Hay algunas preguntas que nos conmueven
y que nos acompańan toda la vida.
Una de las mías es esta:
¿qué vemos cuando vemos?
Y también ¿qué ven los demás?
Y ¿cómo ponernos de acuerdo?
Y, por supuesto, ¿quién decide?
El tema de la percepción
me apasionó siempre.
Tal vez esto fue uno de los comienzos.
Un momento en que yo le pedí permiso
a mi papá para ir a un campamento.
Ya me estaba diciendo que sí
y se enteró de que había carpas mixtas.
Un desastre. Él debe
haber visto algo así.
No sé qué ven Uds. Yo veo una pareja
en una situación íntima. ¿Uds. también?
Pero yo era una chica de 13 años
y, como la mayoría de los chicos,
veía delfines. ¿Uds. no ven los delfines?
Algunos sí, otros no.
Así empiezan las peleas.
Pero también así empieza la maravilla.
La oportunidad de ver desde
distintos puntos de vista.
De conocer el mundo
de muchas maneras diferentes.
Porque siempre las hay.
Porque nuestra percepción
y nuestro conocimiento,
no es algo que se nos da naturalmente
como un reflejo de lo que hay,
aunque nos educaron en eso,
sino como un encuentro con el mundo.
Y el contexto es fundamental
para darnos cuentas de cómo percibimos.
Por eso les voy a invitar a compartir
este otro experimento, de Adelson.
Este experimento tiene dos baldosas
marcadas: en una dice A y en otra dice B.
Yo las veo muy distintas:
muchísimo más clara la B que la A.
Uds. también, ¿no?
Bueno, las páginas de ilusiones ópticas,
los libros técnicos al respecto,
todos dicen que parecen distintas
pero que son iguales.
Y para convencernos agregan
un argumento visual que es el siguiente.
(Video) Vamos a ir cambiando
el contexto. Fíjense lo que pasa.
Un poco más.
Ya empieza a cambiar, ¿no?
Mmm. Ahora las veo iguales.
Pero ¿por qué me dice que parecían
distintas pero son iguales?
Antes las veía distintas.
Ahora las veo iguales.
(Fin del video) Lo único
que cambió es mi percepción.
Yo no tuve un acceso a una realidad
aparte de la percepción.
Algunos dirán, bueno,
el que hizo el experimento
sabe qué pigmento usó, y usó el mismo.
Pero resulta que el pigmento
no tiene un color en sí.
El color es algo que se forma
en un ser que puede percibir,
una persona o un animal,
en un contexto donde hay una luz;
de noche, todos los gatos son pardos.
Si nos encandilan, todos son blancos.
Sea el que fuere
el pigmento que haya ahí.
Porque los pigmentos
solos no producen nada.
Nuestra experiencia del mundo como
seres perceptivos es muy compleja.
Además del contexto, de la experiencia,
de la imaginación
--como le pasó a mi papá--
de cómo nos entrenaron -los médicos
ven algunas cosas en las ecografías
que no veo ni de casualidad;
en la primera ecografía, debo decirlo,
lo único que pude darme cuenta
fueron las costillas de mi hija,
el resto no entendía nada,
y ellos lo pueden percibir--
Y es que percibir es una actividad que
depende mucho también de la historia.
Y de lo que esperamos ver.
Ahora los voy a invitar
a hacer otro experimento
donde el lugar crucial
va a ser la atención.
Así que les pido,
como las maestritas de escuela,
por favor, presten atención.
Vamos a ver un video.
Hay dos equipos, uno con camiseta blanca
y otro con camiseta negra.
Se están pasando la pelota entre sí.
Hay dos pelotas y Uds. tienen que contar
los pases de pelota del equipo blanco.
Nada más que los pases
de pelota del equipo blanco.
¿Están listos?
¡Ya! (Video)
(Fin del video) ¿Cuántos?
30, guau.
Otra vez peleas. Pero yo los voy
a invitar a algo divertido.
Porque la diversidad
tiene siempre una tensión.
