Hoy tenemos un regalo maravilloso para ti. Este poema está lleno de palabras aparentemente sin sentido que de alguna manera terminan teniendo sentido. ¿Listos para ver si puedes seguirlo? Sin más preámbulos, presentamos: "Galimatazo", por Lewis Carroll. Brillaba, brumeando negro, el sol; agiliscosos giroscaban los limazones banerrando por las váparas lejanas; mimosos se fruncían los borogobios mientras el momio rantas murgiflaba. "¡Cuídate del Galimatazo, hijo mío! ¡Guárdate de los dientes que trituran y de las zarpas que desgarran! ¡Cuídate del pájaro Jubo-Jubo y que no te agarre el frumioso Zamarrajo!" Valiente empuñó el gladio vorpal; a la hueste manzona acometió sin descanso; luego, reposóse bajo el árbol del Tántamo y quedóse sesudo contemplando. Y así, mientras cavilaba firsuto. ¡Hete al Galimatazo, fuego en los ojos, que surge hedoroso del bosque turgal y se acerca raudo y borguejeando! ¡Zis, zas y zas! ¡Una y otra vez zarandeó tijereteando el gladio vorpal! Bien muerto dejó al monstruo, y con su testa ¡volvióse triunfante galompando! "¿Y haslo muerto? ¿Al Galimatazo? ¡Ven a mis brazos, mancebo sonrisor! ¡Qué fragarante día! ¡Jujurujúu! ¡Jay, jay!" Carcajeó, anegado de alegría. Pero brumeaba ya negro el sol; agiliscosos giroscaban los limazones banerrando por las váparas lejanas; mimosos se fruncían los borogobios mientras el momio rantas necrofaba.