Bien, tengo una pregunta
para todos nosotros.
¿Están listos?
¿Ganar siempre es igual a tener éxito?
(Murmullos)
Oh.
(Risas)
Vaya. OK.
Soy la entrenadora principal,
recientemente retirada,
del Equipo de la UCLA
de Gimnasia Femenina,
un puesto que ocupé durante 29 años.
(Aplausos)
Gracias.
Y durante mi cargo,
experimenté muchas victorias.
Conduje a nuestro equipo
a siete Campeonatos Nacionales;
fui incluida en el Salón
de la Fama del Deporte de la UCLA
e incluso fui votada
como la Entrenadora del Siglo
por la Conferencia Pac-12.
(Aplausos)
Ganar es muy, muy,
muy, muy, muy divertido.
(Risas)
Pero estoy aquí para compartir mi visión:
ganar no siempre es igual a tener éxito.
En EE.UU. y en todo el mundo,
existe una crisis
en las culturas de "ganar a toda costa"
que hemos creado.
En nuestras escuelas,
en nuestros negocios, en la política,
ganar a toda costa se ha vuelto aceptable.
Como sociedad,
honramos a la gente
que está en la cima de la pirámide.
Aplaudimos efusivamente a aquellos
que ganan torneos, elecciones y premios,
pero tristemente, muy a menudo,
esas mismas personas
dejan sus instituciones
como seres humanos dañados.
Lamentablemente, a pesar de tener
las mejores calificaciones,
los niños salen dañados de la escuela.
Con premios y medallas,
los atletas a menudo se retiran
dañados de sus equipos,
no solo físicamente,
sino emocional y mentalmente.
Y con enormes ganancias, los empleados
a menudo dejan sus compañías dañados.
Nos hemos enfocado tanto
en el resultado final,
y cuando el resultado final
es una victoria,
el componente humano de cómo llegamos allí
a menudo es barrido
bajo la conocida alfombra,
al igual que hacemos con el daño.
Así que voy a pedir un tiempo muerto,
una pausa.
Necesitamos redefinir el éxito.
El éxito real es desarrollar campeones
en la vida, para nuestro mundo,
ya sea que ganen o pierdan.
(Aplausos)
El verdadero éxito es
desarrollar campeones para la vida,
no para su equipo,
no para su negocio
y, siento decirlo, ni siquiera para poder
alardear en las tarjetas de Navidad.
Lo siento.
Entonces, ¿cómo lo hacemos?
En primer lugar, es posible que puedan
imponer su camino hacia la victoria,
pero no pueden imponer
su camino hacia el éxito.
Déjenme llevarlos a 1990,
cuando fui nombrada entrenadora
del equipo de gimnasia
femenina de la UCLA.
Y me gustaría compartir con Uds.
que nunca he hecho gimnasia.
Crecí en el mundo del ballet.
Nunca he hecho una voltereta,
y no podría enseñarles
a hacer una voltereta adecuada.
(Risas)
Tristemente es cierto.
Y no sabía nada sobre cómo
desarrollar una cultura de equipo.
Lo mejor que pude hacer fue imitar
a otros entrenadores que habían ganado.
Y así me convertí en una persona ruda,
dura, implacable,
indiferente,
obstinada, antipática
y, a menudo, francamente mala.
Actuaba como la entrenadora principal
cuyo único pensamiento
era encontrar el modo de ganar.
Mis primeras temporadas como entrenadora
fueron pésimas,
y después de aguantar mi estilo impulsivo
de entrenamiento por algunos años,
nuestro equipo me pidió una reunión.
Adoro las reuniones de equipo,
así que dije: "Hagamos
una reunión de equipo".
Y durante dos horas seguidas,
me mostraron cómo mi arrogancia
era hiriente y degradante.
¡Nada agradable!
Me explicaron
que querían ser apoyados,
no menospreciados.
Querían ser entrenados, no derribados.
Querían ser motivados,
no presionados o intimidados.
Ese fue mi tiempo muerto,
y elegí cambiar.
El ser un dictador dogmático
quizá cree soldaditos obedientes y buenos,
pero no desarrolla campeones para la vida.
