Cuándo inicié mi carrera a eso de los quince años, mi mejor amiga Gabi fue internada producto de un grave trastorno alimenticio que la hizo llegar a pesar 37 kg. Me preocupé muchísimo. No sabía como ayudarla. Sabemos que la salud mental se ha convertido en un privilegio y qué poco se habla acerca de estos temas. Menos de cómo abordarlo. Cosa que no debiese ser así. Pero esta charla consta de otra cosa, así que voy a seguir. Sucedió que unos de esos días que yo habituaba a ir al estudio después del colegio, quise grabar esta canción que escribí junto a mi madre: "Amiga". Era una canción que le habíamos escrito a ella y que intentaba comunicar y expresar cuánto la amaba y cuanto quería que ella estuviera bien, que se recuperara. Fue mi manera más profunda de comunicarme con ella. Había comenzado a trabajar de muy pequeña y, al paso del tiempo, comencé a vivir una pequeña crisis interna producto de que había tomado conciencia de que, de alguna u otra manera, yo misma me había transformado en un producto con una fecha de expiración. Recuerdo que fue bastante duro para mí caer en cuenta de eso a tan temprana edad, porque yo no quería eso para mí. Definitivamente, no quería eso. Quería comunicar, quería sentirme útil, quería que se me tomara en cuenta, quería compartir mis ideas... sentirme comprendida. Y por sobre todo, pertenecer al mundo, trascender. Frustrada y muy triste, viviendo, además, una sensación de "cesantía precoz", sí, porque así la llamo yo, porque realmente a los 19 ya había quedado cesante y no sabía muy bien a dónde ir ni cómo seguir, mientras todos mis otros pares vivían una realidad completamente diferente. El producto estaba para ser desechado, prácticamente como quien bota el envoltorio de un chicle con el mismo chicle adentro que ya había perdido su sabor. En esos momentos, paralelamente, había comenzado a observar y ver algo de lo que empezaba ocurrir en torno a la canción que le escribí a Gabi. Me llegaban muchos mensajes. Curiosamente la gente sentía una confianza para compartirme sus experiencias. Y comencé a descubrir que la gente conectaba mucho con lo que decía la letra. Compartíamos juntos una experiencia sin conocernos. Nos sentíamos comprendidos mutuamente y algo comenzó a gestarse en mí. Una pequeña esperanza, una resignificación de mi espacio y de mi entorno. Comencé a percibir que la gente podía conectarse conmigo y que yo podía provocar algo en un otro, que podía armar y contribuir desde lo yo que más disfrutaba hacer, construyendo algo hermoso, que yo misma podía transformar mi proyecto hacia otro destino. Un día tuvimos una charla muy profunda con Gabi, y era uno de esos días en el que iba a abandonarlo todo. Estaba a pasos de tirar la toalla, pues habitar la industria popular, manteniendo tu esencia, a veces realmente se hace muy difícil, sobre todo teniendo a tanta gente encima diciéndome cómo debiera hacer las cosas. Algunos no confiaban en mí, y lo siguen haciendo. A ellos, saludos. Y otros que intentaban imponer su visión sobre mi propia identidad Ella me sinceró entre lágrimas, mientras yo la escuchaba llorando también, cuán importante había sido para ella esta canción en su recuperación. Y me hizo ver más tangiblemente la gran posibilidad que tenía una oportunidad. Tomé en cuenta lo trascendental que había sido para ella esta canción. Y, desde ese momento, mi vida cambió. Descubrí que la única manera en que las personas realmente conectaban conmigo era si yo era honesta, auténtica, genuina, transparente... Y me propuse a toda costa habitar la música popular, generando contenidos constructivos, aprovechando este espacio para contribuir y ayudar de alguna manera a otras personas. Cuando decidí abrir esa intimidad que tanto había cuidado y protegido por miedo al rechazo o al juicio, descubrí que la gente veía en mí eso que yo mismo estaba buscando en mí y en mi entorno: vulnerabilidad y honestidad. Las personas le dieron valor a aquello que yo no supe