Los saludo
desde la 52º nación más libre del mundo.
Como estadounidense, me irrita
que mi nación se siga hundiendo
en los rankings anuales
publicados por Freedom House.
Soy hijo de inmigrantes.
Mis padres nacieron en China
durante la guerra y la revolución,
huyeron a Taiwán y después
vinieron a Estados Unidos.
Esto significa que toda mi vida
he sido muy consciente
de cuán frágil es realmente
la herencia de la libertad.
Por ello me dedico a enseñar,
predicar y practicar la democracia.
No me engaño.
Hoy día, en todo el mundo, la gente
duda de si la democracia es posible.
Los autócratas y los demagogos parecen
envalentonados, incluso arrogantes.
El mundo libre siente
que no tiene líderes.
Y aun así, yo tengo esperanzas.
No me refiero al optimismo;
el optimismo es para espectadores.
La esperanza implica acción,
implica que tengo
injerencia en los resultados.
La esperanza democrática requiere de fe,
no en un hombre fuerte
o en un salvador carismático,
sino en todos nosotros.
Y nos obliga a preguntarnos:
"¿Cómo podemos ser dignos de esa fe?"
Creo que hoy atravesamos
una época de despertar moral,
el tipo de época que ocurre cuando
las antiguas certezas se desmoronan.
En el centro de este despertar se
encuentra lo que llamo "religión cívica".
Y hoy quiero contarles
qué es la religión cívica,
cómo se practica y por qué es hoy
más importante que nunca.
Permítanme comenzar por la definición.
Defino a la religión cívica
como el sistema de valores
y prácticas colectivas compartidas
a través del cual los miembros
de una comunidad autónoma
eligen vivir como ciudadanos.
Ahora bien, por "ciudadano" no
me refiero a documentos ni pasaportes,
sino a una noción
más profunda, amplia y ética
que implica contribuir
a la comunidad, ser parte del todo.
Hablar de la religión cívica
como una religión
no responde a cuestiones poéticas,
sino a que la democracia
es una de las actividades humanas
que más fe requiere.
La democracia funciona únicamente cuando
muchos de nosotros creemos que funciona.
Es una apuesta y un milagro a la vez.
Su legitimidad viene no de
reglas constitucionales externas,
sino de los funcionamientos
internos del espíritu cívico.
La religión cívica, como toda religión,
contiene un credo sagrado,
acciones sagradas y rituales sagrados.
Mi credo incluye ideas como
"igualdad de protección ante la ley"
y "Nosotros, el pueblo".
Entre las acciones sagradas
están la abolición de la esclavitud,
el voto femenino, el movimiento
por los derechos cívicos,
el desembarco de los Aliados en Normandía,
la caída del muro de Berlín.
Y tengo un nuevo ritual cívico
que les comentaré en un momento.
No importa de dónde sean,
pueden encontrar o crear su propio
conjunto de credo, acciones y rituales.
La práctica de la religión cívica
no consiste en adorar al Estado,
ni obedecer al partido gobernante.
Tiene que ver con el compromiso social
y nuestros ideales comunes.
Y lo sagrado de la religión cívica
no tiene que ver con
la divinidad o lo sobrenatural,
sino con un grupo de gente diferente
que se comunica a partir de
lo que tienen en común, los grupos.
Quizá ahora les preocupe un poco que
esté tratando de venderles una secta.
Relájense, no se trata de eso.
No necesito venderles nada.
Como personas, están siempre
en el mercado en busca de una secta
o de algún tipo de experiencia religiosa.
Como humanos, siempre buscamos
explicaciones cosmológicas
para sacralizar creencias que nos unan
mediante un propósito trascendente.
Las personas inventamos religiones
porque formamos grupos.
La única opción que tenemos es utilizar
esos grupos para hacer el bien.
Si son personas devotas, ya saben esto.
Si no lo son,
si ya no van a servicios
de oración o nunca fueron,
entonces puede que digan
que el yoga es su religión,
o la liga de fútbol Premier,
o tejer, o programar, o las charlas TED.
Ya sea que crean en un dios
o que los dioses no existen,
la religión cívica no les pide
renunciar a sus creencias.
Solamente les pide actuar como ciudadanos.
Y esto me lleva al segundo tema:
cómo practicar la religión cívica
de forma productiva.
Ahora les contaré
sobre ese nuevo ritual cívico.
Se llama "Domingo de civismo"
y es similar a una congregación religiosa.