Y en la tensión está la creatividad,
la novedad y el conocimiento.
¿Vieron algo más? ¿Algo raro?
¿Algo que les llamó la atención?
Público: Sí.
Sí, por ahí atrás hay alguien
que vio tal vez un animal grandote,
del tamańo del gorila, o un oso.
Un bicho enorme que pasó,
se quedó en el medio, bailó.
No lo vieron.
Vamos a verlo.
(Video)
Ahí entra, en el centro, mueve
los brazos, baila, se queda un rato.
(Fin del video)
Yo lo adoro.
Y lo hice montones de veces.
Y es muy gracioso.
A veces sale bien aunque
uno vaya como un estúpido y diga:
¿Hicieron el experimento
del gorila invisible?
Igual, cuando están contando
los pases una gran mayoría,
aproximadamente más del 50 %
por lo menos, no lo ve.
Y más divertido todavía: hicieron
una investigación Simons y Chabris
que fueron los que crearon
una versión de este experimento
y preguntaron a la gente si creería
que vería un gorila
o no contando los pases.
Dijeron, claro que sí, el 75 %
de la gente cree que deberíamos verlo.
Y, sin embargo, muchos no lo vimos.
Los investigadores
dicen que esto se debe
a un fallo que llaman
ceguera atencional.
Es decir, que la atención
nos deja ciegos.
A mí me sorprendió todavía más
la interpretación que el experimento.
¿A alguien se le ocurrió alguna vez que
una piedra es ciega porque no puede ver?
Nunca diríamos eso.
¿Por qué tendríamos
que ver nosotros algo
cuando estamos prestando
atención a otra cosa?
La verdad es que en nuestra cultura
llevamos ya siglos de
sospechar de los sentidos.
Ya Aristóteles, Platón,
sospechaban de ellos.
Y en la actualidad los neurocientíficos
sospechan del cerebro
y dicen que nos engańa.
Es muy común que cuando
nuestras expectativas fallan
salgamos a buscar al culpable.
Los científicos no son ninguna
clase de excepción a esta regla
y salen como en las películas
"cherchez la femme", ¿no?
Como en el policial,
hay que ir a buscar al culpable.
Rara vez se cuestionan si
las expectativas eran adecuadas.
Si realmente nuestra visión
nos muestra lo que hay.
O si lo que falla es
la teoría de la visión.
A la percepción no le falla nada.
Nosotros hablamos, por ejemplo,
de ilusiones ópticas.
¿Uds. vieron algún anteojo ilusionar?
Sería rarísimo, ¿no?
Cuando dicen que el cerebro nos engańa,
¿a qué "yo" estaría engañando mi cerebro?
Y me pregunto también, el cerebro,
¿es un órgano que tiene intenciones
propias, separadas, independientes?
Yo creo que no. Creo que hay
otra forma de pensar esto.
Y esta otra forma tiene que ver
con estos recorridos de mi vida
que me llevaron de la
bioquímica a la filosofía,
de la filosofía a los temas de redes,
del trabajo sobre la percepción
a la epistemología
--que es la teoría del conocimiento--
y allí me di cuenta
de que desde muy antiguo
hay una teoría que no es nada intuitiva
como dicen los autores del gorila
--este es el culpable que eligieron
ellos: la intuición que nos engańa--
sino que hemos sido educados en ella.
Esta teoría empezó a existir
en el Renacimiento.
Antes del Renacimiento no había nadie
a quien se le ocurriera ver para creer.
No era un argumento. No era algo
que la gente se planteara.
Recién en el Renacimiento
aparecen cosas como esa caja
que Uds. ven que se llama cámara oscura
y que permite formar una imagen interna
del David que está allí.
Lo elegí porque es renacentista.
Más tarde vino la fotografía,
pero en el medio
para que Uds. se den cuenta
de la dificultad que tuvo
nuestra cultura para aceptar esto,
existió Galileo.
Seguro que en la escuela les contaron
lo que le costó a Galileo
que alguien mirara
por el famoso telescopio.
