La historia que voy a contar hoy,
para mí empezó en 2006.
Fue cuando oí por primera vez sobre
el brote de una enfermedad misteriosa
que estaba ocurriendo
en la selva amazónica de Perú.
Las personas que enfermaron
por esta afección
tenían síntomas horribles, pesadillas.
Tenían dolores de cabeza enormes
no podían comer ni beber.
Algunos incluso estaban alucinando,
confusos y agresivos.
Lo más trágico de todo
era que muchas de las víctimas eran niños.
Y de todos los que enfermaron,
ninguno sobrevivió.
Resultó que lo que estaba
matando a la gente era un virus,
pero no era el ébola, no era el zika,
ni siquiera era un virus nuevo
nunca visto por la ciencia.
Estas personas morían
por un antiguo asesino
que conocemos desde hace siglos.
Se morían por la rabia.
Y todo lo que tenían en común
era que mientras dormían,
fueron mordidos por el único mamífero
que se alimenta solo a base de sangre:
el murciélago vampiro.
Este tipo de brotes que saltan
de murciélagos a personas,
se han vuelto cada vez más comunes
en el último par de décadas.
En 2003, fue SARS.
Apareció en los mercados
chinos de animales
y se extendió mundialmente.
Ese virus, como el de Perú, al final
se remonta a los murciélagos,
que probablemente lo han hospedado,
sin ser detectado, por siglos.
Entonces, 10 años después, vemos
aparecer el ébola en el oeste de África,
y eso nos sorprendió a casi todos
porque, de acuerdo con
la ciencia de esa época
no se suponía que estuviera
en el oeste de África.
Terminó causando el brote de ébola
más grande y extendido
en la Historia.
Hay una tendencia inquietante, ¿no?
Los virus mortales están apareciendo
en lugares donde no podíamos esperar,
y como comunidad de salud global,
nos pisan los talones.
Perseguimos constantemente
la próxima emergencia viral
en este ciclo perpetuo,
tratando de extinguir epidemias
después de que ya hayan comenzado.
Con nuevas enfermedades
que aparecen cada año,
ahora es realmente el momento
en que necesitamos pensar
qué podemos hacer al respecto.
Si solo esperamos
a que ocurra otro ébola,
podríamos no ser tan afortunados
la próxima vez,
enfrentar un virus diferente,
uno más mortal,
que se extienda mejor entre la gente,
o tal vez uno que simplemente
supere nuestras vacunas,
dejándonos indefensos.
¿Podemos anticipar las pandemias?
¿Podemos detenerlas?
Son preguntas difíciles de responder,
y la razón es que las pandemias,
las que se extienden globalmente,
las que realmente queremos anticipar,
en realidad son eventos muy raros.
Y para nosotros, como especie,
es algo bueno,
es por lo que estamos aquí.
Pero desde el punto de vista científico
es un pequeño problema.
Eso es porque si algo sucede
una o dos veces,
no es suficiente para encontrar patrones.
Patrones que podrían decirnos cuándo
y dónde golpeará la próxima pandemia.
¿Así que, qué hacemos?
Bueno, creo que una de las soluciones
que podríamos tener es estudiar los virus
que rutinariamente saltan
de animales silvestres a personas,
o nuestras mascotas, nuestro ganado,
incluso si no son los mismos virus
que creemos que causarán pandemias.
Si podemos usar esos virus
asesinos cotidianos
para resolver algunos patrones
de lo que impulsa el salto inicial
y crucial de una especie a la siguiente,
y, potencialmente,
cómo podríamos detenerlo,
entonces acabaremos mejor preparados
para aquellos virus que saltan
entre especies con menos frecuencia
pero representan mayor
amenaza de pandemia.
Ahora, la rabia, tan terrible como es
resulta ser un virus bastante
agradable en este caso.
La rabia es un virus mortal y aterrador.
Tiene un 100 % de mortalidad.
Eso significa que si se infecta
con la rabia y no es tratado pronto,
no hay nada que se pueda hacer.
No hay cura.
Morirá.
Y la rabia tampoco es
un problema del pasado.
