[Esta charla contiene contenido adulto]
Hace seis años,
descubrí algo que los científicos
han querido saber desde hace tiempo.
¿Cómo captar la atención
de una sala llena
de adolescentes aburridos?
Y parece que lo único que hay que hacer
es mencionar la palabra pornografía.
(Risas)
Déjenme que les cuente
cómo me di cuenta de esto por primera vez.
En 2012 yo estaba en un aula
abarrotada de estudiantes de secundaria
que participaban en un programa
extraescolar en Boston.
Mi trabajo, como oradora invitada del día,
consistía en motivarlos a creer
lo emocionante que sería
tener una profesión en salud pública.
El problema era que,
cuando veía sus caras
podía notar en sus miradas
que estaban en blanco,
simplemente estaban desconectados.
Ni siquiera importaba
cómo estuviera yo vestida
que para mí era de lo más moderno.
Simplemente no captaba
la atención de mi público.
Entonces uno de los dos adultos
que trabajaba para el programa dijo:
"¿No estás realizando
una investigación sobre pornografía?
Quizás puedes hablarles de esto".
De repente, esa aula de
estudiantes de secundaria estalló
en carcajadas chocando los cinco entre sí.
Creo que también hubo
algunos ruidos escandalosos.
Y todo eso porque alguien había dicho
una palabra: "pornografía".
Ese momento resultó
ser un momento decisivo
para mí y mi misión profesional
de encontrar soluciones
para acabar con la violencia sexual
en el noviazgo.
Hasta entonces yo había trabajado
más de una década
en el problema aparentemente insoluble
de la violencia en el noviazgo.
Los datos de los centros para el control
y la prevención de enfermedades en EE.UU.
revelan que 1 de cada 5
estudiantes adolescentes de secundaria
sufre abusos físicos o sexuales
de su pareja cada año en EE.UU.
Eso significa que la violencia
en el noviazgo es más frecuente
que el acoso escolar,
que el suicidio,
incluso que el fumar,
en esa misma población.
Pero resultaba difícil
encontrar soluciones.
Trabajaba con un equipo de investigación
que buscaba nuevas respuestas
a la pregunta:
¿Qué causa la violencia en el noviazgo,
y cómo acabamos con ella?
Uno de los estudios de investigación
que estábamos llevando a cabo
incluía unas preguntas sobre pornografía.
Nuestros hallazgos revelaron
algo inesperado.
El 11 % de las adolescentes en la muestra
informaron que habían sido
amenazadas u obligadas
a realizar actos sexuales
que el perpetrador
había conocido por la pornografía.
Eso me intrigó.
¿Era la pornografía responsable de los
datos sobre la violencia en el noviazgo?
O ¿era más bien una coincidencia
que los consumidores de pornografía
fueran también más propensos
a tener relaciones malsanas?
Investigué leyendo todo lo que pude
en la literatura especializada
revisada por pares
y llevé a cabo
mis propias investigaciones.
Quería saber
qué tipo de material
sexualmente explícito veían los jóvenes,
con qué frecuencia y por qué,
para saber si podía descifrar
si era parte de la razón
por la que, para muchos,
las relaciones sentimentales
eran supuestamente malsanas.
Al leer, intenté tener la mente abierta,
a pesar de que muchos miembros del público
ya habían sacado conclusiones al respecto.
¿Por qué tenía la mente abierta
en relación a la pornografía?
Bueno, soy científica social
de profesión,
así que mi trabajo es ser objetiva.
Pero también tengo
una visión positiva de la sexualidad.
Eso significa que apoyo
plenamente el derecho
a tener cualquier tipo
de relación sexual que se desee,
sin importar lo que implique,
a condición de que haya
consentimiento entusiasta
de todas las personas implicadas.
Dicho esto, personalmente
no estaba inclinada a ver pornografía.
Había visto algo, pero no era lo mío.
Como madre de dos hijos
que pronto serán adolescentes,
tenía mis dudas
sobre cómo podría afectarles
consumir pornografía.
Noté que, si bien mucha gente
denunciaba la pornografía,
también había gente
que la defendía firmemente
por diversas razones.
Entonces, en mi investigación académica,
realmente intenté despejar
si la pornografía era mala o buena.
Si era misógina o empoderadora.
No había una sola respuesta clara.
Había un estudio longitudinal
que me preocupó mucho,
que mostraba que era más probable
que los adolescentes que veían pornografía
perpetraran violencia sexual.
Pero el diseño del estudio
no llevó a
conclusiones causales definitivas.