Y un par de siglos después
vino Leeuwenhoek
a quien nadie le creía cuando
miraba por el microscopio
y encontraba una cantidad enorme
de microbios
en lo que se creía que era agua pura.
Así que, desde el siglo XVI-XVII
hasta el siglo XIX,
esto de ver para creer
tuvo muchas dificultades.
Inclusive Compte, que fue uno
de los fundadores del positivismo,
dijo que el microscopio
era un aparato maquiavélico
y no se podía confiar en él.
Pero una vez que se aceptó,
ya en el siglo XIX,
cuando ya nadie más discutió,
se olvidó que alguna vez
nadie había creído en ello.
Y se convirtió en el cristal
con el que miramos el mundo.
Hoy los investigadores están
desarrollando nuevos experimentos
que no encajan bien con
la idea de que vemos la realidad.
Todos aceptan que no vemos la realidad.
Lo increíble es que siguen
creyendo en la realidad.
Es decir, en una realidad
externa, independiente,
que nació precisamente en ese momento.
En esta idea de separación entre
el que conoce y aquello que conoce.
En eso que hoy llamamos
teoría de la objetividad.
La objetividad es precisamente eso.
Creer que el conocimiento es
un reflejo en la mente, o en el cerebro,
depende del gusto del consumidor,
de una realidad externa e independiente.
Lo que nosotros estuvimos haciendo
en los experimentos
es darnos cuenta de que lo que
percibimos no es un reflejo del mundo,
sino que depende de nuestra actividad,
de nuestra forma de ser afectados,
de nuestra historia, de la gente
con la que estamos trabajando.
El conocimiento no es objetivo,
pero tampoco subjetivo.
Una de las dificultades enormes
para dejar de pensar en la objetividad,
o para cuestionarla siquiera,
tiene que ver
con que nuestra cultura solo concibe
dos cosas: o es objetivo o es subjetivo.
Pero los que vieron al gorila ¿qué son?
¿Objetivos o subjetivos? ¿Y los otros?
¿A quién ponemos en cada grupo?
Cuando nosotros abandonamos
este pensamiento dicotómico
que solo admite dos opciones y entramos
en el mundo de la interactividad
tenemos otra posibilidad de comprender
nuestra experiencia del mundo.
Este es uno de los aspectos,
para mí, clave.
Si yo cuando era chica
hubiera podido saber todo esto
que la investigación
me ha permitido conocer ahora,
la pelea con mi papá por lo menos
la hubiera tomado de otra manera.
Yo no creo que mi papá me permitió ir
--porque me permitió ir al final
al campamento, pero no fue porque
lo convencí con nada de la objetividad;
hice huelga de hambre--
No son solamente ideas en nuestra mente.
Son formas de relación en el mundo.
Tienen importancia personal
en nuestras parejas,
con nuestros padres,
con nuestros amigos.
Tienen una importancia
política fundamental.
Quien habla desde la objetividad,
está pidiendo obediencia.
¿Quién puede ser el vocero
de la objetividad?
Cuando Galileo invitó
a mirar a las estrellas,
había muchos mundos nuevos
por descubrir.
Él no pedía una nueva Inquisición,
una nueva verdad.
Él solo quería lugar para un nuevo punto
de vista, para ampliar la experiencia.
Pero esa experiencia después
se hizo cada vez más chiquita
y cuando el objetivismo se consolidó,
se consolidó también la idea
de un único punto de vista verdadero,
de un acceso único a la realidad.
Y el periodismo es uno de los ámbitos
donde más existe esta creencia.
Vamos a compartirla. (Video)
Nora de Cortińas: Ella se arrimó
para empujarlo y él aprovechó
y la agarró así haciéndose el bueno.
Yo estoy... ¿Digo lo que estaba haciendo?
Puteando al policía.
Le estaba diciendo de todo.
Porque sabía que era una falsedad.
Marcelo Ranea: Ella está reclamándole
al tipo no sé si que la deje pasar,
o que le devuelva el hijo, no sé,
le está reclamando algo, mal.
