Este es el lugar donde crecí. Un pequeño pueblo cerca de la ciudad de Róterdam en Holanda. En los años 70 y 80, cuando era adolescente, este todavía era un lugar tranquilo. Estaba lleno de granjas, campos y tierras pantanosas. Y pasaba mi tiempo libre ahí, divirtiéndome, realizando pinturas al óleo como esta, recogiendo flores silvestres, observando aves y también coleccionando insectos. Este fue uno de los más preciados. Este es un escarabajo muy especial, un increíble escarabajo llamado escarabajo hormiga. Este es un tipo de escarabajo que vive toda su vida dentro de un nido de hormigas. Ha evolucionado para hablar el idioma de las hormigas. Utiliza las mismas señales químicas, los mismos olores que las hormigas usan para comunicarse y en este momento el escarabajo le dice a esta hormiga obrera: "Oye, yo también soy una hormiga obrera, tengo hambre, por favor aliméntame". Y la hormiga lo cumple porque el escarabajo usa los mismo químicos. A través de millones de años, este escarabajo ha desarrollado una manera de vivir en una sociedad de hormigas. A lo largo de los años, cuando vivía en ese pueblo, coleccioné 20 000 diferentes escarabajos, y construí un insectario de escarabajos. Esto me llevó a interesarme, desde una edad muy temprana, en la evolución. ¿Cómo se dan todas esas formas?, ¿cómo se da toda esta diversidad? Entonces me convertí en biólogo evolutivo, como Charles Darwin. Y como Charles Darwin, luego de muy poco me comenzó a frustrar el hecho de que la evolución sucedió en su mayoría en el pasado. Estudiamos los patrones que vemos hoy, intentando entender la evolución que tuvo lugar en el pasado, pero en realidad nunca podemos verlo suceder en tiempo real. No lo podemos observar. Como el mismo Darwin dijo: "Nada vemos de estos cambios lentos y progresivos hasta que la mano del tiempo ha marcado el transcurso de las edades". ¿O sí lo hacemos? En las últimas décadas, los biólogos evolutivos se han dado cuenta de que a veces, la evolución avanza mucho más rápido y en realidad sí puede ser observada. Especialmente cuando el ambiente cambia drásticamente y hay una gran necesidad de adaptarse. Y por supuesto, estos días, nosotros solemos causar los grandes cambios ambientales. Segamos, irrigamos, aramos, construimos, expulsamos gases de efecto invernadero a la atmósfera, cambiando el clima. Liberamos plantas y animales exóticos en lugares donde no vivían antes, cosechamos peces, árboles y cazamos para nuestra comida y otras necesidades. Todos estos cambios ambientales alcanzan su epicentro en las ciudades. Las ciudades forman un hábitat completamente nuevo que hemos creado. Lo vestimos con ladrillo, concreto, vidrio y acero, las cuales son superficies impermeables en las que las plantas pueden echar raíces, pero con gran dificultad. En las ciudades encontramos las mayores concentraciones de contaminación química, luz artificial y ruido. Y encontramos mezclas silvestres de plantas y animales de todo el mundo que viven en la ciudad, porque han escapado del comercio de jardinería, acuarios y de mascotas. ¿Y qué hace una especie cuando vive en un entorno completamente cambiado? Muchos, por supuesto, se extinguen, lamentablemente. Pero aquellos que no se extinguen se adaptan de maneras espectaculares. Hoy en día, los biólogos comienzan a ver que las ciudades son una olla a presión de la evolución del presente. Son lugares donde los animales y plantas silvestres están evolucionando rápidamente frente a nuestros ojos para adaptarse a estas nuevas condiciones urbanas. Tal y como lo hizo el escarabajo hormiga hace millones de años cuando se mudó a la colonia de hormigas. Ahora podemos encontrar animales y plantas que se han mudado a la colonia de humanos y se están adaptando a nuestras ciudades. Y al hacerlo, también empezamos a ver que la evolución en realidad puede avanzar muy rápidamente. No siempre se toma largos periodos de años, puede suceder frente a nuestros propios ojos. Este, por ejemplo, es el ratón de patas blancas. Es un mamífero nativo del área alrededor de Nueva York y hace más de 400 años, antes de que se construyera la ciudad, este ratón vivía en todas partes. Pero actualmente, viven atrapados en pequeñas islas verdes, los parques de la ciudad, rodeados por un mar de asfalto y tráfico. Un poco como una versión moderna de los pinzones de Darwin en las Galápagos. Y así como los pinzones de Darwin, los ratones en cada parque por separado han comenzado a evolucionar, han empezado a volverse diferentes unos de otros. Y este es mi colega, Jason Munshi-South, de la Universidad de Fordham, quien está estudiando este proceso. Está estudiando el ADN de los ratones de patas blancas en los parques de Nueva York y trata de entender cómo están empezando a evolucionar en ese archipiélago de islas. Utiliza un tipo de identificación genética y dice: "Si alguien me da un ratón sin decirme de dónde es, sólo con mirar su ADN puedo saber de qué parque viene exactamente". Así de diferentes se han convertido. Y Jason también ha descubierto que estos cambios evolutivos no son al azar, tienen un significado. Por ejemplo, en Central Park, encontramos que los ratones tienen genes evolucionados que les permiten procesar alimentos muy grasosos. Comida humana. 