Otros estudios no hallaron
que el consumo de la pornografía
por adolescentes
estuviera vinculado
a determinados resultados negativos.
Sin embargo, otros estudios
concluyeron que sí.
Al hablar con otros expertos,
me sentí muy presionada a elegir
un bando referente a la pornografía.
Solo podía unirme a un equipo o al otro.
Incluso me dijeron
que era débil de carácter
por no llegar a una conclusión concreta
en cuanto a la pornografía.
Y fue complicado,
porque hay una industria
que está rentabilizando
la fascinación del consumidor
por ver a las mujeres, en particular,
no solo practicando sexo,
sino siendo amordazadas,
ahogadas, abofeteadas,
cubiertas de saliva y de semen,
diciéndoles nombres degradantes
muchas veces durante el sexo,
y sin saber siempre
si han dado su consentimiento.
La mayoría de la gente aceptaría
que enfrentamos un grave problema
de misoginia, violencia sexual
y violación en este país;
y, probablemente, la pornografía
no nos está ayudando.
Lo que me pareció
un problema muy importante fue que
durante más de un siglo,
la posición contra la pornografía
se había utilizado como excusa
para discriminar a los homosexuales
o a las personas que tienen
fijaciones sexuales.
Así, por un lado, entendí por qué
nos preocupa mucho el mensaje
que envía la pornografía,
y por otro lado, entendí
por qué nos preocupa mucho que
se nos vaya de las manos enjuiciándola.
Durante los siguientes dos años,
investigué todas las afirmaciones
alarmantes y horribles que pude encontrar
sobre la edad media de las personas
que ven pornografía por primera vez,
y sobre la manera que afecta
a su cerebro o a su sexualidad.
Esto es lo que encontré.
La pornografía gratuita en línea,
el tipo de pornografía
que suelen ver los adolescentes,
es una terrible forma de educación sexual.
(Risas)
(Aplausos)
Pero ese no es su objetivo.
Es probable que no contamine
sus mentes de manera instantánea
o que los convierta
en consumidores compulsivos,
de la manera que algunos ideólogos
nos quieren hacer creer.
Es rara la persona que no ve
algo de pornografía en su juventud.
A la edad de 18 años,
un 93 % de universitarios
y un 62 % de universitarias de primer año
habrán visto pornografía al menos una vez.
Y aunque a la gente le gusta decir
que Internet ha hecho
que la pornografía sea omnipresente,
o que todos los jóvenes
con un teléfono inteligente
definitivamente verán pornografía,
los datos no respaldan eso.
Un estudio a nivel nacional
encontró que en el año 2000
un 16 % de los jóvenes
de 10 a 13 años de edad
comunicaron que habían visto
pornografía en el último año.
Y en 2010 esta cifra había aumentado.
Pero solo alcanzó un 30 %.
Así que no fueron todos.
Nuestros problemas respecto
a los adolescentes y la violencia sexual
no solo se derivan de la pornografía.
De hecho, un estudio reciente
halló más probable que los jóvenes
accedieran a imágenes sexualizadas
a través de otros tipos de material,
más allá de la pornografía.
Piensen en todos
esos videojuegos sexualizados,
programas de televisión,
o videos musicales.
Puede ser que la exposición
a una corriente continua
de material violento
esté causando nuestros problemas,
con o sin las imágenes sexualizadas.
Al concentrarnos exclusivamente
en los posibles daños de la pornografía,
puede que nos distraigamos y
no veamos los problemas más importantes,
o que no descubramos las causas
de la violencia sexual,
que son las verdaderas crisis
de la salud pública.
Dicho esto,
incluso mis propias investigaciones
demuestran que los adolescentes
recurren a la pornografía
para informarse sobre el sexo.
Eso pasa porque no pueden encontrar
información fiable y objetiva
en ningún otro lugar.
Menos del 50 % de los estados en EE. UU.
exige que la educación sexual
se enseñe en las escuelas,
incluyendo
cómo prevenir el sexo coercitivo.
Y menos de la mitad de esos estados
exige que la información presentada
sea médicamente precisa.
Durante ese programa extraescolar
en Boston,
esos niños tenían muchas ganas
de hablar de sexo y de pornografía.
Y querían discutir todo eso
mucho más que discutir
sobre la violencia sexual.
Entonces nos dimos cuenta
de que podíamos abordar
los mismos temas de los que solemos hablar
con el pretexto de hablar sobre
la educación de relaciones sanas,
por ejemplo, ¿cómo se define
el consentimiento sexual?
O ¿cómo saben si lastiman
a alguien durante el sexo?
O ¿qué límites saludables se deben
poner al coquetear con alguien?