Es mucho más fácil,
en cualquier ámbito de la vida,
dictar y dar órdenes
que averiguar cómo motivar a alguien
a querer ser mejor.
Y la razón es que -todos sabemos esto-
la motivación tarda mucho tiempo
en arraigarse,
pero cuando lo hace,
construye el carácter
y cambia la vida.
Me di cuenta de que necesitaba fortalecer
a nuestros estudiantes atletas
como seres humanos completos,
no solo como atletas ganadores.
Así que, el éxito para mí pasó
de concentrarme solo en ganar
a desarrollar mi filosofía
de entrenamiento,
que busca desarrollar campeones
para la vida a través del deporte.
Y sabía que, si lo hacía
suficientemente bien,
esa mentalidad de campeón se trasladaría
a la pista de competencia.
Y así fue.
El ingrediente clave
fue desarrollar la confianza
a través de la paciencia,
la honestidad respetuosa
y la responsabilidad...
todos los ingredientes
que van en el amor duro.
Hablando de amor duro,
Katelyn Ohashi
es un ejemplo perfecto de esto.
Puede que todos
hayan visto su rutina en piso.
Ha tenido más de 150 millones de visitas.
Y el consenso es que
su actuación es pura alegría.
Sin embargo, cuando llegó a la UCLA,
estaba rota en cuerpo, mente y espíritu.
Había crecido en un mundo atlético,
estereotipado y de muy alto nivel,
y estaba dañada.
Entonces, cuando Katelyn llegó
a UCLA, en su primer año,
se encontró bastante bien
con su rebelde interior,
hasta el punto de que
ya no podía hacer gimnasia
al nivel en el que fue reclutada.
Y nunca olvidaré
una reunión de equipo que tuvimos
a mitad de su temporada de novata.
Estábamos allí con el equipo,
el cuerpo técnico, el personal de apoyo,
el psicólogo deportivo,
y Katelyn dijo, muy claramente
y sin disculparse:
"Ya no quiero volver a ser grandiosa".
Me sentí como si me dieran un puñetazo.
Lo primero que pensé fue:
"¿Entonces por qué diablos
voy a honrar tu beca?"
Fue un pensamiento muy sarcástico,
y afortunadamente no lo dije en voz alta,
porque luego tuve claridad.
Katelyn no odiaba la gimnasia.
Katelyn odiaba todo lo relacionado
con ser la mejor.
Katelyn no quería ser una ganadora,
porque ganar a toda costa
le había costado su alegría.
Mi trabajo era averiguar cómo motivarla
a querer ser grandiosa de nuevo,
ayudándola a redefinir el éxito.
Mi entusiasmo por ese desafío
se convirtió en determinación
cuando un día Katelyn me miró
a los ojos y me dijo:
"Sra. Val, solo quiero que sepa
que todo lo que me dice que haga,
yo hago exactamente lo opuesto".
(Risas)
Sí, fue como: Sí, Katelyn,
desafío aceptado. Venga.
(Risas)
Y fue una prueba más de que
imponerme no iba a funcionar.
Así que me embarqué
en el proceso dolorosamente lento
de generar confianza
y demostrarle que, ante todo,
me preocupaba por ella
como un ser humano completo.
Mi estrategia fue hablar con Katelyn
sobre la gimnasia solo en el gimnasio.
Fuera del gimnasio,
hablábamos de todo lo demás:
escuela, chicos, familia,
amigos, pasatiempos.
La animé a encontrar cosas afuera
del deporte que la hicieran feliz,
y fue tan genial
ver cómo el proceso de Katelyn Ohashi,
realmente, florecía ante nuestros ojos.
Y a través de ese proceso,
ella redescubrió su amor propio
y su autoestima.
Y lentamente,
pudo volver a disfrutar
de la gimnasia.
Luego ganó el título de la NCAA en piso
y ayudó a nuestro equipo a ganar
su séptimo campeonato de la NCAA en 2018.
Entonces...
Gracias.
(Aplausos)
Así que, pensemos
en las Katelyn Ohashis que conocen.
Pensemos en esas personas
bajo su cuidado y su guía.
¿Qué les dicen a sus hijos
en el viaje de vuelta a casa?
Ese viaje a casa
tiene mucho más impacto del que creen.
