Soy del sur de Chicago y en la secundaria tuve una mejor amiga llamada Jenny que vivía en el suroeste de la ciudad. Jenny era blanca. Si saben algo sobre la segregación demográfica en Chicago, sabrán que no hay muchos negros que vivan en el suroeste. Pero Jenny era mi amiga y solíamos quedar bastante a menudo durante la semana y los fines de semana. Un día, estábamos en su sala de estar hablando de cosas de chicas de 13 años y la hermanita de Jenny, Rosie, estaba ahí con nosotras. Rosie estaba detrás de mí, jugando con mi pelo y yo no estaba prestando mucha atención a lo que hacía. Pero durante una pausa en la conversación, Rosie me tocó el hombro y me dijo, "¿Puedo preguntarte algo?". Le dije, "Claro, Rosie". "¿Eres negra?". (Risas) La habitación se heló. Silencio. La madre de Jenny y Rosie no andaba lejos. Estaba en la cocina, y oyó la conversación por encima. Se moría de vergüenza. Le dijo, "Rosie, ¡no puedes preguntar esas cosas a la gente!". Jenny era mi amiga y sé que le dio mucha vergüenza. Me sentí mal por ella. Pero lo cierto es que no me ofendí. Pensé que no era la culpa de Rosie que en sus diez años en este planeta viviendo en el suroeste de Chicago no tuviera del todo claro el aspecto de una persona de color. Era normal. Pero lo que más me llamó la atención fue que en todo el tiempo que había pasado con familia de Rosie y Jenny, estando de visita, jugando con ellas, incluso interactuando físicamente con ellas, hasta que Rosie no me tocó el pelo no se le ocurrió preguntar si yo era negra. Fue la primera vez que me di cuenta del gran papel que jugaba la textura de mi pelo en confirmar mi grupo étnico y de que jugaría un papel clave también en cómo sería percibida por la sociedad. Garrett A. Morgan y Madame C. J. Walker fueron pioneros en cuidado capilar y cosmético para gente de color a principios del siglo XX. Son famosos por inventar lociones químicas para cabello, e instrumentos para alisar el pelo diseñados para alterar permanente o temporalmente la textura del cabello afroamericano. Normalmente, al pensar en la historia de los afroamericanos, pensamos en las atrocidades y las muchas injusticias que padecimos como personas de color debido al color de nuestra piel, cuando de hecho, en la sociedad de la posguerra americana, era el pelo de cualquier afroamericano, hombre o mujer, lo que se consideraba como la característica más reveladora del estatus de "negro". Incluso más que el color de la piel. Así que antes de convertirse en la base de una industria multimillonaria para el cuidado del cabello, nuestra dependencia de productos e instrumentos como los alisadores o las planchas estuvieron más bien la base de nuestra supervivencia y nuestro avance como raza en los EE. UU. post-esclavistas. Con el paso del tiempo, nos acostumbramos a la idea de que un pelo más liso y más largo era sinónimo de mejor y más atractivo. Nos obsesionamos como cultura con esta idea de tener lo que nos gusta llamar "buen pelo". Esto significa, básicamente, que cuanto más amplia sea la forma del rizo, mejor es el pelo. Y permitimos que estas ideas incorporadas en el sistema construyeran un falso sentido de jerarquía que determinaría lo que se consideraba un buen tipo de pelo, y lo que no. Y lo peor es que permitimos que estas ideologías falsas invadieran nuestra propia percepción de quiénes éramos algo que sigue infectando nuestra identidad cultural como mujeres afroamericanas hoy en día. ¿Qué hicimos? Íbamos a la peluquería cada seis u ocho semanas, sin falta, sometiendo nuestro cuero cabelludo a alisadores químicos nocivos desde muy temprana edad. A veces ya con ocho, diez años. Lo que producía pérdida de cabello, calvas y, a veces, hasta quemaduras. Freímos nuestro pelo a temperaturas de 230 °C o superiores casi cada día, para mantener este aspecto alisado. O, simplemente, nos lo cubríamos con pelucas o turbantes dejando que nuestras raíces respirasen solo en privado, donde nadie puede saber qué hay de verdad ahí debajo. Adoptamos estas prácticas en nuestras comunidades de manera que no es de extrañar que hoy la típica imagen idealizada de una profesional afroamericana especialmente en los EE. UU. corporativos tienda a ser esta. En lugar de esta. Y desde luego no tiene este aspecto. En septiembre de este año un tribunal federal dictaminó que es legal que una empresa discrimine a la hora de contratar un empleado con base en si lleva rastas. En el registro del caso, la gerente de contrataciones en Mobile, Alabama, aparece diciendo, "No quiero decir que las tuyas se vean desaliñadas, pero... Ya sabes lo que quiero decir". ¿Qué era lo que quería decir? ¿Le parecieron feas? O a lo mejor eran un poco demasiado afrocéntricas y pro-aspecto-negro para su gusto. O tal vez no tenga que ver con el afrocentrismo sino con que sea demasiado "urbano" para un entorno profesional. Tal vez le preocupaba de verdad su aspecto intimidante y que pudieran asustar a la clientela. Todas estas palabras se ven asociadas con demasiada frecuencia a la estigmatización ligada a los peinados naturales. Y esto... esto tiene que cambiar. En 2013, un documento del Deloitte Center for Leadership and Inclusion estudió a 3 000 individuos en cargos de liderazgo ejecutivo sobre la idea de cubrirse en el espacio