxBratislava

La muerte. Es una tema denso. Según Stephen Cave, nos atemoriza tanto que evitamos pensar en ella a toda costa, incluso cuando la muerte es exactamente en lo que pensamos al hablar. En TEDxBratislava esboza las cuatro narrativas comunes que las culturas han usado a lo largo de la historia para encubrir la reflexión sobre la muerte y nos da una razón para ya no caer en la trampa de la muerte y empezar a vivir.

Buenas tardes,
damas y caballeros.

Tengo una pregunta:

¿quién recuerda la primer vez
que se dio cuenta que iba a morir?

Yo de niño cuando
mi abuelo acaba de morir

recuerdo
que unos días después,

acostado en la cama intentaba
entender qué había pasado;

qué significaba
que estuviera muerto;

y adónde se había ido.

Era como si un agujero
se hubiese abierto y se lo tragara.

Pero luego la auténtica pregunta
impactante que se me ocurrió,

si él pudo morir,
¿podría pasarme a mí?

¿Podría ese agujero
abrirse y tragarme?

¿Se abriría debajo de mi cama
y me tragaría mientras duermo?

Bueno, llega un punto en que
todo niño se da cuenta de la muerte.

Puede pasar de formas diversas,
claro, y en general viene por etapas.

Nuestra idea de profundidad
se desarrolla según envejecemos.

Y si hurgan en los rincones
recónditos de su memoria

quizá recuerden algo similar a lo
que sentí cuando mi abuelo murió

y me di cuenta que
podría pasarme también.

Esa sensación detrás de
todo esto, el vacío espera.

Y este desarrollo en la niñez refleja
el desarrollo de nuestra especie.

Similar al momento
mientras crecían de niños

que sintieron que su yo y el tiempo
se hicieron lo bastante sofisticados

para darse cuenta
que eran mortales.

En algún momento de
la evolución de nuestra especie

el sentido del yo y del tiempo de
algunos primeros humanos se sofisticó

lo suficiente para ser los primeros
en darse cuenta "que iban a morir".

Esta es, si gustan,
nuestro maldición:

es el precio que pagamos
por ser unos malditos listos.

Tenemos que vivir
bajo el conocimiento

que la peor cosa posible
que pueda suceder, ocurrirá un día.

El final de todos nuestros proyectos,
esperanzas, sueños, nuestro mundo personal.

Cada uno vivimos bajo la sombra
de un apocalipsis personal.

¡Eso aterra! Nos espanta y
entonces buscamos una salida.

En mi caso, como a los 5 años,

implico preguntarle a mi mamá.

Cuando comenzé a preguntar,
"¿qué pasa cuando morimos?",

los mayores a mi alrededor en su momento
contestaron con una mezcla típicamente

inglesa de torpeza y
cristianidad dura.

La frase que más oí fue
que el abuelo estaba ahora

'arriba mirándonos'.

Y que si me muriera también,
lo cual por supuesto no ocurriría,

también iría allá arriba.

Lo que hacía pensar mucho en
la muerte como ascensor existencial.

Eso no me sonaba muy verosímil.

Solía ver un programa
de noticias infantil

sobre la era de la exploración espacial.

Siempre había cohetes
surcando los cielos,

hacia el espacio,
yendo 'allá arriba'.

Pero ninguno de
los astronautas cuando volvían

había mencionado alguna vez
haber visto a mi abuelo.

O a cualquier otro muerto,
pero estaba espantado.

La idea de tomar
el elevador existencial

para ver a mi abuelo
sonaba mucho mejor

que la de ser tragado por
un vacío mientras dormía.

Como sea en eso creí, aunque
no tuviera mucho sentido.

Este proceso de reflexión
que atravesé de niño

lo he pasado muchas veces desde
entonces incluso ya de adulto,

es un producro de lo que
los psicólogos llaman un 'sesgo'.

Un sesgo es una forma en la que
sistemáticamente nos equivocamos.

formas en las que calculamos mal,
juzgamos mal, distorsionamos la realidad

o vemos cosas que queremos ver.

El sesgo del que hablo funciona así:

confronten a alguien con
el hecho de que va a morir

y creerán casi cualquier historia
que les cuente que no es cierto

y que en cambio
vivirán para siempre.

Incluso si significa tomar
el elevador existencial.

Podemos ver esto como
el sesgo más grande de todos.

Ha sido demostrado en más
de 400 estudios empíricos.

Estos estudios son ingeniosos
y simples, funcionan así:

toman dos grupos de personas
que sean similares en aspectos relevantes

a un grupo le recuerdan
que morirán y al otro grupo, no

y luego comparan
su comportamiento.

Así observan cómo
sesga el comportamiento

cuando la gente es consciente
de su mortalidad.

En cada ocasión, obtienen
el mismo resultado:

a quienes se les hace
consciente de su mortalidad

tienen más disposición a creer historias
que cuentan que pueden evadir la muerte

y vivir por siempre.

Un ejemplo: un estudio reciente
tomó dos grupos de agnósticos,

es gente indecisa de
sus creencias religiosas.

