¿Qué pasaría si tuviesen
un problema realmente obvio
justo enfrente suyo?
Uno del que todo el mundo
estuviese hablando,
uno que los afectase directamente.
¿Harían todo lo que esté
a su alcance para arreglar las cosas
antes de que empeoren?
No estén tan seguros.
Somos mucho más propensos
de lo que nos gustaría admitir
a pasar por alto lo que está
frente a nuestros ojos.
Y, de hecho,
a veces somos más propensos
a alejarnos de los problemas
precisamente porque para nosotros
representan una amenaza
en los negocios, la vida y el mundo.
Quiero darles un ejemplo
de mi mundo: la política económica.
Cuando Alan Greenspan era
presidente de la Reserva Federal,
su trabajo consistía en atender
los problemas económicos de EE. UU.
y asegurarse de que no
se saliesen de control.
Entonces, después del 2006,
cuando los precios inmobiliarios
alcanzaron su pico,
fue cada vez mayor la cantidad
de líderes e instituciones respetables
que hicieron a sonar las alarmas de alerta
sobre los préstamos de riesgo
y el peligro de las burbujas del mercado.
Como saben, en el 2008 todo se vino abajo.
Los bancos colapsaron,
los mercados bursátiles del mundo
perdieron casi la mitad de su valor,
y millones de personas perdieron
sus hogares por la ejecución hipotecaria.
Y en el fondo de todo,
cerca de uno de cada diez
estadounidenses se quedó sin trabajo.
Después de que las cosas
se calmaron un poco,
Greenspan y muchos otros publicaron
un balance que afirmaba lo siguiente:
"Nadie podría haber predicho esta crisis".
Lo llamaron un 'cisne negro'.
Algo que era inimaginable,
imprevisible y totalmente improbable.
Una verdadera sorpresa.
Excepto que no siempre fue una sorpresa.
Por ejemplo, mi departamento
en Manhattan casi duplicó su valor
en menos de cuatro años.
Advertí lo que se avecinaba, y lo vendí.
(Risas)
(Aplausos)
Muchas personas también vieron las señales
y lo advirtieron públicamente
pero fueron ignorados.
No sabíamos exactamente
cómo iba a ser la crisis,
no conocíamos los parámetros exactos,
pero todos podíamos prever
que lo que se venía era
tan peligroso, visible y previsible
como un enorme rinoceronte gris
que iba directamente hacia nosotros.
El concepto de cisne negro da la idea
de que no tenemos control alguno
sobre nuestro futuro.
Y, desafortunadamente, cuanto
menos control creemos tener,
es mucho más probable
que minimicemos el problema
o lo ignoremos completamente.
Y esta peligrosa dinámica
oculta otra cuestión:
muchos de los problemas
a los que nos enfrentamos
son sumamente probables y obvios.
Son problemas que podemos ver,
pero aun así elegimos no hacer nada.
A partir de esto, creé la metáfora
del rinoceronte gris
para satisfacer lo que consideraba
una necesidad urgente,
para ayudarnos a mirar con nuevos ojos,
y con el mismo fervor que la gente
sintió por el cisne negro,
pero esta vez, hacia las cosas
que eran sumamente obvias,
sumamente probables,
pero aun así ignoradas.
Esos son los rinocerontes grises.
Una vez que empiezas a buscarlos
los ves todos los días en las noticias.
Y lo que veo en los titulares
es otro enorme rinoceronte gris:
la alta probabilidad
de una nueva crisis financiera.
Y me pregunto si hemos aprendido
algo en estos últimos diez años.
Si escuchamos a Washington o Wall Street,
estamos casi perdonados por pensar
que todo iría viento en popa.
Pero en China, donde viví mucho tiempo,
la conversación era totalmente distinta.
Desde el equipo de economistas
hasta el mismo presidente Xi Jiping,
hablan específica y claramente
de los riesgos financieros,
como son los rinocerontes grises,
y cómo pueden domarlos.
Para aclarar, China y EE. UU. tienen
sistemas de gobierno muy diferentes,
y eso determina qué pueden hacer y qué no.
Y muchas de las principales causas
de sus problemas económicos
son totalmente diferentes.
Pero no es ningún secreto
que ambos países tienen problemas
con la deuda, la desigualdad
y la productividad económica.
Entonces ¿por qué tendrían
conversaciones tan diferentes?
Esta pregunta podría aplicarse
no solo a los países,
sino a casi todas las personas.
A las empresas automotrices
que priorizan la seguridad
y las que no se molestan
en retirar sus autos defectuosos
hasta que la gente muere.
