Buenas noches. Siempre me gustó mucho comer, pero nunca fui de cocinar. De pequeña, adoraba ver a mi abuela cocinar y trabajar en la cocina. Ella se ocupaba de las cenas de Navidad, Año Nuevo y Pascua. Y lo hacía con mucho amor y cariño. A quien le gustaba meter las manos en la masa con ella era mi hermano. Tanto es así que hasta hoy todavía me pregunta cómo, cuándo y por qué se me dio por la cocina. Y esa es la respuesta que quiero darles hoy. Porque si existe algo que puede cambiar el futuro de la alimentación, es el acto de cocinar. En la adolescencia, precisamente cuando tenía 14 años, comencé a practicar yoga. Y el yoga me transformó. Transformó completamente mi vida. Cambió mi visión del mundo, cambió mi alimentación, y con ella aprendí que los alimentos tenían poderes, pongámoslo así. También decidí estudiar filosofías alimentarias que utilizaran los alimentos como forma de prevención, cura y tratamiento de enfermedades; como remedios incluso. Decidí entonces estudiar un poco de Ayurveda y macrobiótica. Porque esas filosofías rescataron en mi una cosa que creo que la modernización nos quitó a muchos de nosotros, los jóvenes, que es el celo, el cuidado y el respeto por la naturaleza. Entonces, decidí que podríamos cambiar la manera en que construimos el sistema alimentario a través de la alimentación. Creo que uno de los efectos colaterales de la modernización es el alejamiento entre el ser humano y la naturaleza, entre la vida urbana y la vida rural. Creo que si trajéramos un poco de vida rural a las ciudades, podríamos fortalecer los lazos entre el ser humano y naturaleza. Por ejemplo, plantando huertas urbanas. Es una forma en que podríamos reconectarnos con la naturaleza. Y años después, ya con 18 años, me fui a vivir afuera y allí aprendí a cocinar. Me apasioné por la gastronomía, me apasioné por la cocina, y entendí que podíamos utilizar la comida, la alimentación, como herramienta, no solo para mejorar la calidad de vida en términos de salud, sino también utilizarla como herramienta política, económica, social y ambiental y así conseguir reestructurar el sistema alimentario, cambiar la dinámica de la alimentación y el proceso de producción, distribución y consumo de alimentos. Voy a dar un ejemplo del proceso de producción de la carne. Hay dos principios que guían la producción de carne a escala industrial: cantidad y velocidad. Cuanto más se produce, cuanto más barato se produce, peor es la calidad y mayor el costo para el medioambiente y nuestra salud. En términos de velocidad, el ciclo del animal es acelerado artificialmente, el ciclo de vida del animal es acelerado artificialmente, y empieza a crecer y a producir de una manera que llega a un punto en que sus cuerpos no aguantan, y empiezan a disminuir drásticamente su calidad de vida, su salud y su tiempo de vida. Creo que podemos y debemos cambiar ese sistema alimenticio. El otro día estaba en el supermercado, y me di cuenta de que el kilo de pollo estaba más barato que el kilo de tomates. Dije: "¿Cómo puede ser?" Eso es muy complejo. ¿Cómo puede costar tan poco criar un animal desde el nacimiento hasta el sacrificio? Eso no me entraba en la cabeza. En términos de las verduras y hortalizas, el proceso de producción en escala industrial también es muy, pongámoslo así, dañino para nuestra vida, para nuestra salud y el medio ambiente, porque actualmente Brasil es el mayor consumidor de agrotóxicos del mundo. Cada brasileño consume un promedio de cinco kilos de agrotóxicos al año. Es una cantidad exorbitante. Y las personas conocen el perjuicio de los agrotóxicos, pero aun así continúan tolerando ese abuso en el uso y en el consumo. Y quería entender el porqué. Pero la respuesta es porque nuestra sociedad actual tiene los valores invertidos. Los valores están invertidos. ¿Por qué una persona se preocupa por no comprar un perfume falsificado, porque teme una posible reacción alérgica, porque no conoce su procedencia y no sabe qué tipo de químicos contiene, pero después no le preocupa comer un vegetal intoxicado? ¿Por qué es eso? Deseaba entender y descubrí que se debe a ese cambio de valores. Tenemos que enseñarle a la gente a valorar los productos orgánicos, porque cuando uno compra, por ejemplo, una planta de lechuga orgánica, uno está pagando... no solo está invirtiendo en su salud, sino también está pagando por el bienestar del productor, algo en lo que muchas veces ni siquiera pensamos, no sabemos que esa lechuga tuvo alguien que la cuidó con amor y cariño, y la trajo hasta nosotros. Entonces pagamos por el bienestar del productor, invertimos en la salud y respetamos la naturaleza. Creo que fue por eso que me apasioné por la gastronomía y la nutrición. En términos de distribución, tampoco es eficiente. Supongo que Uds. sabrán que producimos mucha comida. Un tercio de la comida que producimos es simplemente desperdiciada, tirada. Y nos preguntamos por qué hay personas pasando hambre. Y el motivo es una mala política de distribución. Tenemos que rever eso. En términos de consumo, la forma en que consumimos los alimentos actualmente, da miedo. Mi abuela es paulista. Vive en San Pablo. Si yo la agarrara y la pusiera en el medio de la Avenida Paulista, estoy segura de que se asustaría mucho viendo esos ejecutivos o esas personas apuradas, caminando por la calle, hablando por el celular, engullendo