¿Pueden adivinar qué es esto? ¿Y si les digo que hay un lugar con criaturas hechas de vidrio? ¿O que existen formas de vida que son invisibles para nosotros, pero que los astronautas ven todo el tiempo? Estas criaturas invisibles de cristal no son extraterrestres de exoplanetas. Son diatomeas: algas unicelulares fotosintéticas responsables de producir oxígeno y ayudar a la siembra de nubes a una escala planetaria. Y con exoesqueletos geométricos, esculpidos intrincadamente, hechos de... ¡Sí! Vidrio. Se pueden ver desde el espacio en remolinos de colores sobre el océano. Y cuando mueren, sus casas de vidrio se hunden a lo profundo de los océanos, tomando carbono del aire y llevándolo también a la tumba. Representando una cantidad significativa de secuestro de carbono en los océanos. Vivimos en un planeta alienígena. Hay demasiada vida rara en la Tierra para estudiar, y mucho de eso vive en los confines de nuestro mundo, nuestra vista y nuestro entendimiento. Uno de esos confines es la Antártida. Usualmente, cuando pensamos en la Antártida, pensamos en un lugar estéril y sin vida. A excepción de algunos pingüinos. Pero la Antártida debería conocerse como un oasis polar de vida, anfitrión de innumerables criaturas que son completamente fascinantes. ¿Y por qué no las hemos visto en el último documental de naturaleza? Bueno, merodean debajo de la nieve y el hielo, virtualmente invisibles para nosotros. Son microbios: pequeñas plantas y animales que viven incrustados en los glaciares, debajo del hielo marino y nadando en estanques subglaciales. Y no son menos carismáticos que cualquiera de la megafauna que están acostumbrados a ver en un documental de naturaleza. Pero ¿cómo hacemos que la gente explore lo que no pueden ver? Hace poco, conduje una expedición de cinco semanas a la Antártida para convertirme en una cineasta de la vida silvestre a escala microbiana. Con 84 kg de equipo, abordé un avión militar y traje microscopios al campo para filmar e investigar estos extremófilos microscópicos, para que podamos familiarizarnos con un ecosistema mal entendido con el que vivimos aquí en la tierra. Para filmar estas invisibles criaturas en acción, necesitaba ver lo que llamaban hogar, necesitaba aventurarme bajo el hielo. Cada año, el hielo marino casi duplica todo el tamaño de la Antártida. Para mirar debajo del hielo de casi tres metros de espesor, bajé por un largo tubo de metal insertado en el hielo marino para presenciar un ecosistema escondido, lleno de vida, mientras estaba suspendida entre el lecho marino y el techo iluminado de hielo. Así es como se veía desde fuera. Fue absolutamente mágico. Algunas de las criaturas que encontré eran encantadoras, como ostrácodos y muchas más diatomeas geométricas hermosas. Luego, fui más allá a acampar en los valles secos por un par de semanas. El 98 % de la Antártida está cubierta de hielo y los valles secos son el área más grande de la Antártida donde se puede ver el propio continente debajo de todo ello. Tomé muestras de bacterias en las Cataratas de Sangre, un fenómeno natural de un estanque subglacial chorreando óxido de hierro, que se pensaba que no tenía vida hasta hace poco más de una década. Y escalé un glaciar para perforarlo, revelando innumerables criaturas viviendo sus mejores vidas, mientras estaban incrustadas en capas de hielo. Los agujeros de crioconita se forman cuando pequeños pedazos de tierra oscura quedan inyectados en el glaciar y comienzan a derretirse en agujeros espesos que luego se congelan, preservando cientos de discos de tierra dentro del glaciar, como pequeños universos isleños cada uno con su propio ecosistema. Quizá reconozcan algunas de las que encontré, como este adorable tardígrado, que me encantan. Son como pequeños ositos de goma con garras. También conocidos como osos de agua, son famosos por poseer superpoderes que les permiten sobrevivir en condiciones extremas, incluyendo el vacío del espacio. Pero no hay que viajar al espacio o a la Antártida para encontrarlos. Viven en musgo por todo este planeta, desde grietas en las aceras hasta parques. Seguro caminan sobre toneladas de estos animales invisibles cada día. Otros pueden parecer familiares, pero siguen siendo extraños, como los nematodos. Ni una serpiente ni una lombriz de tierra, los nematodos son una criatura propia. No pueden regenerarse como una lombriz o gatear como una serpiente, pero tienen pequeñas agujas que parecen dagas dentro de sus bocas que algunos de ellos usan para atrapar sus presas y succionar el interior. Por cada humano en este planeta, existen 57 mil millones de nematodos. Y quizá no reconozcan algunas de ellas en lo absoluto pero viven vidas igual de fascinantes, como rotíferos con coronas increíbles que se convierten en bocas parecidas al robot Roomba; ciliados con sistemas digestivos tan transparentes que casi es demasiada información; y cianobacterias que parecen confeti que explotó en una placa de Petri. A menudo, lo que vemos en los medios populares son un escaneo microscópico electrónico de imágenes de microorganismos pareciendo temibles monstruos. Sin verlos moverse, sus vidas siguen siendo imprecisas para nosotros a pesar de que viven casi donde quiera que salgamos. ¿Cómo es su vida diaria? ¿Cómo interactúan con su entorno? Si solo hubieran visto una foto de un pingüino en un zoológico, pero nunca vieron a uno caminar y luego deslizarse sobre el hielo, no entenderían a los pingüinos completamente. Viendo microcriaturas en movimiento, tenemos una mejor visión de las vidas, que, de lo contrario, serían invisibles. Sin documentar la vida invisible en la Antártida y nuestros propios patios no entendemos con cuántas criaturas compartimos nuestro mundo. Y eso significa que todavía no tenemos la imagen completa de nuestro extraño y extravagante planeta. Gracias.