Incluso hoy, la rabia aún mata
de 50 a 60 000 personas cada año.
Solo pongan ese número en perspectiva.
Imaginen que todo el brote
de ébola en el oeste de África,
alrededor de dos años y medio,
se resuma a las personas
que murieron en ese brote
en solo en un año.
Eso es bastante malo.
Pero luego multiplíquelo por cuatro
y eso es lo que ocurre
con la rabia cada año.
Lo que diferencia a la rabia
de un virus como el ébola
es que cuando la gente lo contrae
suele no propagarla.
Eso significa que cada vez que
una persona contrae la rabia
es porque fue mordida
por un animal rabioso,
y normalmente,
es un perro o un murciélago.
Pero también significa que
estos saltos entre especies
que son tan importantes de entender,
pero raros en la mayoría de virus,
para la rabia, en realidad,
están sucediendo de a miles.
En cierto modo, la rabia
es casi como la mosca de la fruta
o el ratón de laboratorio
de los virus mortales.
Es un virus que podemos usar
y estudiar para encontrar patrones
y potencialmente probar nuevas soluciones.
Y cuando escuché por primera vez
sobre este brote de rabia
en la Amazonía peruana,
me pareció algo potencialmente poderoso
porque era un virus que estaba saltando
de murciélagos a otros animales
con la frecuencia suficiente
para que podamos anticiparlo...
Quizás incluso detenerlo.
Como estudiante graduado de primer año
con un vago recuerdo de mi clase
de español en secundaria
salté en un avión y volé a Perú,
buscando murciélagos vampiro.
Y los primeros años de este proyecto
fueron realmente difíciles.
No faltaron planes ambiciosos
para librar a Latinoamérica de la rabia.
Pero, al mismo tiempo,
parecía haber un suministro ilimitado
de deslizamiento de tierra y neumáticos,
apagones, insectos estomacales,
todos deteniéndome.
Pero eso fue parte del viaje,
trabajando en Sudamérica,
y para mí, era parte de la aventura.
Pero lo que me mantuvo en marcha
era saber que por primera vez
el trabajo que hacía
podría tener algún impacto real
sobre la vida de la gente a corto plazo.
Y fue lo que más me impactó
cuando salimos al Amazonas
e intentamos atrapar murciélagos vampiro.
Todo lo que teníamos que hacer era
aparecer en un pueblo y preguntar por ahí
"¿Quién ha sido mordido
por un murciélago?"
Y la gente alzaba sus manos,
porque en estas comunidades,
ser mordido por un murciélago
es algo cotidiano,
ocurre cada día.
Y todo lo que teníamos que hacer
era ir a la casa correcta,
abrir una red
y aparecer por la noche,
y esperar hasta que los murciélagos
intentaran volar y tomar sangre humana.
Para mí, ver a un niño con una herida
en la cabeza o sangre en las sábanas
era más que suficiente motivación
para superar cualquier dolor
logístico o de cabeza
que sintiera ese día.
Sin embargo, como estuvimos
trabajando toda la noche,
tuve mucho tiempo para pensar
cómo solucionaría este problema,
y me llamó la atención que
había dos preguntas candentes.
La primera es que sabemos que
la gente es mordida todo el tiempo,
pero los brotes de rabia
no ocurren todo el tiempo,
cada dos años,
tal vez incluso cada década,
se produce un brote de rabia.
Si pudiéramos anticipar de algún modo
cómo y cuándo sería el siguiente brote,
esa sería una oportunidad real,
podríamos vacunar a la gente
con anticipación,
antes de que alguien muera.
Pero la otra cara de la moneda
es que la vacuna es solo una tirita.
Es una estrategia de control de daños.
Por supuesto, es vital e importante
y tenemos que hacerlo,
pero al final del día,
no importa cuántas vacas,
cuánta gente vacunemos,
tendremos exactamente la misma
cantidad de rabia en los murciélagos.
El riesgo real de ser mordido
no ha cambiado en absoluto
Mi segunda pregunta era esta:
¿Podíamos de alguna manera
cortar el virus en su origen?
