Una de mis palabras favoritas de todo
el Diccionario de Inglés
Oxford es "snollygoster".
Simplemente porque suena muy bien.
Y "snollygoster" significa
"político deshonesto".
Aunque hubo un editor
periodístico del siglo XIX
que la definió mucho mejor cuando dijo:
"Un 'snollygoster' es aquél
que busca un cargo público
sin importar partido,
plataforma o principio,
y que, cuando gana,
lo consigue por el mero uso de una
monumental verborrea retosófica".
(Risas)
No tengo ni idea de lo
que significa "retosófica".
Algo que ver con las palabras, supongo.
Es muy importante que las
palabras sean la base en política,
y que todos los políticos sepan que
tienen que intentar dominar el idioma.
No fue hasta, por ejemplo, 1771
que el Parlamento Británico permitió
a los periódicos citar
las palabras exactas
que se decían en la cámara parlamentaria.
Y todo esto fue gracias a la valentía
de un tipo con el insólito
nombre de Brass Crosby,
quien se enfrentó al Parlamento.
Le metieron en la Torre
de Londres y le encarcelaron,
pero tuvo la suficiente valentía
de enfrentarse a ellos,
y al final tuvo tal apoyo popular
en Londres que ganó.
Y sólo unos años más tarde tuvimos
el primer uso registrado de la frase
"as bold as brass"
--fuerte como el metal.
La mayoría piensa que es literal.
No lo es. Es por un defensor
de la libertad de expresión.
Pero para mostrarles realmente cómo
las palabras y la política interactúan,
quiero que regresen a EE.UU.,
justo después de la independencia.
Entonces, tuvieron que abordar la cuestión
de cómo llamar a George
Washington, su líder.
No lo sabían.
¿Cómo llamas al líder
de un país republicano?
Esto se debatió en el Congreso
durante mucho tiempo.
Se presentaron todo tipo de sugerencias
que podrían haber fructificado.
Algunos quisieron llamarlo
"Jefe de Estado Washington",
y otros, "Su Alteza George Washington",
y otros "Defensor de las Libertades
del Pueblo de EE.UU. Washington".
No muy atrayente.
Algunos simplemente
quisieron llamarlo "Rey".
Pensaban que era de probada calidad.
Y ni siquiera con ello eran monárquicos,
tenían la idea de que uno podía ser
elegido Rey por un plazo determinado.
Y podría haber servido.
Todo el mundo se cansó inmensamente,
porque este debate se prolongó
durante 3 semanas.
Leí el diario de este pobre senador,
y siempre escribía:
"todavía con este tema".
Lo que causó el retraso y el hastío fue
que la Cámara de Representantes
estuviera en contra del Senado.
La Cámara de Representantes
no quería que Washington
se emborrachara de poder.
No quisieron llamarlo Rey por si acaso
le daba a él o a su sucesor ideas.
Así pues, quisieron darle el título
más modesto, más insignificante
y más lamentable que se les ocurrió.
Y ese título fue "Presidente".
Presidente. No inventaron el título.
Ya existía antes, pero solo significaba
"alguien que preside una reunión".
Era como el presidente de un jurado.
Y no tenía mucha más grandiosidad
que el término "capataz" o "supervisor".
Hubo presidentes eventuales de
pequeños ayuntamientos coloniales
y fracciones de gobierno, pero
realmente era un título insignificante.
Y por eso el Senado se opuso.
Decían: "es ridículo,
no podemos llamarle Presidente".
"Este tipo tiene que firmar tratados
y reunirse con dignatarios extranjeros".
"¿Y quién le tomará en serio
con un título tan ridículo e
insignificante como Presidente de EE.UU.?"
Y finalmente, después de 3 semanas
de debate, al final, el Senado no cedió.
Pero accedieron a usar el título
de "Presidente" momentáneamente,
aunque también querían que quedara
por escrito que no estaban de acuerdo
"desde el digno respeto por las opiniones
y costumbres de las naciones civilizadas,
ya sea bajo formas de gobierno
republicanas o monárquicas,
cuya tradición es otorgar al cargo de
Jefe de Estado títulos de respetabilidad
─ no el de maldito "Presidente" ─
y que en el trato con
naciones extranjeras,
la majestuosidad del pueblo
de los Estados Unidos
no pueda peligrar por una
apariencia de singularidad."
esto es, "no queremos parecer
malditos bichos raros."
Podemos aprender 3 cosas
interesantes de todo esto.
Primero de todo, ─y ésta es mi favorita─
hasta donde he podido averiguar,
el Senado nunca ha refrendado
formalmente el título de Presidente.
El Presidente Barack Obama
tiene suerte de seguir ahí,
esperando a que el Senado entre en acción.
Lo segundo que podemos aprender es
que cuando un gobierno dice
que una medida es temporal...
(Risas)
...es posible que sigamos
esperando 223 años más.
Pero lo tercero que podemos aprender,
y esto es lo más importante,
y con esto les quiero dejar,
es que el título de Presidente de EE.UU.
no suena en absoluto tan
modesto hoy en día, ¿verdad?
Sobre todo si se tienen más de 5000
cabezas nucleares a disposición,
la mayor economía del mundo
y una flota de vehículos aéreos
no tripulados y demás.
La realidad y la historia han dotado
al título de grandiosidad.
De modo que al final ganó el Senado.
Consiguieron su título de respetabilidad.
Y también la otra preocupación del Senado,
la apariencia de singularidad;
bueno, era una singularidad por entonces.
Pero, ¿saben cuántas naciones
tienen ahora presidente?
147.
Y todo porque quieren sonar como el tipo
que tiene las 5000 cabezas nucleares, etc.
Entonces, al final el Senado ganó
y la Cámara de Representantes perdió,
porque ya nadie se va a sentir humilde
cuando les digan que ahora son
el Presidente de EE.UU..
Y creo que esa es la gran lección
que podemos aprender,
y con la que me gustaría dejarles.
Los políticos intentan
elegir y usar las palabras
para dar forma y controlar
la realidad, pero en verdad,
la realidad modifica mucho
más las palabras
que lo que éstas podrían
cambiar la realidad.
Muchas gracias.
(Aplausos)