Ningún otro órgano,
quizás ningún otro objeto
en la vida humana,
está tan imbuido de metáforas y
significados como el corazón humano.
En el transcurso de la historia,
el corazón ha sido un símbolo
de nuestras vidas emocionales.
Fue considerado por muchos
como el asiento del alma,
el repositorio de las emociones.
La misma palabra "emoción" proviene
en parte del verbo francés "émouvoir"
que significa "agitar".
Y quizás sea lógico que las emociones
estén vinculadas a un órgano
caracterizado por su movimiento agitado.
Pero ¿cuál es ese vínculo?
¿Es real o puramente metafórico?
Como especialista del corazón,
estoy aquí para decirles
que ese vínculo es muy real.
Las emociones, verán,
pueden y tiene un efecto físico directo
en el corazón humano.
Pero antes de entrar en esto,
hablemos un poco
sobre el corazón metafórico.
El simbolismo del corazón emocional
perdura hasta hoy.
Si preguntamos a las personas
qué imagen asocian más con el amor,
no hay duda de que el corazón de
San Valentín encabezaría la lista.
La forma del corazón, llamada cardioide,
es común en la naturaleza.
Se encuentra en las hojas,
flores y semillas de muchas plantas,
incluyendo el silfio,
usado para el control de
la natalidad en la Edad Media
y quizás es la razón
por la cual el corazón se asoció
con sexo y amor romántico.
Por cualquier razón,
los corazones comenzaron a aparecer
en pinturas de amantes en el siglo XIII.
Con el tiempo,
las imágenes se volvieron rojas,
el color de la sangre,
un símbolo de la pasión.
En la Iglesia católica romana,
la forma del corazón se conoció
como el Sagrado Corazón de Jesús.
Adornado con espinas y
emitiendo luz etérea,
se convirtió en una insignia
del amor monástico.
Esta asociación entre corazón y amor
ha resistido hasta la modernidad.
Cuando Barney Clark, dentista retirado con
insuficiencia cardíaca en etapa terminal,
recibió el primer corazón artificial
permanente en Utah en 1982,
según los informes, su esposa
de 39 años preguntó a los médicos:
"¿Seguirá siendo capaz de amarme?".
Hoy sabemos que el corazón
no es la fuente del amor
o de las otras emociones, per se;
los antiguos estaban equivocados.
Y, sin embargo, cada vez más,
hemos llegado a comprender
que la conexión entre el corazón
y las emociones es muy íntima.
El corazón puede
no originar nuestros sentimientos,
pero es muy sensible a ellos.
En cierto sentido,
un registro de nuestra vida emocional
está escrito en nuestros corazones.
El miedo y la pena, por ejemplo, pueden
causar una lesión cardíaca profunda.
Los nervios que controlan procesos
inconscientes como el latido del corazón
pueden sentir angustia
y desencadenar una respuesta
de lucha o huida desadaptativa
que provoca la constricción
de los vasos sanguíneos,
un ritmo galopante en el corazón
y una subida de la presión arterial
que causa daños.
En otras palabras,
cada vez está más claro que
nuestros corazones son extraordinariamente
sensibles a nuestro sistema emocional,
al corazón metafórico, si se quiere.
Existe un trastorno cardíaco reconocido
por primera vez hace unas dos décadas.
llamado "miocardiopatía de takotsubo"
o "síndrome del corazón roto"
en el que el corazón se debilita mucho
en respuesta al estrés intenso o al dolor,
tras una ruptura de una relación amorosa
o la muerte de un ser querido.
Como muestran estas imágenes,
el corazón afligido en el medio,
se ve muy diferente
al corazón normal de la izquierda.
Parece aturdido
y con frecuencia los abombamientos
son la forma distintiva de un takotsubo,
que se muestra a la derecha,
una vasija japonesa
con una base ancha y un cuello estrecho.
No sabemos exactamente
por qué sucede esto,
y el síndrome generalmente
se soluciona en pocas semanas.
Sin embargo, en el período agudo,
puede causar insuficiencia cardíaca
arritmias potencialmente mortales,
incluso la muerte.
Por ejemplo, el esposo
de una paciente anciana mía
murió recientemente.
Estaba triste, por supuesto,
pero lo aceptaba.
Quizás incluso un poco aliviada.
Había sido una enfermedad muy larga;
él había tenido demencia.
Pero una semana tras funeral,
ella miró su foto
y empezó a estar llorosa.
Y luego desarrolló dolor en el pecho,
le faltaba el aire,
tenía distensión de las venas
del cuello, cejas sudorosas,
un jadeo notable mientras
estaba sentada en una silla.
Todos los signos
de insuficiencia cardíaca.