25 millones de personas visitan Central Park cada año. Es el parque más visitado en EE. UU. Y esas persona dejan bocadillos, maní y comida chatarra, y los ratones se han alimentado de eso. Es una dieta completamente diferente a la que acostumbraban, y con los años evolucionaron para adaptarse a esta dieta muy grasosa y humana. Este es otro animal escurridizo citadino. Este es el caracol de jardín europeo. Un caracol muy común que viene en una gran variedad de colores, desde amarillo pálido a marrón oscuro. Y esos colores se determinan completamente por el ADN del caracol. Y esos colores también determinan la gestión térmica del caracol que vive dentro del caparazón. Por ejemplo, un caracol que se sienta a la luz del sol, bajo el sol brillante, si tiene un caparazón amarillo pálido no se calienta tanto como un caracol que está dentro de un caparazón marrón. Así como al sentarse dentro de un auto blanco, uno se mantiene más fresco que sentado dentro de un auto negro. Hay un fenómeno llamado la "isla de calor urbana", y significa que en el centro de una gran ciudad la temperatura puede ser varios grados más alta que afuera de la gran ciudad. Eso tiene que ver con el hecho de que hay concentraciones de millones de personas y todas sus actividades y maquinarias que generan calor. Además, el viento es bloqueado por edificios altos, y todo el acero y ladrillo y concreto absorben el calor solar y lo irradian en la noche. Entonces existe esta burbuja de aire caliente en el centro de una gran ciudad y mis estudiantes y yo pensamos que quizá esos caracoles de jardín, con sus distintos caparazones, se están adaptando a las islas de calor urbanas. Tal vez en el centro de una ciudad encontramos que el color del caparazón está evolucionando en una dirección que reduce el sobrecalentamiento de los caracoles. Para estudiar esto, iniciamos un proyecto de ciencia ciudadana. Creamos una aplicación de teléfono gratuita que le permitía a las personas, en cualquier parte de Holanda, tomarle fotos a caracoles en su jardín, en la calle e incluso en el campo y subirlas a una plataforma de Internet de ciencia ciudadana. A lo largo de un año, recibimos 10 000 imágenes de caracoles fotografiados en Holanda y cuando empezamos a analizar los resultados encontramos que, en efecto, nuestras sospechas se confirmaban. En el centro de las islas de calor urbanas encontramos que los caracoles han desarrollado caparazones más amarillos y de colores más claros. El caracol citadino y el ratón de Manhattan son solo dos ejemplos de una lista cada vez más grande de animales y plantas que han evolucionado para adaptarse a este nuevo hábitat, este hábitat citadino que hemos creado. Y en un libro que escribí sobre el tema, el tema de la evolución urbana, presento muchos ejemplos más. Por ejemplo, malas hierbas que han desarrollado semillas que brotan mejor en la acera. Grillos que han desarrollado una canción que tiene un tono más alto cuando viven cerca de tráfico ruidoso. Mosquitos que han evolucionado para alimentarse de la sangre de humanos que viajan en las estaciones de metro. Y hasta la paloma común de ciudad que ha desarrollado maneras de desintoxicarse de la contaminación por metales pesados, colocándolo en sus plumas. Biólogos como yo, alrededor del mundo, se están interesando en este fascinante proceso de la evolución urbana. Nos estamos dando cuenta de que nos encontramos verdaderamente en un evento único en la historia de la vida en la Tierra. Un ecosistema completamente nuevo que está evolucionando y adaptándose a un hábitat que nosotros creamos. Y no solo académicos, también estamos empezando a reclutar millones de pares de manos, oídos y ojos que están en la ciudad. Junto con ciudadanos científicos y estudiantes estamos creando una red de observación global que nos permite observar este proceso de evolución urbana que está ocurriendo en tiempo real. Y al mismo tiempo, esto también le aclara a las personas que la evolución no es solo algo abstracto que se estudia viajando a las Galápagos, o que es necesario ser paleontólogo para entender lo que es. Es un proceso biológico muy normal que está ocurriendo todo el tiempo, en todo lugar. En su patio trasero, la calle en la que vive, justo afuera de este teatro. Pero hay, por supuesto, otra cara de la moneda. Cuando regreso al pueblo en el que crecí, ya no encuentro esos campos y pantanos que conocía en mi juventud. Ahora el pueblo ha sido absorbido por la conglomeración cada vez mayor de Róterdam, y en su lugar, encuentro centros comerciales, suburbios y carriles de autobuses. Y muchos de los animales y plantas a los cuales estaba acostumbrado han desaparecido, incluyendo quizá el escarabajo hormiga. Pero me consuela el hecho de que los niños que crecen en ese pueblo hoy en día, quizá ya no podrán experimentar la naturaleza tradicional con la que crecí pero están rodeados por una nueva naturaleza, un nuevo tipo de ecosistema que para ellos puede ser tan emocionante como el antiguo lo fue para mí. Están viviendo en un Galápagos nuevo y moderno. Y al trabajar con ciudadanos científicos y biólogos evolutivos como yo, podrían convertirse en los Darwin del siglo XXI, estudiando la evolución urbana. Gracias. (Aplausos)