En el extremo del gran desierto del Sahara, los ciudadanos huyeron de Tombuctú y se marcharon al desierto. Enterraron cofres en la arena del desierto, los escondieron en cuevas y los sellaron en habitaciones secretas. En el interior de esos cofres había un tesoro más valioso que el oro: los libros antiguos de la ciudad. Fundada alrededor del año 1100 d.C. en lo que ahora es Malí, la ciudad de Tombuctú al principio fue un mero puesto comercial. Pero su ubicación singular pronto cambió eso. Tombuctú señalaba la intersección de dos rutas comerciales fundamentales, donde las caravanas que traían sal a través del Sahara se encontraban con los comerciantes que traían oro del interior africano. A finales del S. XIV, esas rutas comerciales enriquecieron a Tombuctú y los gobernantes de la ciudad, reyes del Imperio de Malí, construyeron monumentos y academias que atrajeron a los eruditos de países como Egipto, España y Marruecos. La ubicación privilegiada de la ciudad la convirtió en un objetivo para jefes militares y conquistadores. Mientras el Imperio de Malí decaía, uno de sus dominios, Songhai, empezó a ganar poder. En 1468, el rey Songhai conquistó Tombuctú, quemando edificios y asesinando a los eruditos. Pero, con el paso del tiempo, la vida intelectual de la ciudad surgió otra vez. El reinado del segundo rey del Imperio Songhai, Askia Mohammed Toure, marcó el inicio de una edad de oro en Tombuctú. Revirtió las políticas regresivas de su predecesor y fomentó el aprendizaje. Los reyes de Songhai y la mayoría de la población de Tombuctú eran musulmanes, y los eruditos de Tombuctú estudiaban el Islam junto a temas seculares como las matemáticas y la filosofía. En las bibliotecas de Tombuctú, se podía encontrar tratados de filosofía griega junto a los escritos de historiadores, científicos y poetas locales. El erudito más destacado de la ciudad, Ahmed Baba, cuestionó las opiniones predominantes sobre temas que iban desde el tabaquismo hasta la esclavitud. El comercio de oro y sal había financiado la transformación de la ciudad en un centro de aprendizaje. Los productos de esa cultura intelectual se convirtieron en la mercancía más buscada. Con papel de la lejana Venecia y tinta vibrante de las plantas y los minerales locales, los escribas de Tombuctú produjeron textos tanto en árabe como en idiomas locales. Escritos en caligrafía y decorados con intrincados diseños geométricos, los libros de Tombuctú eran solicitados por los miembros más ricos de la sociedad. En 1591, la edad de oro llegó a un final repentino cuando el rey de Marruecos conquistó Tombuctú. Los soldados marroquíes encarcelaron a Ahmed Baba y a otros destacados eruditos y se apoderaron de sus bibliotecas. Durante los siguientes siglos, la ciudad sobrevivió una serie de conquistas. A mediados del siglo XIX, los yihadistas sufíes ocuparon Tombuctú y destruyeron muchos manuscritos no religiosos. En 1894, las fuerzas coloniales francesas tomaron el control de la ciudad, robando aún más manuscritos para enviar a Europa. El francés se convirtió en el idioma oficial enseñado en las escuelas y las nuevas generaciones de Tombuctú no podían leer los manuscritos árabes que quedaban. A pesar de todo, la tradición literaria de Tombuctú no murió; pasó a ser clandestina. Algunas familias construyeron bibliotecas secretas en sus casas o enterraron los libros en sus jardines. Otros los escondieron en cuevas abandonadas o en agujeros en el desierto. Los manuscritos de Tombuctú de valor incalculable fueron repartidos entre los pueblos de toda la zona circundante, donde los ciudadanos normales los custodiaron durante cientos de años. Como la desertificación y la guerra empobreció la región, las familias se aferraron a los libros antiguos, incluso en la pobreza extrema y al borde de la inanición. Incluso hoy, la lucha por proteger esos libros continúa. Desde la década de 1980 hasta los principios de la del 2000, el erudito de Tombuctú Abdel Kader Haidara recuperó minuciosamente los manuscritos ocultos de todo el norte de Malí y los regresó a Tombuctú. Pero en 2012, la guerra civil en Malí volvió a amenazar a los manuscritos, La mayoría de ellos fueron evacuados a la cercana Bamako. Su futuro sigue siendo incierto, porque todavía enfrentan tanto a amenazas humanas como ambientales. Esos libros representan lo mejor de nosotros, y muchas veces son la única fuente de historia precolonial de la región. Muchos de ellos jamás han sido leídos por los eruditos modernos, y todavía quedan más libros perdidos o escondidos en el desierto. En juego en los esfuerzos para protegerlos es la historia y los esfuerzos de muchas generaciones para proteger esa historia de la pérdida.