¿Se enfocan en el resultado final,
o se emocionan en usar ese tiempo
para ayudar a sus hijos
a convertirse en campeones?
Es muy simple:
sabrán que se están enfocando
en el resultado final
si hacen preguntas
sobre el resultado final:
"¿Ganaste?"
"¿Cuántos puntos anotaste?"
"¿Recibiste una A?"
Si realmente está motivados a ayudar
a sus hijos a convertirse en campeones,
les harán preguntas sobre la experiencia
y el proceso,
como por ejemplo: "¿Qué aprendiste hoy?".
"¿Ayudaste a un compañero?"
Y mi pregunta favorita:
"¿Descubriste cómo divertirte
trabajando muy, muy duro?"
Y luego la clave es quedarse en silencio
y escuchar su respuesta.
Creo que uno de los mejores regalos
que podemos darle a otra persona
es silenciar nuestras mentes
de la necesidad de tener la razón
o la necesidad de formular
la respuesta adecuada
y realmente escuchar
cuando alguien más está hablando.
Y al silenciar nuestras mentes,
en realidad escuchamos
nuestros miedos y equivocaciones,
lo que puede ayudarnos
a formular nuestra respuesta
con más claridad y empatía.
Kyla Ross, otra de nuestras gimnastas,
es una de las más grandes gimnastas
en la historia del deporte.
Es la única atleta
que se ha ganado la trifecta:
es campeona nacional,
campeona mundial
y campeona olímpica.
Y no le gusta la charla trivial,
así que un día me sorprendió
cuando llegó a mi oficina,
se sentó en el sofá
y empezó a hablar;
primero sobre su especialidad,
después sobre el postgrado
y luego sobre cualquier cosa
que se le cruzara por la mente.
Mi voz interior me susurró
que ella tenía algo en mente,
y que si me quedaba en silencio
y le daba el tiempo suficiente,
lo iba a decir.
Y así fue.
Era la primera vez
que Kyla compartía con alguien
que había sido abusada sexualmente
por Larry Nassar,
el ex médico del equipo
de gimnasia de EE.UU.,
que luego fue condenado
por ser un pederasta serial.
Kyla dio un paso al frente
y se unió al ejército
de sobrevivientes de Nassar
que compartieron sus historias
y utilizaron sus voces
para invocar un cambio positivo
para nuestro mundo.
Sentí que, en ese momento,
era extremadamente importante
proporcionar un espacio seguro
para Kyla y nuestro equipo.
Así que decidí hablar sobre esto
en algunas reuniones de equipo.
Más tarde, ese mismo año,
ganamos el campeonato nacional,
y después de eso,
Kyla se acercó a mí y me dijo
que sentía que una de las razones
por las que habíamos ganado
era porque nos habíamos dirigido
al elefante en la habitación,
la tragedia, que además
de sacudir al mundo,
había liberado las verdades
y los recuerdos en ella misma
y en tantos de sus amigos
y compañeros.
Como dijo Kyla:
"Sra. Val, realmente me sentí orgullosa
a medida que avanzaba la temporada,
y cuando entré a la pista
del campeonato me sentí invencible".
Simplemente...
(Aplausos)
Simplemente porque había sido escuchada.
Como padres, como entrenadores,
como líderes,
ya no podemos liderar desde un lugar
donde ganar sea la única manera
de medir el éxito,
donde nuestro ego sea el protagonista,
porque se ha demostrado
que ese proceso
produce seres humanos rotos.
Y sé enfáticamente
que es absolutamente posible
producir y entrenar campeones para la vida
en todos los ámbitos de la vida
sin comprometer el espíritu humano.
(Aplausos)
Comiencen definiendo el éxito
para Uds. mismos
y para aquellos bajo su cuidado,
y luego, consistentemente,
evalúen si sus acciones
están alineadas con sus objetivos.
Todos somos entrenadores de alguna manera.
Todos tenemos la responsabilidad colectiva
de desarrollar campeones
para la vida en nuestro mundo.
Así es como se ve el verdadero éxito,
y en el mundo del atletismo,
eso es lo que llamamos una situación
en la que todos ganamos.
Gracias.
(Aplausos)