Cantamos,
conversamos con los desconocidos a
nuestro lado acerca de problemas comunes,
escuchamos lecturas
de poesía y de las escrituras,
hay un sermón que vincula los textos
a las elecciones éticas
y controvertidas actuales.
Pero las canciones,
las escrituras y el sermón
no pertenecen a una iglesia,
sinagoga ni mezquita.
Son cívicas,
provienen de nuestros ideales
cívicos en común
y de una historia común
de lucha por esos ideales.
Luego, armamos círculos para
organizar eventos, registrar votantes,
unirnos a nuevos clubes, hacer amigos.
Mis colegas y yo comenzamos
a organizar los Domingos de civismo
en Seattle en 2016.
Desde entonces, se han multiplicado
por todo el continente.
A veces asisten cientos
de personas, a veces decenas.
Se llevan a cabo en bibliotecas,
centros comunitarios
y espacios comunes de trabajo,
en festivas carpas o en enormes salones.
No hay nada demasiado tecnológico
sobre esta tecnología social.
Se trata de un anhelo humano básico
de relacionarnos cara a cara.
Atrae a jóvenes y adultos,
de izquierda y derecha,
ricos y pobres, religiosos
y no religiosos, de todas las razas.
Cuando vienen a un Domingo de civismo
y se los invita a debatir una pregunta
como "¿De quiénes son responsables?"
o "¿Qué están dispuestos a arriesgar
o abandonar por su comunidad?",
con estas preguntas, algo se activa.
Se sienten interpelados.
Comienzan a contar sus historias.
Comenzamos a conocernos de verdad.
Se dan cuenta de que la indigencia,
la violencia con armas, la gentrificación,
el tráfico, la desconfianza
hacia los nuevos, las noticias falsas...
Estas cosas no son problema
de otra persona,
sino la acumulación de
sus propios hábitos y omisiones.
La sociedad cambia de acuerdo
a nuestro comportamiento.
Nunca se nos pide reflexionar
sobre el contenido de nuestra ciudadanía.
A la mayoría nunca se nos invita
a hacer más o ser más,
y muchos ni siquiera sabemos
cuánto deseamos realmente esa invitación.
Creamos también un seminario cívico
para capacitar a otras personas a llevar
a cabo sus propios Domingos de civismo
en sus pueblos.
En la comunidad de Athens, Tennessee,
una líder decidida
llamada Whitney Kimball Coe
los lleva a cabo en una tienda de arte,
tienen un coro de jóvenes
y muchas banderitas.
Un joven activista llamado Berto Aguayo
realiza su Domingo de civismo
en una esquina del barrio
de Chicago "Back of the Yards".
Berto solía involucrarse con pandillas.
Ahora se encarga
de mantener la tranquilidad
y organizar campañas políticas.
En Honolulu, Rafael Bergstrom,
un exjugador de béisbol profesional,
ahora fotógrafo y conservacionista,
realiza el suyo bajo el lema
"lo cívico es sexy".
Lo es.
(Risas)
Incluso los seminaristas
a veces me preguntan:
"¿No es peligroso usar
el lenguaje religioso?
¿No hará que nuestra política
suene más dogmática y sentenciosa?"
Pero esto supone que todas las religiones
son fundamentalistas.
No es así.
La religión también implica
discernimiento moral,
la aceptación de la duda, el compromiso
de ser desinteresado y ayudar a otros,
el desafío de reparar el mundo.
En este sentido,
la política podría intentar
asemejarse un poco más a la religión,
no menos.
Lo que me lleva al último tema del día:
por qué la religión cívica
es importante hoy.
Quisiera ofrecerles dos razones:
primero, para contrarrestar
la cultura del hiperindividualismo.
Todos los mensajes que recibimos
de las pantallas en el mercado actual
nos dicen que cada uno de nosotros
está por su cuenta, somos libres:
libres para administrar nuestras empresas,
libres para vivir bajo un puente,
libres para tener trabajos alternativos,
libres para morir solos sin cobertura.
Según el liberalismo de mercado,
somos jefes que no rinden cuentas a nadie,
pero luego esto nos esclaviza
y nos aísla con conductas
de consumo y ansiedad.
Público: ¡Sí!
Millones de nosotros ya lo hemos notado.
Nos estamos dando cuenta ahora
de que "gratis para todos" no es
lo mismo que "libertad para todos".
