Cada año, decenas de miles de personas en todo el mundo se someten a una cirugía cerebral sin sufrir una sola incisión: sin bisturí, sin mesa de operaciones y sin que el paciente pierda sangre. En vez de eso, la operación se realiza en una habitación blindada con una gran máquina que emite rayos de luz invisibles hacia un objetivo concreto en el interior del cerebro. Este tratamiento se conoce como "radiocirugía estereotáctica", y esos rayos de luz son haces de radiación: su misión es destruir los tumores eliminando poco a poco células malignas. Para el paciente, el proceso comienza con una tomografía computarizada, que es una serie de radiografías que generan un mapa tridimensional de la cabeza. Esta indica la ubicación exacta, el tamaño y la forma del tumor interno. Las tomografías computarizadas también son para calcular las Unidades Hounsfield, las cuales muestran las densidades de los diferentes tejidos. Estas proporcionan información sobre cómo la radiación se extiende por el cerebro, para optimizar mejor sus efectos. Los médicos también pueden usar imágenes por resonancia magnética, o IRMs, que generan imágenes de mayor calidad de tejidos blandos, para ayudar a definir mejor tanto la forma como la ubicación de un tumor. Mapear su tamaño y su posición exactos es algo esencial debido a las altas dosis de radiación necesarias para tratar los tumores. La radiocirugía depende del uso de múltiples haces. Por separado, cada uno de ellos administra una dosis baja de radiación. Pero, como las luces de escenario que convergen en un mismo punto para crear un brillante e inevitable foco, cuando se combinan, los rayos de radiación de forma colectiva producen la energía suficiente para destruir tumores. Además de permitir que los doctores distingan los tumores en el cerebro mientras dejan el tejido sano de alrededor relativamente ileso, el uso de múltiples haces también les otorga flexibilidad. Pueden optimizar los mejores ángulos y recorridos a través del tejido cerebral para alcanzar el objetivo y ajustar la intensidad de cada haz tanto como sea necesario. Esto ayuda a preservar las estructuras esenciales del cerebro. Pero, ¿qué hace exactamente este innovador abordaje a los tumores en cuestión? Cuando varios haces de radiación se cruzan para atacar a muchas células cancerígenas, su fuerza unida es, básicamente, lo que destruye el ADN de las células, provocando una rotura en la estructura de las mismas. Con el tiempo, este proceso termina por destruir todo el tumor. De forma indirecta, los rayos también dañan la zona rodeando inmediatamente el ADN, y crean partículas inestables conocidas como "radicales libres". Esto crea un microambiente peligroso que es hostil para el tumor y también para algunas células sanas que están a su alrededor. El riesgo de dañar el tejido no cancerígeno se reduce manteniendo la cobertura del haz de radiación lo más cerca posible a la forma exacta del tumor. Una vez que el tratamiento de radiocirugía ha destruido las células del tumor, el sistema natural de limpieza del organismo se activa. El sistema inmunitario barre rápidamente las coberturas de las células muertas para eliminarlas del organismo, mientras otras se convierten en tejido cicatricial. Pese a sus innovaciones, la radiocirugía no siempre es la primera opción para todos los tratamientos del cáncer cerebral. Para empezar, esta técnica normalmente se reserva para tumores menores. La radiación también tiene un efecto acumulativo, lo que supone que las dosis previas pueden superponerse con las dosis posteriores. De modo que los pacientes con recaídas podrían tener limitaciones para recibir futuros tratamientos de radiocirugía. Pero estas desventajas pesan sobre beneficios mucho mayores. En varios tipos de tumores cerebrales, la radiocirugía puede tener el mismo éxito que la cirugía tradicional destruyendo las células cancerígenas. En los tumores conocidos como meningiomas, las recaídas son las mismas, o menores, cuando el paciente se somete a radiocirugía. Y comparada con la cirugía tradicional, una experiencia que a menudo es dolorosa y tiene un largo periodo de recuperación, la radiocirugía por lo general es indolora y no suele requerir demasiado tiempo para la recuperación del paciente. Los tumores cerebrales no son el único objetivo de este tipo de tratamiento: sus conceptos también han sido usados en tumores de pulmón, hígado y páncreas. Mientras tanto, los médicos lo están probando para tratar afecciones como el Parkinson, la epilepsia y el trastorno obsesivo compulsivo. El dolor que causa un diagnóstico de cáncer puede ser devastador, pero los avances logrados en estas técnicas no invasivas están allanando el camino para obtener una cura más suave.