Cú Chulainn, héroe de Ulster, se encontraba en el vado de Cooley, preparado para enfrentarse por su cuenta a todo un ejército. Todo desencadenado por un solo toro. El ejército en cuestión pertenecía a la reina Meadhbh de Connaught. Furiosa por la preciada posesión de su marido, un toro blanco de una fuerza descomunal, mandó capturar el legendario toro marrón de Ulster costara lo que costara. Desafortunadamente, el rey de Ulster había elegido ese momento para obligar a la diosa Macha a participar en una carrera de cuadrigas estando encinta. Como represalia, lo condenó a él y a su ejército a unos cólicos estomacales que misteriosamente recordaban a los dolores del parto. La única excepción fue Cú Chulainn. A pesar de ser el guerrero más feroz de Ulster, Cú Chulainn sabía que no podría derrotar al ejército de la reina Meadhbh de una sola tacada. De manera que recurrió al rito sagrado del combate individual, para acabar con los invasores uno por uno. Pero cuando se aproximó el ejército de la reina, algo le preocupó más que la ardua prueba que le esperaba frente a sus ojos. Años atrás, Cú Chulainn se trasladó a Escocia para entrenar con la renombrada guerrera Scáthach. Allí, coincidió con un joven guerrero de Connaught llamado Ferdiad. Vivían y entrenaban codo con codo, y no tardaron en hacerse amigos íntimos. Cuando retornaron a sus respectivos hogares, los caminos de Cú Chulainn y Ferdiad se volvieron a cruzar en bandos opuestos de la guerra. Cú Chulainn sabía que Ferdiad marchaba en el ejército de Meadhbh y que si lograba derrotar a sus tropas se acabarían viendo frente a frente. Día tras día, Cú Chulainn defendió Ulster por sí mismo. Envió las cabezas de unos adversarios de vuelta al campamento de Meadhbh, las demás serían portadas por el curso del agua del vado. En ocasiones, entraba en trance y mataba cientos de soldados de una sola vez. En cuanto divisaba a la reina en la distancia, le lanzaba piedras; no llegó a darle nunca, pero una vez estuvo tan cerca que derribó una ardilla que se posaba en su hombro. En el campamento de Connaught, Ferdiad se escondía, haciendo todo lo posible para evitar el momento en el que se tuviera que enfrentar a su mejor amigo en combate. Sin embargo, la reina estaba ansiosa por conseguir el preciado toro y sabía que Ferdiad era su mejor baza para derrotar a Cú Chulainn. Así que lo acorraló y puso en cuestión su honor hasta que no le quedó otro remedio que luchar. Los dos se enfrentaron en el vado, con la misma fuerza y habilidades, sin importar qué arma empuñaran. Entonces, el tercer día de combate, Ferdiad empezó a ganar ventaja frente a un extenuado Cú Chulainn. Pero Cú Chulainn se guardaba un último as bajo la manga, su mentora compartió un secreto solo con él. Le contó cómo invocar la Gáe Bulg, una lanza mágica creada con los huesos de monstruos marinos que se posaban en el fondo del mar. Cú Chulainn invocó la lanza, mató a Ferdiad de una puñalada y se desplomó. Meadhbh aprovechó la oportunidad y se coló junto con su ejército para capturar al toro marrón. Finalmente, los hombres de Ulster se recuperaron de sus mágicos dolores y se apresuraron a dar caza al toro. Pero ya era demasiado tarde: la reina Meadhbh, indemne, ya había cruzado la frontera llevándose al toro con ella. Una vez llegó a casa, Meadhbh exigió otro combate, esta vez entre el toro marrón y el toro blanco de su esposo. Los toros eran dignos adversarios y lucharon hasta adentrarse en la noche. arrastrándose mutuamente por toda Irlanda. Tras mucho tiempo, el toro marrón mató al toro blanco, y la reina Meadhbh, al fin, estuvo satisfecha. En cambio, para el toro marrón la victoria no significó nada. Estaba cansado, herido y desolado. Poco después, murió de corazón roto, dejando tras de sí un reino que seguiría devastado muchos años debido a la guerra de Meadhbh.