A los abuelos que, en el proceso
de prepararse para lo inevitable
los que tienen escrito el panegírico,
el menú que se comerá en el funeral.
(Risas)
Mis abuelos lo hicieron.
(Risas)
Todo menos la fecha final
grabada en la lápida.
Por otra parte, hay abuelos
que no dejan sus asuntos en orden,
no se deshacen de los cachivaches
que acumularon por décadas
y luego los hijos deben ocuparse.
Entonces ¿qué marca la diferencia
entre un lado y el otro?
¿Por qué algunas personas
ven las cosas y se ocupan,
mientras que otras apartan la vista?
El primer motivo tiene que ver
con la cultura, la sociedad,
con la gente que nos rodea.
Si piensan que alguien cercano
los va a ayudar a levantarse
cuando se caigan,
es más probable que el peligro
les parezca menor.
Y eso nos permite arriesgarnos
para lo bueno, no solo para lo malo.
Por ejemplo, arriesgarse a la crítica
cuando hablas del peligro
del que nadie quiere que hables.
O aprovechar oportunidades
que pueden asustar un poco,
que, a su manera, son rinocerontes grises.
Estados Unidos tiene una cultura
muy individualista, la de hacerlo solos.
Y, paradójicamente,
esto hace que muchos estadounidenses
sean menos abiertos al cambio
y a correr los riesgos buenos.
En cambio, en China,
la gente cree que el gobierno
va a evitar que ocurran problemas,
lo cual podría no ser siempre así,
pero la gente lo cree.
Creen que pueden contar con sus familias,
y eso los hace más propensos
a correr ciertos riesgos,
como comprar inmuebles en Pekín,
o abrirse a un cambio de rumbo
y, en efecto, la velocidad de cambio
en China es muy sorprendente.
En segundo lugar,
¿cuánto saben de una situación,
y cuánto están dispuestos a aprender?
¿Y están dispuestos a ver cosas
incluso cuando no es lo que quieren?
Es muy poco probable
que prestemos atención
a cosas que queremos ocultar,
que no nos gustan.
Prestamos atención a lo que queremos
ver, lo que nos gusta,
lo que coincide con nuestra opinión.
Pero tenemos la oportunidad y la habilidad
de corregir esos puntos ciegos.
Pasé mucho tiempo hablando con gente
de todos los estratos sociales
sobre los rinocerontes grises
de sus vidas y de sus actitudes.
Y bien podríamos pensar
que las personas con más
miedo de correr riesgos,
las más sensibles a esos temores,
serían las menos abiertas al cambio.
Pero en realidad, ocurre lo contrario.
Descubrí que la gente
dispuesta a reconocer los problemas
a su alrededor y a hacer planes
es la que puede tolerar
más riesgos, riesgos buenos,
y lidiar con los riesgos malos.
Y es porque cuando buscamos información,
aumentamos nuestra capacidad de hacer
algo con las cosas que nos dan miedo.
Lo cual me lleva a mi tercer punto.
¿Cuánto creen que pueden controlar
los rinocerontes grises en sus vidas?
Unas de las razones por la que no actuamos
es porque muchas veces
nos sentimos impotentes.
El cambio climático, por ejemplo,
parece algo tan grande
que ninguno de nosotros
podría marcar una diferencia.
Por eso, algunas personas
van por la vida negándolo.
Otros culpan a todos,
excepto a ellos mismos.
Como mi amigo que dice
que no renunciará a su vehículo
hasta que dejen de construir
plantas de carbón en China.
Pero tenemos la oportunidad de cambiar.
No hay dos personas iguales.
Cada uno de nosotros tiene
la oportunidad de cambiar su actitud,
la nuestra y la de quienes nos rodean.
Hoy, quiero invitarlos a todos Uds.
a que me ayuden a iniciar
una conversación abierta y sincera
con la gente que los rodea
sobre los rinocerontes grises en el mundo,
y evaluar con despiadada sinceridad
si los estamos manejando bien.
Escucho demasiadas veces en EE. UU.:
"Claro que deberíamos tratar
los problemas obvios
pero, si no los tienes enfrente,
o eres tonto o ignorante".
Eso es lo que dicen,
y estoy en total desacuerdo.
Si no vemos lo que tenemos enfrente,
no somos tontos ni ignorantes.
Somos humanos.
Y una vez que todos reconozcamos
esa vulnerabilidad compartida,
tendremos el poder de abrir los ojos
para ver lo que está frente a nosotros
y actuar antes de que nos aplasten.
(Aplausos)
Gracias.