El 17 de enero de 1920, seis hombres armados asaltaron un tren de mercancías de Chicago. Pero no era dinero lo que buscaban. Menos de una hora después de haberse ilegalizado el alcohol en todo EE. UU., los ladrones se fugaron con miles de dólares en whisky. Se trató de una de las primeras consecuencias inesperadas de la ley seca. La prohibición nacional de la producción y venta de alcohol en EE. UU. se dio poco después de una ley similar en Rusia, que había comenzado como una medida bélica durante la I Guerra Mundial. Pero la idea occidental de que el alcohol es el origen de los males sociales era mucho más antigua. Se hizo popular durante la Revolución Industrial a medida que nuevos trabajadores llegaban a las ciudades y los hombres se reunían en los bares a beber. Durante el siglo XIX, grupos antibebida, parte del "movimiento por la templanza", comenzaron a aparecer en EE. UU. y en partes de Europa. Estos grupos creían que el alcohol era la principal causa de problemas como la pobreza y la violencia doméstica, y querían convencer al gobierno de esto. Mientras algunos simplemente abogaban por la bebida moderada, muchos otros creían que el alcohol debía ser prohibido por completo. Estos movimientos ganaron apoyo de diversos sectores de la sociedad. Las organizaciones de mujeres fueron participantes activas desde el inicio: sostenían que el alcohol hacía que los hombres descuidaran a su familia y maltrataran a su esposa. Las autoridades religiosas, especialmente los protestantes, denunciaban que el alcohol conducía a la tentación y al pecado. Activistas laborales progresistas creían que el consumo de alcohol obstaculizaba la habilidad de los trabajadores para organizarse. Los gobernantes tampoco eran ajenos a la idea de la ley seca. En EE. UU. y en Canadá, los colonos introdujeron bebidas fuertes, como el ron, a las comunidades nativas. Luego, culparon al alcohol por perturbar estas comunidades, a pesar de que había muchos otros factores negativos en sus interacciones. Los gobiernos de EE. UU. y Canadá prohibieron la venta de alcohol a poblaciones nativas y en reservas. Los movimientos por la templanza consiguieron sus primeras victorias a nivel local y estatal: Maine y varios otros estados prohibieron la venta y la producción de alcohol en la década de 1850. En 1919, la 18va Enmienda a la Constitución de EE. UU. prohibió la producción, venta y transporte de toda bebida alcohólica. La enmienda tuvo efecto un año después con la ley Volstead. Como la ley no prohibía el consumo personal, la gente adinerada aprovechó la oportunidad para acaparar, mientras bares y restaurantes se apresuraron a vender el suministro. Muchos perdieron su trabajo cuando las destilerías, cervecerías y bodegas cerraron. Mientras tanto, grupos de crimen organizado se apresuraron a cubrir la demanda de alcohol y establecieron así un lucrativo mercado negro que producía, traficaba y vendía alcohol de forma ilegal. Con frecuencia trabajaban codo a codo con policías y funcionarios corruptos. En 1928, hasta pusieron una bomba en las elecciones primarias de fiscal en Illinois, como muestra de apoyo a un determinado partido político. Decenas de miles de bares ilegales y tabernas clandestinas comenzaron a ofrecer alcohol. Había bares tanto en sórdidos sótanos como en elegantes salones. La gente también fabricaba alcohol en casa, para consumo personal, o lo conseguía legalmente con prescripción médica o para fines religiosos. Para evitar el consumo del alcohol industrial, el gobierno exigía a los fabricantes agregar químicos perjudiciales, lo cual produjo miles de muertes por envenenamiento. No se sabe con exactitud cuánta gente bebía durante la ley seca, pues el alcohol ilegal no estaba regulado ni registrado. Pero hacia finales de los años 20, ya era claro que la ley seca no había dado lugar a las mejoras sociales que se prometían, sino que había contribuido a la corrupción política y al crimen organizado y había sido rechazada por millones de ciudadanos. En el allanamiento de una cervecería en Detroit, el alguacil, el alcalde y un congresista local fueron arrestados por beber. Con el inicio de la Gran Depresión en 1929, el gobierno necesitaba desesperadamente los impuestos a la venta de alcohol, y se consideró que derogar la ley seca estimularía la economía. En 1933, el Congreso aprobó la 21ra Enmienda, mediante la cual se abolía la 18va, la única enmienda que fue totalmente abolida. Los miembros del movimiento por la templanza creían que el alcohol era la causa de los problemas de la sociedad, pero la realidad es más compleja. Y, mientras que prohibirlo por completo no funcionó, los impactos del alcohol en la salud y en la sociedad subsisten en la actualidad.