A un grupo le piden que
piensen en estar muertos,

al otro grupo le piden
que piense en estar solos.

Luego se les pregunta otra vez
sobre sus creencias religiosas:

a quienes se les pidió que
pensaran en estar muertos

expresaron después tanto como
el doble su fe en Dios y Jesús.

Tanto como el doble.

Aun cuando antes ambos grupos
eran igualmente agnósticos

Pero instigan en ellos miedo
a la muerte y corren hacia Jesús.

Esto muestra que recordarle a
la gente de la muerte los sesga a creer,

sin importar la evidencia.

Esto sucede no solo con la religión
sino para cualquier tipo de creencia

que prometa la inmortalidad
en alguna forma,

sea hacerse famoso, tener
hijos o incluso el nacionalismo,

que promete que uno puede vivir
como una parte de un gran todo.

Este es un sesgo que ha formado
el curso de la historia humana.

La teoría detrás de este sesgo
en casi 400 estudios se llama:

teoría de gestión del terror.
La idea es simple:

desarrollamos nuestras visiones del mundo,
es decir, las historias que nos contamos

sobre el mundo y
nuestro lugar en él

que no sirva para gestionar
el terror a la muerte.

Y estas historias de inmortalidad tienen
miles de manifestaciones diferentes.

Pero creo que detrás de
la aparente diversidad, en realidad, hay

sólo cuatro formas básicas que
pueden adoptar estas historias de inmortalidad.

Podemos ver que se repiten
a lo largo de la historia

sólo con ligeras variaciones
que reflejan el vocabulario del momento.

Introduciré brevemente estas cuatro
historias básicas de inmortalidad

e intentaré darles algo del sentido
de la forma en que son vueltas a contar

por cada generación o cultura

usando el vocabulario de sus días.

La primera historia es la más simple:
queremos evadir la muerte.

El sueño de hacerlo con este cuerpo,
en este mundo, para siempre

es el primer y más simple
tipo de historia de inmortalidad.

En un inicio podría
sonar inverosímil

pero en realidad en casi cualquier
cultura de la historia humana

ha habido algún mito o
leyenda de un elíxir de la vida,

o una fuente de juventud
o algo que promete

mantenermos vivos para siempre.

El antiguo Egipto tiene tales mitos,
la antigua Babilonia, la antigua India,

a lo largo de la historia europea,
encontramos en la obra de los alquimistas

y por supuesto,
todavía creemos eso hoy.

Sólo que contamos esta historia
usando el vocabulario de la ciencia.

Hace 100 años, se acababan
de descubrir las hormonas

y la gente esperaba que los tratamientos
hormonales curarían la vejez y enfermedades.

Hoy en cambio las esperanzas están puestas
en las células madres, ingeniería genética

y la nanotecnología.

Pero la idea de que la ciencia
puede curar la muerte

es sólo un capítulo más de
la historia del elíxir mágico,

una historia que es
tan vieja como la civilización.

Pero apostar todo en
la idea de hallar el elíxir

y mantenerse vivo por siempre
es una estrategia riesgosa.

Cuando revisamos la historia

todos aquellos que buscaron
un elíxir en el pasado,

lo único que tienen en común
es que todos están muertos.

(Risas)

Necesitamos un plan de respaldo
y exactamente este tipo de plan B

es lo que el segundo tipo de
historia de inmortalidad ofrece:

la resurección.

Se representa con la idea
de que yo soy este cuerpo,

soy el organismo físico

y acepto que tendré que morir,

pero lo digo a pesar de que puedo
levantarme y volver a vivir.

En otras palabras, que yo
puedo hacer lo que hizo Jesús.

Jesús murió, a los 3 días en
la tumba, se levantó y volvió a vivir.

La idea de que todos podemos resucitar
para vivir otra vez es una creencia ortodoxa,

no sólo para cristianos sino
también para judíos y musulmanes.

Pero nuestro deseo de creer esta
historia está tan profundamente arraigada

que la reinventamos
en la era científica.

Por ejemplo,
con la idea de la criónica.

Es la idea que cuando mueren,
los pueden congelar

y luego en cierto punto cuando
la tecnología avance lo suficiente.

los descongelarán, los repararán
y revivirán, entonces resucitarán.

Algunas personas creen que un Dios
omnipotente los resucitará para vivir otra vez

y otros creen que un científico
omnipotente lo hará.

Pero para otros, la idea
entera de la resurección

de salir de la tumba, es simplemente
como una mala película de zombies.

Encuentran el cuerpo demasiado arruinado,
demasiado endeble para garantizar vida eterna.

Así ponen sus esperanzas en la tercera
historia de inmortalidad espiritual,

la idea de que podemos dejar nuestro
cuerpo atrás y vivir como un alma.

Ahora bien, la mayoría de la gente
en la Tierra cree tener un alma

y esta idea es fundamental
en muchas religiones.

Pero incluso en su forma actual
y en su forma tradicional,

la idea del alma sigue
siendo muy popular,

no obstante, la reinventamos
otra vez en la era digital.