Fue ingresada en el hospital,
donde un ultrasonido confirmó
lo que ya sospechábamos:
su corazón se había debilitado
a menos de la mitad de su capacidad normal
y se había abombado
de la forma distintiva de un takotsubo.
Pero ninguna otra prueba era negativa.
No había signos de arterias
obstruidas en ninguna parte.
Dos semanas después, su estado emocional
había vuelto a la normalidad.
Entonces, un ultrasonido confirmó,
lo que tenía en su corazón.
La miocardiopatía de takotsubo se
relaciona con situaciones estresantes,
incluyendo la de hablar en público,
(Risas)
(Aplausos)
disputas domésticas, pérdidas en el juego,
incluso con una fiesta sorpresa
de cumpleaños.
(Risas)
Incluso se ha asociado
con un trastorno social generalizado,
como el de después de un desastre natural.
Por ejemplo, en 2004,
un terremoto masivo devastó un distrito
en la isla más grande de Japón.
Más de 60 personas murieron
y miles resultaron heridas.
Como resultado de esa catástrofe,
los investigadores encontraron que
los casos de la miocardiopatía takotsubo
aumentaron 24 veces en el distrito
un mes después del terremoto,
en comparación
con un período similar el año anterior.
Las residencias de estos casos,
estrechamente correlacionadas
con la intensidad del temblor.
En casi todos los casos,
los pacientes vivían cerca del epicentro.
Curiosamente la miocardiopatía takotsubo
también se ha constatado
tras un evento feliz,
no obstante, el corazón parece
reaccionar de manera diferente
abonbándose en la parte media,
por ejemplo, y no en el ápice.
El por qué diferentes precipitantes
emocionales dan como resultado
diferentes cambios cardíacos,
sigue siendo un misterio.
Pero hoy, tal vez como una oda
a nuestros filósofos antiguos,
podemos decir que incluso si las emociones
no están dentro de nuestros corazones,
el corazón emocional se superpone
a su contraparte biológica
de manera sorprendente y misteriosa.
Síndromes cardíacos,
incluida la muerte súbita,
han venido reportándose durante
mucho tiempo en personas que sufren
un trastorno emocional intenso o
agitación en sus corazones metafóricos.
En 1942 el fisiólogo
de Harvard Walter Cannon
publicó un artículo titulado
"'Muerte vudú"
en el que describió
casos de muerte por susto
en personas que creyeron
que habían sido maldecidas,
como por un médico brujo o
como consecuencia de comer fruta tabú.
En muchos casos la víctima,
habiendo perdido toda esperanza,
cayó muerta en el acto.
Lo que estos casos tenían en común
era la creencia absoluta de la víctima
que había una fuerza externa
que podría causar su desaparición,
y contra la cual no había
fuerza alguna de lucha.
Esta percepción de falta de control,
postuló Cannon,
resultaba en una respuesta
fisiológica no mitigada,
en el que los vasos sanguíneos
se contraían en tal grado
que ese volumen de sangre
bajaba agudamente,
la presión sanguínea se desplomaba,
el corazón se debilitaba agudamente
y el daño masivo a los órganos resultante
era por la falta de oxígeno transportado.
Cannon creía que las muertes vudú
estaban limitadas
a pueblos indígenas o "primitivos".
Pero con los años, se ha demostrado
que este tipo de muertes ocurren
en todo tipo de personas modernas,
también.
Hoy, la muerte por dolor
se ha visto en cónyuges y hermanos.
Los corazones rotos son
literal y metafóricamente mortales.
Estas asociaciones son válidas
incluso para los animales.
En un estudio fascinante publicado
en 1980 en la revista "Science"
los investigadores alimentaron
a conejos enjaulados
con una dieta alta en colesterol
para estudiar su efecto
sobre la enfermedad cardiovascular.
Sorprendentemente, descubrieron que
algunos conejos desarrollaron
más enfermedad que otros,
pero no pudieron explicar por qué.
Los conejos tenían una dieta, ambiente
y composición genética muy similares.
Pensaron que podría tener algo que ver
con la frecuencia que el técnico
interactuaba con los conejos.
Entonces repitieron el estudio,
dividiendo los conejos en dos grupos.
Ambos grupos fueron alimentados
con una dieta alta en colesterol.
Pero en un grupo, los conejos
fueron sacados de sus jaulas,
los acariciaron, les hablaron
y jugaron con ellos,
y en el otro grupo de conejos
permanecieron en sus jaulas solos.
Al año se hizo la autopsia,
y los investigadores encontraron
que los conejos en el primer grupo,
que recibió interacción humana,
tenían 60 % menos enfermedad aórtica
que los conejos del otro grupo,
a pesar de tener niveles de colesterol,
presión arterial y
frecuencia cardíaca similar.