de trabajo con base en aspecto físico, apoyo, afiliación y asociación. Al considerar el cubrirse según el aspecto físico el estudio demostró que el 67 % de las mujeres de color se cubren en el espacio de trabajo debido a su apariencia. Del total de respuestas que admitían cubrirse por motivos de apariencia el 82 % consideraba que era desde bastante a muy importante para poder avanzar profesionalmente. Esta que ven ahora es Ursula Burns. Es la primera mujer afroamericana en ser CEO de una empresa del Fortune 500. De Xerox. Se la reconoce por su aspecto distintivo, el que pueden ver aquí. Un afro corto, bien recortado y cuidado. La señora Burns es lo que nos gusta llamar una "chica natural". Y está marcando el camino y demostrando lo que es posible lograr para las mujeres afroamericanas que desean escalar en la escala corporativa. Y al mismo tiempo desean llevar cortes de pelo naturales. Pero hoy en día la mayoría de mujeres afroamericanas que seguimos viendo como líderes, iconos y modelos de conducta, siguen optando por el pelo liso. Tal vez sea porque lo quieran así. Así es como de verdad se sienten mejor. Pero tal vez... Y apostaría a que sí. Una parte de ellas siente que tenían que hacerlo para llegar al éxito que han alcanzado hoy. Hay un movimiento por el cabello natural que está arrasando en el país y también en algunas zonas de Europa. Millones de mujeres están explorando lo que significa volver al pelo natural y cortándose años y años de puntas secas y dañadas para recuperar la forma de su pelo natural. Lo sé porque he sido defensora y embajadora de este movimiento durante más o menos los últimos tres años. Tras 27 años de calor excesivo y químicos agresivos mi cabello empezaba a mostrar serios signos de deterioro. Estaba quebradizo, y más fino. Parecía extremadamente seco y frágil. Todos esos años persiguiendo esa imagen convencional de belleza que hemos visto antes estaban empezando a pasar factura. Quise hacer algo al respecto. Empecé algo que llamé el "Desafío Sin Calor", durante el que evitaría usar alisadores como planchas en mi pelo durante seis meses. Y como buena millenial, lo documenté en redes sociales. (Risas) Documenté cómo me corté, a regañadientes, unas tres o cuatro pulgadas de mi querido pelo. Documenté cómo luchaba por dominar estos estilos de pelo naturales, cómo me esforzaba por aceptarlos y por pensar que me quedaban bien. Documenté cómo la textura de mi pelo empezaba a cambiar poco a poco. Al compartir de forma abierta este proceso descubrí que no era la única mujer que estaba pasando por esto y que de hecho hay miles y miles de mujeres más que desean hacer lo mismo. Me escribían y me preguntaban, "Cheyenne, ¿cómo te hiciste ese peinado natural con el que te vi el otro día?". "¿Qué nuevos productos has empezado a usar que puedan ser mejores para la textura de mi pelo mientras empieza a cambiar?". O, "¿cuáles son algunas de las rutinas capilares que debería empezar a aplicar para reparar la salud de mi pelo?". Pero también descubrí que había un gran número de mujeres que no se atrevían a dar el primer paso. Porque el miedo les paralizaba. Miedo a lo desconocido. ¿Qué aspecto tendrían ahora? ¿Cómo se sentirían consigo mismas llevando un estilo de pelo natural? Y lo que era más importante para ellas, ¿cómo las verían los demás? Durante los últimos tres años de numerosas conversaciones con amigas así como con completas desconocidas de todos los rincones del mundo he aprendido algunas cosas muy importantes sobre cómo las mujeres afroamericanas se identifican con su cabello. De modo que ahora al recordar a esa gerente de contrataciones en Mobile, Alabama diría "De hecho, no. No sabemos qué es lo que quiere decir. Pero he aquí unas cosas que sí sabemos". Sabemos que cuando las mujeres negras aceptan su amor por su pelo natural, eso les ayuda a reparar generaciones de adoctrinamiento enseñando que lo negro en su estado natural no es bello o que es algo que debe esconderse o cubrirse. Sabemos que las mujeres negras expresan su individualidad y se sienten empoderadas al experimentar de manera frecuente con diferentes estilos de peinado. Y también sabemos que cuando se nos anima a llevar nuestro pelo natural en el trabajo se refuerza que somos valorados como individuos únicos. Lo cual nos ayuda a florecer y a avanzar profesionalmente. Les dejaré con lo siguiente. En una época de tensión social y racial, sumarse a este movimiento y otros similares nos ayuda a alzarnos sobre los límites del status quo. Cuando vean a una mujer con trenzas o una cortina de rizos sobre su espalda, o noten que una compañera ha dejado de alisarse el pelo para ir a trabajar, no se limiten a acercarse y admirar y a preguntarle si lo pueden tocar. (Risas) Aprécienla de veras. Apláudanla. Incluso choquen los cinco con ella si es lo que les apetece hacer. Porque esto... Esto es mucho más que un peinado. Tiene que ver con el amor propio y la autoestima. Con tener el valor de no rendirse ante las expectativas de los demás. Y saber que alejarse de la norma no define quiénes somos sino que revela quiénes somos. Por último, es más fácil ser valiente cuando podemos contar con la compasión de los demás. Así que a partir de hoy espero que podamos contar con Uds. Gracias. (Aplausos)