La meseta tibetana se sitúa a 4500 metros sobre el nivel del mar, con solo el 60 % del oxígeno que se encuentra debajo. Mientras que los visitantes y colonos luchan contra el mal de altura, los tibetanos suben las montañas a toda velocidad. Esta habilidad no proviene del entrenamiento o la práctica, sino de cambios en algunos genes que permiten que sus cuerpos aprovechen al máximo el oxígeno limitado. Estas diferencias son evidentes desde el nacimiento. Los bebés tibetanos tienen, en promedio, un mayor peso al nacer, mayor saturación del oxígeno, y más probabilidades de sobrevivir que otros bebés en este entorno. Se estima que estos cambios genéticos han evolucionado durante los últimos 3000 años y siguen en curso. Puede parecer mucho tiempo, pero sería la adaptación más rápida producida en una población humana. Está claro que la evolución humana no ha terminado, ¿cuáles son otros cambios recientes? ¿Impactarán los inventos tecnológicos y científicos nuestra evolución? En los últimos miles de años, muchas poblaciones han desarrollado adaptaciones genéticas a sus entornos. La gente de Siberia y el alto Ártico pueden sobrevivir al frío extremo. Se congelan a menor velocidad, y pueden usar sus manos en temperaturas bajo cero mucho más tiempo que la mayoría de la gente. Han experimentado una selección para metabolismo basal más alto que aumenta la producción de calor. El pueblo Bajau del Sudeste Asiático puede sumergirse a 70 metros y permanecer bajo el agua durante casi 15 minutos. Luego de miles de años viviendo como cazadores nómadas en el mar, tienen grandes bazos programados genéticamente como reservas de oxígeno, permitiéndoles permanecer bajo el agua por más tiempo, una adaptación similar a las de las focas de buceo profundo. Aunque en comparación puede parecer pedestre, la habilidad para beber leche es otra de dichas adaptaciones. Todos los mamíferos pueden beber la leche de su madre siendo bebés. Después del destete, se apaga el gen que les permite digerir leche. Pero las comunidades de África subsahariana, el Medio Oriente y el noroeste de Europa que usaban vacas para la leche, han visto un aumento rápido de variaciones de ADN que previenen que el gen se apague en los últimos 7000 a 8000 años. Por lo menos en Europa, tomar leche podría haber sido una fuente de calcio para la producción de vitamina D mientras se movían al norte y la luz del sol, la fuente usual de vitamina D, disminuía. Aunque no siempre de maneras obvias, estos cambios mejoran las probabilidades de vivir hasta la edad reproductiva, eso es lo que impulsa la selección natural, la fuerza detrás de estos cambios evolutivos. La medicina moderna remueve muchas de estas presiones selectivas manteniéndonos con vida cuando nuestros genes, a veces combinados con enfermedades contagiosas, nos habrían matado. Los antibióticos, las vacunas, el agua potable y la buena higiene, hacen que las diferencias entre nuestros genes sean menos importantes. Similarmente, nuestra habilidad para curar cánceres infantiles, extraer apéndices inflamados mediante cirugías y asistir partos de madres con condiciones potencialmente mortales, todas tienden a detener la selección permitiendo que más personas sobrevivan hasta la edad reproductiva. Pero aunque todos en la Tierra tengan acceso a la medicina moderna, no significará el fin de la evolución humana. Porque hay otros aspectos de la evolución además de la selección natural. La medicina hace que la variación genética que habría estado sometida a la selección natural esté sometida a lo que se llama deriva genética. Con la deriva, las diferencias genéticas varían dentro de una población. A nivel genético, la medicina moderna podría aumentar la variedad, porque las mutaciones dañinas no matan a la gente y por lo tanto, no se eliminan. Esta variación no siempre se refleja en diferencias visibles o fenotípicas entre las personas, sin embargo. También se ha investigado si las adaptaciones genéticas a un entorno específico podrían surgir rápidamente a través de modificación epigenética: cambios no en los genes en sí, sino en cuanto a si y cuándo se expresan ciertos genes. Estos cambios pueden ocurrir durante el transcurso de la vida y podrían ser pasados a la descendencia, pero los investigadores aún discrepan sobre si las modificaciones epigenéticas pueden persistir por muchas generaciones y llevar a cambios permanentes en las poblaciones. Pueden existir otros contribuyentes a la evolución humana. La medicina moderna y la tecnología son muy nuevas, incluso comparadas con los cambios más rápidos y recientes por la selección natural. Así que solo el tiempo puede decir cómo nuestro presente moldeará nuestro futuro.