Y, en un momento dado,
ella le golpea el pecho al policía.
En ese momento en que ella le pega,
él creo que se da cuenta
de que no tiene
ninguna manera de frenarla,
de que la única manera de pararla
era o dándole un cachetazo,
o abrazándola.
Cora Gamarnik: Es muy importante
la foto de Jorge Sánchez,
porque muestra justamente otro gesto.
Es la misma situación en otro gesto
de mucha tensión,
en donde la Madre está gritándole
y el policía la mira con
un gesto muy desagradable.
Y esa foto Jorge Sánchez la expuso
en la muestra de periodismo gráfico
de 1983 junto con esta.
Los fotógrafos, cuando mostraron
las fotos, mostraron las dos juntas.
Se abre la exposición el primer día
y, al segundo día, van a la exposición
y la foto de Sánchez no está.
(Fin del video)
Elegí muy a propósito
este documental de Canal Encuentro,
"Fotos. Retrato un país",
y en particular este que habla
de la "Marcha por la vida",
y los invito a verlo porque es
fantástico, porque esta foto no es falsa.
No es una foto trucada.
Para la idea de ver para creer, tuvo
mucha importancia también la Imprenta.
La idea de una copia fiel de un original.
Ahí empieza a formarse esta idea.
Pero en la era de la interactividad,
creer que existen copias fieles
cuando seńoras de 80 parecen de 15,
gracias al Photoshop
--y el Photoshop puede ser manejado
por cualquiera de nosotros--
resulta bastante más difícil.
Y no es que yo crea que la objetividad
era posible antes,
o que había fidelidad antes
--no soy tan ingenua-- pero creo
que es más fácil darse cuenta ahora.
Creo que nuestros
modos de vida contemporáneos
nos habilitan para incorporar
más puntos de vista,
para reconocer la diversidad,
para disfrutar de ella.
Les cuento que en el ańo 1802,
Pierre-Simón de Laplace
le presentó a Napoleón
su libro científico recién terminado.
Uno de los más importantes de la época.
Napoleón sabía bastante de ciencia.
Lo hojea, lo mira y dice:
"Pero aquí no habla de Dios".
Porque en esa época no se podía
escribir un libro científico
que no hablara de Dios.
Y Pierre-Simón de Laplace,
tan tranquilo, le dijo:
"Me pareció una hipótesis prescindible".
Esa anécdota me anima.
Espero que en algunos siglos sea posible
por lo menos conversar tranquilamente
si existe o no la objetividad.
Desde luego, mi planteo
es que no, no hay tal.
Que lo que llamamos objetividad
es apenas un foco estrecho del mundo.
Esa foto no es falsa. La otra, tampoco.
Pero ninguna foto puede
capturar ninguna realidad.
Ninguna observación
captura las realidades.
Lo que nos captura son las ideologías,
como la objetividad.
Por eso cuando me preguntan
si hablando mal,
porque así lo toman, de la objetividad
hay que renunciar a la ciencia
les digo: "De ninguna manera".
La ciencia es una empresa
creativa humana maravillosa
que he cultivado,
en la que sigo trabajando,
que disfruto, que valoro y respeto.
La ideología objetivista es otra cosa.
No es ciencia, es ideología.
Y es un sistema a través del cual
nos invitan a aceptar pasivamente
en vez de comprender activamente.
Tal vez de lo que se trata
en estos tiempos de interactividad,
es de abrir nuestra
experiencia a un mundo
donde quepan muchas
experiencias distintas.
Soltar amarras, emprender un viaje
creativo que reconozca la diversidad
en todas sus formas y en la legitimidad
de los modos de conocer
y trabaje para ver cómo convivimos
en la diversidad
sin aceptar que hay ningún
punto de vista privilegiado.
Tal vez se trate de seguir
el camino al que nos invitó Proust
cuando decía que
el acto real de conocimiento
no consiste en encontrar nuevas tierras
sino en ver con nuevos ojos.
Esa es mi invitación.
(Aplausos)