Si pudiéramos reducir la cantidad
de rabia en los propios murciélagos,
entonces eso sería un punto de inflexión.
Habíamos estado hablando de cambiar
de una estrategia de control de daños
a una basada en prevención.
¿Cómo comenzamos a hacer eso?
Bueno, lo primero que
necesitábamos entender
era como este virus trabaja
en su anfitrión natural,
en los murciélagos.
Y es una tarea difícil para
cualquier enfermedad infecciosa,
particularmente en una especie
solitaria como los murciélagos,
pero teníamos que empezar
por algún sitio.
Comenzamos mirando datos históricos.
¿Cuándo y dónde ocurrieron
estos brotes en el pasado?
Y quedó claro que la rabia era un virus
que tenía que estar en movimiento.
No podía quedarse quieto.
El virus podría circular en un área
un año, quizás dos,
pero si no encuentra un nuevo
grupo de murciélagos que infectar
seguramente se extinguirá.
Con esto, resolvimos la pieza clave
del desafío de la transmisión de la rabia.
Sabíamos que lidiábamos
con un virus en movimiento,
pero aún no podíamos decir a dónde iba.
En esencia, quería algo parecido
a una predicción de Google Maps,
es decir, "¿Cuál es el destino del virus?
¿Cuál es la ruta que tomará
para llegar ahí?
¿Qué tan rápido se moverá?"
Para hacer eso, recurrí
a los genomas de la rabia.
Verán, la rabia, como muchos otros
virus, tiene un pequeño genoma,
pero uno que evoluciona
muy, muy rápido.
Tan rápido que para cuando el virus
haya pasado de un punto al siguiente,
habrá detectado un par
de mutaciones nuevas.
Solo debemos conectar los puntos
a través de un árbol evolutivo,
y eso nos dirá dónde estuvo
el virus en el pasado
y cómo se propagó por el paisaje.
Así que fui y recolecté cerebros de vaca,
porque allí es donde se consigue
los virus de la rabia.
Y de las secuencias de genoma
que conseguimos de los virus
de esos cerebros de vaca
pude calcular
que este es un virus que se extiende
entre 6 y 12 km cada año.
Significa que ahora tenemos
el límite de velocidad del virus,
pero aún perdiendo otra parte clave
de por dónde entra en primer lugar.
Para eso necesitaba pensar
un poco más como un murciélago,
porque la rabia es un virus,
no se mueve por sí solo,
tiene que ser movido
por su murciélago anfitrión,
necesité pensar sobre qué tan lejos
volar y con qué frecuencia.
Mi imaginación no llegó a tanto
ni tampoco los rastreadores digitales
que primero tratamos de ponerles.
No pudimos obtener
la información que necesitábamos.
En su lugar, recurriremos
a los patrones de apareamiento.
Podíamos observar ciertas
partes del genoma
y nos decían que algunos grupos
de murciélagos se estaban apareando
y otros estaban más aislados.
Y el virus seguía básicamente
el rastro trazado por sus genomas.
Sin embargo, uno de estos trazados
destacó por ser un poco sorprendente,
difícil de creer.
Era uno que parecía cruzar
directamente los Andes peruanos,
cruzando desde el Amazonas
al litoral pacífico,
y eso era un poco difícil de creer,
como dije, porque
los Andes son muy altos,
unos 6700 metros,
y demasiado elevados para que
un murciélago pueda volar
Aún así...
(Risas)
cuando miramos más de cerca,
vimos, en la parte norte de Perú,
una red de sistemas de valles
no demasiado alta
para que los murciélagos de ambos
lados se apareasen.
Y miramos un poco más de cerca,
efectivamente, había rabia
propagándose por esos valles,
a unas 6 kilómetros al año.
Exactamente como predijeron
nuestros modelos evolutivos.
Lo que no les conté
es que eso es realmente algo importante
porque nunca antes se vio la rabia
en las laderas occidentales de los Andes,
o en todo el litoral pacífico
de América del Sur,
así que estábamos siendo testigos,
en vivo, de una primera invasión histórica
en una parte bastante grande
de América del Sur,
lo que plantea la pregunta clave:
"¿Qué vamos a hacer al respecto?"