(Aplausos)
Lo que verdaderamente nos libera
es ser responsables por otros,
ayudarnos mutuamente,
solucionar los problemas
de la mejor manera posible
en nuestros barrios y ciudades,
como si nuestros destinos
estuvieran entrelazados,
--pues lo están--
como si no pudiéramos separarnos unos
de otros ya que, al final, no podemos.
Conectarnos de esta forma
en realidad nos libera.
Demuestra que somos iguales en dignidad.
Nos recuerda que los derechos
implican responsabilidades.
Nos recuerda, de hecho, que
los derechos correctamente entendidos
son responsabilidades.
La segunda razón por la cual
la religión cívica es importante hoy
es porque nos ofrece la mejor historia
posible sobre "nosotros" y "ellos".
Hoy hablamos sobre
las políticas identitarias
como si se tratara de algo nuevo,
pero no lo es.
Toda política es identitaria,
una batalla interminable para determinar
adónde pertenecemos realmente.
En vez de los mitos nocivos
sobre sangre y suelo
que marcan a algunos
como marginados para siempre,
la religión cívica ofrece a todos
un camino a la pertenencia
basado solamente en un credo universal
de contribución, participación,
inclusión.
En la religión cívica, el "nosotros"
incluye a quienes desean ayudar,
ser voluntarios, votar,
escuchar, aprender, sentir empatía,
argumentar mejor, relegar
el poder en lugar acapararlo.
Y "ellos" son quienes no hacen esto.
Es posible juzgarlos con dureza,
pero no es necesario,
ya que en cualquier momento uno de ellos
puede volverse uno de nosotros,
simplemente al elegir
vivir como ciudadano.
Así que démosles la bienvenida.
Whitney, Berto y Rafael
son muy buenos en esto.
Cada uno tiene una forma distintiva
y determinada por su entorno
de hacer que la fe en la democracia
sea atractiva para los demás.
Su jerga puede ser la de los Apalaches,
la del sur de Chicago, la de Hawái,
pero su mensaje es el mismo:
el amor cívico, el espíritu cívico,
la responsabilidad cívica.
Puede parecerles que
todo esto de la religión cívica
es solo para estadounidenses entusiastas
de segunda generación como yo.
Pero en verdad es para cualquiera,
en cualquier parte,
que quiera afianzar los lazos
de confianza, afecto y acción conjunta
necesarios para gobernarnos y ser libres.
Quizá los Domingos de civismo
no sean para Uds.
Está bien.
Encuentren sus propias formas de
promover los hábitos cívicos clave.
Actualmente proliferan
muchas formas de comunidad cívica,
en esta era de despertares.
Grupos como "Community Organizing Japan"
emplean rituales creativos
y performativos de narración
para promover igualdad para las mujeres.
En Islandia, existen
las confirmaciones cívicas
en las que un anciano guía a los jóvenes
en el aprendizaje de la historia
y las tradiciones cívicas de la sociedad,
y esto culmina con
una ceremonia del rito de paso
similar a la confirmación de la Iglesia.
En "Ben Franklin Circles" en EE.UU.,
conocidos se reúnen una vez al mes
para debatir y reflexionar sobre
las virtudes que Franklin codificó
en su autobiografía:
justicia, gratitud y perdón.
Sé que la religión cívica no es suficiente
para remediar los graves problemas
de nuestros tiempos.
Para eso necesitamos poder.
Pero el poder sin carácter
es una cura peor que la enfermedad.
Sé que la religión cívica por sí sola
no puede arreglar
las instituciones corrompidas,
pero las reformas institucionales
sin normas no duran.
La cultura es el río arriba de la ley.
El espíritu es
el río arriba de la política.
El alma es el río arriba del Estado.
No podemos descontaminar nuestra política
si únicamente limpiamos río abajo.
Debemos ir hasta el origen.
El origen son nuestros valores.
Y, sobre los valores, mi consejo
es sencillo: tengan algunos.
(Risas)
(Aplausos)
Asegúrense de que esos valores
beneficien a la sociedad.
Pónganlos en práctica,
y háganlo junto con otras personas,
con una estructura de credo,
acciones y rituales alegres
que interesen a todos
para que así regresen.
Quienes creemos que
la democracia aún es posible,
tenemos la tarea de demostrarlo.
Pero recuerden, no es
una carga en lo absoluto
ser parte de una comunidad
donde se los considera humanos,
donde tienen injerencia
en las decisiones que los afectan,
donde no necesitan estar
conectados para ser respetados.
Eso es una bendición
y está al alcance de todos los que creen.
Gracias.
(Aplausos)