Podemos discutir todo esto
utilizando la pornografía
como punto de partida
para nuestra conversación.
Es un poco como cuando
los adultos dan a los niños
pasteles de chocolate como postre,
pero en secreto pusieron adentro
un calabacín o algo sano.
(Risas)
Podemos hablar con los niños de lo sano,
de lo que es bueno,
pero escondiéndolo en una conversación
sobre un tema del que creen
que les gustaría hablar.
También descubrimos algo
que no necesariamente
intentábamos explorar,
y que es que hay una manera fantástica
de tener una conversación con jóvenes
sobre la pornografía.
Y eso es
asegurándonos de plantear
esa conversación basada en la ciencia;
admitiendo cuánto entendemos
los efectos de la pornografía;
hablando de los resultados desiguales
o de los puntos débiles de los estudios
que se han realizado.
Debemos invitar a los adolescentes
a ser consumidores críticos
de la literatura de investigación
sobre la pornografía,
además de la pornografía misma.
Eso encaja bien
con el desarrollo de los adolescentes.
A los adolescentes les gusta
hacer preguntas
y les gusta que les animen
a pensar por sí mismos.
Y nos dimos cuenta
al comenzar a experimentar,
y dar lecciones sobre el consentimiento,
el respeto y la pornografía,
que intentar obligar a los adolescentes
a pensar de cierta manera
o forzarlos a escuchar un argumento
unilateral sobre la pornografía
no solo es probablemente ineficaz,
sino que tampoco configura el tipo
de comportamiento respetuoso y consensual
que queremos que aprendan.
Nuestro enfoque, lo que llamamos
alfabetización pornográfica,
consiste en presentar la verdad
acerca de la pornografía,
lo mejor posible,
teniendo en cuenta que hay un fundamento
de evidencias en constante cambio.
Cuando la gente sabe
que impartimos un curso de
nueva partes que dura 18 horas,
sobre alfabetización
pornográfica a adolescentes,
creo que piensan que nos sentamos
con los niños
y que intentamos mostrarles
cómo ver la pornografía,
cosa que no hacemos,
o que somos parte de
un grupo activista contra la pornografía
que intenta convencerlos
de que si alguna vez ven pornografía,
va a ser extremadamente
perjudicial para la salud.
Y eso no es todo.
Nuestro ingrediente secreto
es que no emitimos juicios de valor.
No pensamos que la juventud
deba o no ver pornografía.
Sino, sobre todo, queremos
que sean pensadores críticos
siempre que la consuman.
Hemos aprendido,
de la demanda
de nuestro currículo y formación,
a través de todo EE.UU y más allá,
que hay muchos padres y profesores
que tienen ganas de tener
conversaciones diferentes y realistas
sobre pornografía con jóvenes.
Hemos recibido solicitudes
de Utah, de Vermont,
de Alabama, hasta Hawái.
Durante ese programa extraescolar,
lo que vi es que desde el momento
en que mencionamos la palabra pornografía,
esos niños estaban listos
para discutir y debatir
con respecto sobre lo que querían
y no querían ver en la pornografía,
y lo que querían hacer y no hacer
practicando el sexo.
Además de discutir lo que era
degradante para las mujeres
o injusto para los hombres
o racista, todo.
Dieron unas opiniones muy sofisticadas.
Fue exactamente
de lo que queríamos que hablaran
como activistas contra la violencia.
Como profesores, a veces salimos
de la clase y pensamos,
"Es muy triste que
ese chico en nuestra clase
piense que todas las mujeres
llegan al orgasmo después del sexo anal".
En otras ocasiones,
salimos de la clase y pensamos,
"Qué bueno que ese chico
en nuestra clase que es homosexual,
dijera que ver la representación
de su sexualidad en la pornografía
le salvó la vida".
O, "Esa chica en nuestra clase
que dijo que se sentía mucho mejor
acerca de su cuerpo,
porque vio a alguien físicamente
parecida a ella como objeto de deseo
en pornografía no extrema".
Aquí es donde me encuentro
como activista contra la violencia.
Me encuentro investigando
y hablando de pornografía.
Aunque sería más fácil
si en la vida las discusiones
fueran unilaterales,
lo que he descubierto hablando
con los jóvenes sobre pornografía
es que siguen interesados
en estas conversaciones
porque permitimos
que aborden cuestiones complejas.
Y porque somos honestos
respecto a la ciencia.
Aunque estos adolescentes
aún no son adultos,
están viviendo en un mundo adulto.
Y están preparados
para mantener conversaciones adultas.
Gracias.
(Aplausos)