una porción de pizza, por ejemplo. Porque el masticar es algo que muchos creen que es una pérdida de tiempo, pero que, en verdad, es muy importante. En fin, casi que le daría un síncope, porque ella no reconoce eso como una forma de comer, una forma de nutrirse, de alimentarse. Y entonces, esas comidas rápidas fueron creadas justamente para eso, para que podamos comer mientras hacemos otra actividad, ya sea hablar por el celular, teclear, o ver televisión. Eso hace que perdamos la noción de saciedad. Acabamos abriendo espacio para la gula, que es muy dañina y perjudicial para la salud. Entonces, necesitamos rever la manera en que consumimos los alimentos. Y esos saladitos, bizcochitos y demás, también tienen muchos aditivos químicos, y un nivel exagerado de sal, grasa, y azúcar, que son un trío adictivo. Principalmente los realzadores de sabor, acaban destruyendo nuestro paladar, degeneran nuestro sistema nervioso y acaban creando dependencia, no solamente física, pero también mental, una dependencia psicológica y una dependencia fisiológica. O sea, los productos industrializados en exceso son muy perjudiciales. Y ni siquiera los llamo comida. Para mi son comidas disfrazadas de alimentos, porque se pueden consumir e incluso pueden saciarnos, per no van a nutrirnos ni alimentarnos. ¿Y quién hace todavía las palomitas en la olla? ¿Palomitas en la olla en vez del microondas? ¡Mira! Mitad y mitad. (Risas) ¿Y quién hace tortas todavía en lugar de comprar esas envasadas? ¡Oh! También mitad y mitad. (Risas) Estas dos preguntas pueden resultar inofensivas, y no significar nada, pero en verdad, significan mucho. Solo con cambiar las palomitas de olla por las palomitas de microondas, ya están dañando su salud, porque van a estar consumiendo químicos que seguramente no pondrían en sus palomitas de olla, y también estarán contaminando con el envase de palomitas de microondas. Es un envase extra que podría ser menos basura en el mundo. Entonces, creo que el consumo excesivo de productos industrializados, es realmente muy perjudicial. Entonces, para resumir, esta cuestión del proceso de producción de la comida, creo que esta dinámica alimenticia, este sistema alimenticio, no es nada saludable. No está funcionando. Y debemos cambiarlo, pero ¿cómo cambiar? La respuesta fundamental es regresar a la cocina. Cocinar es sinónimo de arte, cultura, placer, salud. Cocinar trae independencia, trae autoconocimiento, trae autonomía, trae certeza, trae libertad. Cocinar es el arte fundamental de la vida. Si no cocinamos, alguien va a hacerlo por nosotros. Espero que no sea la industria. Porque la industria no cocina, simplemente procesa los alimentos. Si uno deja que la industria lo alimente, la industria va a elegir lo que comemos: lasaña congelada, papas fritas, hamburguesa, perrito caliente. ¿Y por qué no una pizza? ¡Y dale con la pizza para llevar! Porque ni pizza sabemos hacer más. Creo que nosotros... ¡Ah, no! ¡Esperen! ¿Dónde está el arroz con frijoles? El arroz con frijoles que nos llenaba la barriga y el alma todos los días. Pienso que mucha gente que no tiene interés ni aprecio por la cocina, debe pensar que cocinar es muy trabajoso, que no es práctico y es una pérdida de tiempo. Pero, si se dejan los frijoles en remojo toda la noche, a la mañana, en 20 minutos en la olla a presión están listos. O incluso se pueden hacer un día y dejarlos congelados para toda la semana. Junto con un arroz fresco que se hace en 20 ó 30 minutos, y las verduras que dejamos cortadas y lavadas en el refrigerador a la vuelta del mercado, en media hora ya está la comida lista. Ese sería quizás el mismo tiempo que tardaría la pizza en llegar, si pedimos una pizza. Entonces, creo que debemos cambiar nuestro modo de ver a la cocina, nuestro modo de ver el acto de cocinar. Todo el mundo puede y debe cocinar. Hombre, mujer, chico, chica, niño, adulto y anciano. No tiene edad, no tiene sexo, y no tiene género. Todo el mundo puede cocinar, todo el mundo debe cocinar. Cambiando la educación, enseñándole a los niños, llevando los niños a la feria para elegir las verduras que tendrán para la cena, poniendo a los niños a pelar una papa, a lavar los platos, cosas simples del día a día, podemos construir un futuro mejor. Esos niños crecerán con una visión holística del mundo. Sabrán de dónde viene la comida, que muchas personas creen que proviene de los estantes del supermercado. Los niños crecerán independientes de la industria alimenticia, porque van a saber cocinar. Crecerán independientes de la industria farmacéutica, porque estarán mucho menos enfermos, creciendo y comiendo una comida casera, una comida saludable. Creo que debemos cambiar la dinámica de la alimentación. Tenemos que cambiar la valorización que tenemos de la comida. Tenemos que valorizar más la comida, el acto de comer y de cocinar. Educación no es solamente decir "por favor", "gracias" y "disculpe". Educación no significa entender que hospital es sinónimo de salud. Creo que tener una calidad de vida, un estilo de vida saludable, y una alimentación saludable para que tengamos menos hospitales, eso sí es educación. Es educación y prevención. Entonces, el futuro de la comida va a decidir el futuro de la humanidad. Cocinar y elegir bien los alimentos, son elecciones que podemos hacer para llevar el mundo a un lugar mejor. Gracias. (Aplausos)