Tenía seis años cuando comprendí por primera vez lo que significa la paciencia. Mi abuela me obsequió con una caja de magia como regalo de cumpleaños, y ninguna de nosotras sabía que sería un regalo para toda la vida. Me obsesioné con la magia, y a los 20 años me convertí en una maga novata de palomas. Este acto de magia requiere que entrene a mis palomas para que reposen y esperen dentro de mi traje. Como joven ilusionista, siempre estaba ansiosa por hacerlas aparecer, pero mi profesor me decía que el secreto del éxito en estos actos de magia era hacer aparecer las palomas únicamente después de que esperaran con paciencia en mi esmoquin. Tiene que ser un tipo de paciencia muy consciente, del mismo tipo que me llevó varios años dominar. Cuando la vida me llevó a Shanghai hace siete años, esa paciencia consciente que aprendí se hizo casi imposible de practicar. En China, donde todo y todos se apresuran, tienes que superar alrededor de 1300 millones de personas para tener una mejor vida. Juegas con el sistema, doblegas las reglas, evades los límites. Es igual cuando se trata de comida... excepto que cuando se trata de comida, la impaciencia puede tener graves consecuencias. En el afán de crecer más, de vender más, los 4000 años de agricultura en un país de grandes recursos naturales se arruinan por el uso excesivo de químicos y pesticidas. En el año 2016 el gobierno chino reveló medio millón de violaciones a la seguridad alimentaria en solo nueve meses. Increíblemente, uno de cada cuatro diabéticos en el mundo proviene actualmente de China. Las historias alrededor de la comida son inquietantes y algo abrumadoras, y me pregunto si es tiempo de traer una paciencia consciente a esta impaciencia. Cuando digo paciencia consciente, no hablo de la habilidad de esperar. Hablo de saber cómo actuar mientras esperamos. Y así, mientras espero el día en que un sistema alimentario sostenible sea una realidad en China, inauguré uno de los primeros mercados agrícolas online de China para llevar a las familias productos locales, cultivados orgánicamente. Cuando comenzamos, hace 18 meses, los alimentos que vendíamos era algo ínfimo. No teníamos frutas y difícilmente algo de carne para vender, ya que nada de lo enviado al laboratorio pasaba nuestra prueba de cero tolerancia contra pesticidas, químicos, antibióticos y hormonas. Le dije a nuestros ansiosos empleados que no nos rendiríamos hasta habernos reunido con cada campesino local en China. Hoy proveemos 240 tipos de productos cultivados por 57 campesinos locales. Después de casi un año de búsqueda, finalmente encontramos bananas libres de químicos cultivadas en los patios de aldeanos de la Isla de Hainan. Y a solo dos horas de Shanghai, en una isla que incluso Google Maps no tiene en sus coordenadas, encontramos un lugar donde las vacas comen pasto y deambulan libres bajo el cielo azul. También trabajamos con empeño en la logística. Entregamos las órdenes de nuestros compradores en máximo tres horas sobre vehículos eléctricos, y utilizamos cajas biodegradables y reutilizables para disminuir nuestra huella ambiental. No tengo duda de que nuestras ofertas continuarán creciendo, pero llevará tiempo, y sé que muchas más personas necesitan dar forma al futuro de los buenos alimentos. Hace un año fundé el primer programa de capital de riesgo de China en tecnología alimentaria para ayudar a las start-ups a dar forma a este futuro tal como lo desean. Esto, por medio de insectos comestibles como una fuente más sostenible de proteína o usando aceites esenciales para conservar los alimentos frescos por más tiempo. Aún se pueden preguntar: ¿Por qué estás intentando construir un sistema alimentario sostenible, liderando un movimiento paciente, en un país donde es casi un crimen tomarse las cosas con calma? Porque, para mí, el secreto real del éxito es la paciencia, un tipo de paciencia consciente que requiere saber cómo actuar mientras espero, el tipo de paciencia que aprendí con la caja de magia de mi abuela. Después de todo, no heredamos la tierra de nuestros ancestros. La tomamos prestada de nuestros hijos. Muchas gracias. (Aplausos)