Lo obvio a corto plazo que
podemos hacer es decir a la gente:
necesitan vacunarse Uds.,
vacunar a tus animales;
la rabia se acerca.
Pero a largo plazo,
sería aún más poderoso
si pudiéramos usar nueva información
para evitar por completo
que llegue el virus.
Por supuesto, no podemos decir
a los murciélagos: "No vuelen hoy",
pero tal vez podríamos evitar que
el virus se pasee con el murciélago.
Y eso nos da una lección clave
que hemos aprendido
de los programas de control
de la rabia por todo el mundo,
ya sean perros, zorros, mofetas, mapaches,
América del Norte, África, Europa.
Es que vacunar a la causa animal
es lo único que detiene la rabia.
¿Podemos vacunar a los murciélagos?
Han oído hablar de vacunar
a perros y gatos,
pero no se escucha mucho
de la vacunación de murciélagos.
Puede sonar disparatado,
pero las buena noticia es que tenemos
vacunas comestibles para la rabia
diseñadas especialmente para murciélagos.
Y lo que es aún mejor
es que las vacunas se pueden
transmitir murciélago a murciélago.
Solo se debe untarla a un murciélago
y que su hábito
de acicalarse unos a otros
haga el resto del trabajo por uno.
Eso significa, que por lo menos,
no tenemos que vacunar a millones
de murciélagos uno por uno
con agujas diminutas.
(Risas)
Pero que tengamos esa herramienta
no quiere decir que sepamos usarla.
Ahora tenemos una lista
completa de preguntas.
¿Cuántos murciélagos necesitamos vacunar?
¿En qué época del año
necesitamos vacunarlos?
¿Cuántas veces al año
necesitamos vacunarlos?
Todas estas son preguntas fundamentales
para ampliar cualquier tipo
de campaña de vacunación,
pero hay preguntas que no pueden
responderse en laboratorios.
En cambio, estamos adoptando
un enfoque más colorido.
Usamos murciélagos silvestres
reales, pero vacunas falsas.
Usamos geles comestibles
que hacen que el pelaje brille
y polvos UV que se extienden entre
los murciélagos cuando chocan entre sí,
y eso nos permite estudiar cuán bien
se podría extender la vacuna
en esas colonias
de murciélagos silvestres.
Estamos en las primeras
fases de este trabajo,
pero nuestros resultados
hasta ahora son alentadores.
Están sugiriendo que usando
las vacunas que ya tenemos
podríamos reducir drásticamente
el tamaño de los brotes de rabia.
Y eso importa, porque como recuerdan,
la rabia es un virus que
siempre está en movimiento,
y cada vez que reducimos
el tamaño de un brote,
reducimos la posibilidad
de que el virus llegue
a la próxima colonia.
Rompemos un eslabón
de la cadena de transmisión.
Y cada vez que hacemos eso,
llevamos al virus un paso
más cerca de la extinción.
Y así, la idea, para mí, de un mundo
en un futuro no muy distante
donde estamos hablando de deshacernos
de la rabia por completo,
es increíblemente alentadora
y emocionante.
Permítanme volver a la pregunta inicial.
¿Podemos prevenir pandemias?
Bueno, no hay una solución
milagrosa a este problema,
pero mi experiencia con la rabia
me hace ser optimista al respecto.
Creo que no estamos lejos de un futuro
donde tendremos geonómica
para pronosticar brotes
y tendremos nuevas
tecnologías inteligentes,
como vacunas comestibles
y autoexpandibles,
para eliminar estos virus
desde su fuente
antes de que tengan la oportunidad
de pasar a la gente.
Cuando se trata de combatir pandemias,
el Santo Grial es solo
dar un paso hacia delante.
Y si me preguntan,
creo que una de las formas
en que podemos hacerlo
es usando alguno de los problemas
que ya tenemos,
como la rabia,
como un astronauta podría
usar un simulador de vuelo,
descubrir qué funciona y qué no,
y desarrollar nuestra herramienta
de modo que cuando haya mucho en juego
no volemos a ciegas.
Gracias.
(Aplausos)