Hoy el cuidado del corazón ya no es
una provincia de filósofos,
donde habitan los significados
metafóricos del corazón,
sino más bien
el dominio de médicos como yo,
que manejan tecnologías
que incluso hace un siglo,
debido al estado exaltado
del corazón en la cultura humana,
fueron considerados tabú.
En el proceso,
el corazón se ha transformado.
de un objeto casi sobrenatural
imbuido de metáfora y significado
a una máquina que puede
ser manipulada y controlada.
Pero este es el punto clave:
estas manipulaciones,
que ahora entendemos,
deben complementarse
con atención a la vida emocional
que, durante miles de años,
se creía que el corazón contenía.
Consideren, por ejemplo, el ensayo
"Lifestyle Heart Trial"
publicado en la revista británica
"The Lancet" en 1990.
A 48 pacientes con enfermedad
coronaria moderada o grave
se les asignó aleatoriamente
un estilo de vida habitual
o un estilo de vida intensivo que incluía
una dieta vegetariana baja en grasa,
ejercicio aeróbico moderado,
apoyo psicosocial grupal
y consejos para el manejo del estrés.
Los investigadores encontraron que
los pacientes con el nuevo estilo de vida
lograron una reducción
de casi 5 % en su placa coronaria.
El grupo de control, por otro lado,
tenía un 5 % más de placa coronaria al año
y un 28 % más a los cinco años.
También tenían casi el doble
de la tasa de eventos cardíacos,
como ataques cardíacos,
cirugía de derivación coronaria
y muertes relacionadas con el corazón.
Aquí hay un hecho interesante:
algunos pacientes en el grupo de control
adoptaron planes de dieta y ejercicio
que fueron casi tan intensos como
los del grupo de estilo de vida intensivo.
Su enfermedad cardíaca aún progresaba.
La dieta y el ejercicio por sí solos
no fueron suficientes
para facilitar la regresión
de la enfermedad coronaria.
En los seguimientos de uno y cinco años,
el manejo del estrés estaba
más fuertemente correlacionado
con la reversión de enfermedad coronaria
de lo que fue el ejercicio.
Sin duda, este y otros estudios
similares son pequeños,
y, por supuesto, la correlación
no prueba la causalidad.
Ciertamente es posible que el estrés
conduzca a hábitos poco saludables,
y esa es la verdadera razón
del aumento del riesgo cardiovascular.
Pero como con la asociación
de fumar y cáncer de pulmón,
cuando tantos estudios muestran lo mismo,
y cuando existen mecanismos
para explicar una relación causal,
parece arbitrario negar
que probablemente exista alguna.
Lo que muchos médicos han concluido,
y yo también en mis casi dos décadas
como especialista del corazón,
es que el corazón emocional se cruza
con su contraparte biológica
de maneras sorprendentes y misteriosas.
Y, sin embargo, la medicina hoy continúa
conceptualizando el corazón como máquina.
Esta conceptualización
ha tenido grandes beneficios.
La cardiología, mi campo,
es sin duda una de
las mejores historias de éxito científico
de los últimos 100 años.
Estents, marcapasos, desfibriladores,
cirugía de derivación coronaria,
trasplantes de corazón...
todas estas cosas fueron desarrolladas o
inventadas tras la II Guerra Mundial.
Sin embargo, es posible
que nos estamos acercando a los límites de
lo que puede hacer la medicina científica
para combatir enfermedades del corazón.
De hecho, la tasa de disminución
de la mortalidad cardiovascular
ha disminuido significativamente
en la última década.
Tendremos que cambiar
a un nuevo paradigma
para continuar haciendo el tipo de
progreso al que nos hemos acostumbrado.
En este paradigma, factores psicosociales
deberán estar al frente y en el centro
en cómo pensamos acerca
de los problemas del corazón.
Esta va a ser una batalla cuesta arriba,
y sigue siendo un dominio
en gran parte inexplorado.
La American Heart Association todavía
no menciona el estrés emocional
como factor de riesgo modificable clave
para la enfermedad cardíaca,
quizás en parte porque el colesterol
en sangre es mucho más fácil de bajar
que el trastorno emocional y social.
Hay una mejor manera, tal vez,
si lo reconocemos
cuando decimos "un corazón roto".
De hecho, a veces estamos hablando
de un verdadero corazón roto.
Debemos prestar más atención al poder
y la importancia de las emociones.
al cuidar de nuestros corazones.
He aprendido que el estrés emocional
a menudo es una cuestión de vida o muerte.
Gracias.
(Aplausos)