valorar. Y desde ese lugar decidí continuar mi camino, luchando para mantenerme fiel a mí misma y a mis convicciones. Y todo hubiera sido muy distinto si no hubiera tenido compañeras como Gabi, mi madre, mi hermana, mi abuela, la Dani o como otras mujeres como Ana y Lore que se sumaron después a mi proyecto, que me llevaron e invitaron a encontrar y descubrir el lugar que yo quería habitar dentro de la música. Cuando comencé a explorar la composición, el desarrollo artístico de mi proyecto, me encontré con el quehacer social y artístico de las mujeres en la sociedad. Porque como mujer me topé con muchas trabas, barreras y juicios que poco a poco fui derribando. En paralelo, Gabi entraba nuevamente como fuente de inspiración, porque, después de mi madre y abuela, no hay mujer que admire más. Gabi se enfrentó directamente a una relación muy tormentosa y tóxica que la verdad no terminó para nada bien. A partir de esa experiencia, de nuevo nace en mí la necesidad de querer ayudarla, de querer cobijarla. Desde su más íntima angustia, Gabi me dio la fuerza y el privilegio para entender cuál es la realidad que me gustaría cambiar. Fue mi fuente de conexión e inspiración para enlazarme con las miles de otras mujeres en el mundo que estaban enfrentando estas situaciones y para tomar conciencia de lo que todas las mujeres vivimos en algún momento de nuestras vidas. Somos el cúmulo de creencias enseñadas, de patrones establecidos, de estructuras construidas y generadas a partir de nuestro entorno. Todas hemos escuchado frases como "Quien te quiere, te aporrea" o hemos escuchado canciones en la radio con frases muy típicas como "duele el amor sin ti", "sin ti no soy nada", "me falta el aire si tú no estás" y así podría seguir eternamente. Sabemos que también en la música popular actual se pueden encontrar muchas letras que dejan bastante que desear. Con todos mis respetos, claro. Pero la música popular es un reflejo de cómo se está relacionando nuestra sociedad, y yo hoy veo otra sociedad. Creo y confío en otra sociedad. ¿Qué pasaría si hubiéramos crecido con otro tipo de contenido? A partir de lo sucedido con Gabi, intenté adquirir la mayor cantidad de herramientas posibles para desarrollar una opinión crítica y a la vez más consciente. Estudié y sigo estudiando. Fui desarrollando esa mirada crítica, pero soy de la idea de accionar y hacer. Situaciones como estas son el motor de mi acción. Y yo hoy acciono desde la música popular. Yo hago música popular con la intención de prevenir, crecer conociendo el valor propio. Es prevenir llevarnos a descubrir y a explorar lo que significa el amor sin la necesidad de pasar por experiencias dañinas o tóxicas. Conociendo y creciendo con otro tipo de patrones, tal vez, hubiéramos delimitado desde antes nuestra intimidad para cuidarla y atesorarla. No digo que la música popular debiese educar a una sociedad, porque asumir esa carga sería muy duro, y, además, creo una batalla perdida. Pero si puedo hacer algo desde mi espacio y mi lugar, ¿por qué no? Las invito a conectarse con el poder que realmente tienen. Nos han hecho creer que somos menos poderosos de lo que somos, pero tenemos un poder real. Tan real que está en lo cotidiano, en nuestras acciones y en cómo forjamos nuestra realidad. Debemos reconocerlo para poder aprovecharlo a favor de nuestra sociedad y, por ende, al nuestro. Si queremos cambios en el exterior, debemos hacer un cambio en nuestro interior también. Y para eso es clave nutrirnos, equivocarnos, comunicarnos, conocer otras opiniones, construirse y deconstruirse para luego reconstruirse, cultivarse todos los días, comprender que somos todas distintas y diferentes, porque nuestras experiencias en la vida son distintas. Tomar conciencia de nuestro poder nos permite entender profundamente que lo que yo hago hoy, cada acción que haga, repercute de alguna manera en un otro y lo que un otro haga repercute en mí. Yo acciono desde la música popular. ¿Y tú? Gracias.