Por ejemplo, la idea de que
uno puede dejar el cuerpo

subiendo su mente, esencia,
el yo real a una computadora

y así vivir como
un avatar en el éter.

Claro está que hay escépticos que dicen
que si vemos la evidencia de la ciencia,

en particular la neurociencia, se sugiere
que la mente, la esencia, el yo real

es mucho más dependiente
de una parte particular del cuerpo

que es el cerebro.

Tales escépticos pueden encontrar confort
en el cuarto tipo de historia de inmortalidad

que es el legado.

La idea de que uno puede vivir mediante
el eco que deja uno en el mundo.

Como el gran guerrero griego Aquiles,
que sacrificó su vida luchando en Troya

para así poder ganar
la fama inmortal.

Y la búsqueda de fama, hoy en día
es de lo más popular y difundido

que nunca antes.

En nuestra era diital, es incluso
mucho más fácil de lograr.

No necesitan ser un gran guerrero
como Aquiles o un gran rey o héroe.

todo lo que requieren es una conexión
de Internet y un gato chistoso.

(Risas)

Pero algunas personas prefieren dejar
un legado más biológico, más tangible

los hijos, por ejemplo.

O gustan, esperan vivir como
parte de un todo más grande

una nación, una familia,
una tribu, su reserva genética.

Pero otra vez, están los escépticos que
dudan si el legado es realmente inmortal.

Woody Allen, por ejemplo, dice

"No quiero vivir en los corazones
de mis compatriotas,

quiero vivir en
mi departamento".

(Risas)

Si quieren vivir
en su departamento

necesitan un elíxir,
por supuesto.

El cual era nuestro primer
tipo de historia de inmortalidad.

Estos son los cuatro tipos básicos
de historias de inmortalidad

de las que he intentado darles el sentido
en que son recontadas por cada generación

con ligeras variaciones que
se ajusten a las modas del momento.

El hecho de que recurran
en forma tan similar

pero en tan diferentes sistemas
de creencia, sugiere, creo yo,

que debemos ser escépticos

sobre la verdad de cualquier versión
particular de estas historias.

El hecho de que
algunas personas crean

que un Dios
omnipotente los resucitará

y otros crean que un científico
omnipotente lo hará,

sugiere que ninguno en realidad
cree en la solidez de la evidencia.

En cambio creemos en estas historias
porque estamos sesgados en creerlas

y sesgados en creer en ellas porque
le tenemos mucha miedo a la muerte.

La pregunta entonces es, ¿estamos
condenados a llevar la única vida que tenemos

acotada por
el miedo y la negación?

¿O podemos superar este sesgo?

Bueno, el filósofo griego
Epicurio pensó que podemos.

Sostenía que el miedo a la muerte
es natural pero no racional.

La muerte, decía,
es nada para nosotros,

porque cuando estamos aquí,
la muerte no está

y cuando la muerta esta aquí,
ya nos hemos ido.

A menudo resulta difícil discernir
esta cita, de interiorizarla realmente,

dado que esta idea de haberse
ido es muy difícil de imaginar.

Así dos mil años después,
otro filósofo, Ludovic Wittgenstein,

lo dijo así:

"la muerte no es
un evento en la vida,

no vivimos para
experimentar la muerte".

Y añadió, en este sentido,
que la vida no tiene final.

Así que fue natural que de niño sintiera
miedo de ser tragado por el vacío,

pero no era racional,
porque ser tragado por el vacío

es algo que ninguno de
nosotros experimentará.

Superar este sesgo no es fácil,

porque el miedo a la muerte
está muy arraigado en nosotros.

Sin embargo cuando vemos
que el miedo mismo no es racional

y cuando sacamos a la luz

las formas en que puede
sesgarnos inconscientemente

podemos entonces
empezar a intentar

minimizar la influencia
que tiene en nuestras vidas.

Encuentro que sirve ver
la vida como un libro,

un libro encuadernado con sus tapas,
portada y contraportada,

así nuestras vidas estás encuadernadas
por el nacimiento y la muerte.

Y aunque un libro está limitado
por un comienzo y un final,

puede abarcar paisajes distantes,
figuras exóticas, aventuras fantásticas.

Y aunque un libro está limitado
por el comienzo y el final,

los personajes en su interior
no conocen horizontes.

Sólo conocen los momentos de
los que está hecha su historia,

incluso con el libro cerrado.

Así los personajes del libro
no temen llegar a la última página.

John Silver el Largo no teme que terminen
de leer su copia de la Isla del Tesoro.

Y así debería ser para nosotros.

Imaginen el libro de
su vida, sus tapas,

su comienzo y final son
su nacimiento y su muerte.

Sólo pueden conocer
los momentos en medio,

los momentos que
componen su vida.

No tiene sentido temer lo
que está fuera de esas tapas

sea antes de nacer o
después de morir.

No debe preocuparles
el tamaño del libro

o si es cómic o una épica.

Lo único que importa es que
hagan de ella una buena historia

Gracias.

(Aplausos)