Aproximadamente a los seis meses
de mi trabajo como terapeuta
en un centro de rehabilitación
para drogadictos y alcohólicos,
recibí una llamada de una enfermera
de la unidad de desintoxicación.
Me pidió que fuera a revisar
a un nuevo paciente
que había ingresado unas horas antes.
Fui a la unidad, y tuve
el gusto de conocer a Anne.
Anne es una mujer transgénero
que me empezó a contar
por qué había acudido al tratamiento,
pero noté que hablaba con temor,
que su mirada mostraba preocupación.
Me contó que su miedo no era
venir al centro de rehabilitación
y tener que abandonar
las drogas y el alcohol.
Su temor era que los médicos
que irían a atenderla
no la tratasen como una mujer.
Me contó del dolor permanente
que siempre marcó su vida,
el de ser considerada hombre
aunque ella se sentía mujer.
Eso significa que cuando nació,
el médico se la entregó a sus padres
y, basándose en
los genitales del bebé, dijo:
"Es un varón".
Siempre supo que no era varón.
Los años fueron pasando,
y lo que ella iba sintiendo
y reteniendo en su interior
crecía cada vez más,
y sabía que debía decírselo a su familia.
Cuando lo hizo, no fue tan fácil.
Los padres le dijeron: "De ninguna
manera, no eres una chica.
No es así como te hemos criado.
No entendemos qué te pasa.
Márchate".
Y Anne terminó en la calle, deambulando
por distintos refugios para indigentes.
Fue allí donde se inició en
el consumo de drogas y alcohol
para mitigar el dolor
que sentía por dentro.
Me contó de su deambular por
hospitales y centros de rehabilitación
para recuperarse.
Y cuando lo lograba, los profesionales
sanitarios y los médicos
no se dirigían a ella usando
su nombre o palabras en femenino.
Esto era muy doloroso para ella.
Durante mi formación como terapeuta,
no me enseñaron a trabajar
con pacientes transgénero.
Nunca imaginé que trabajaría
con pacientes de este tipo.
Pero cuando empecé a trabajar
con Anne y otros pacientes como ella,
mi misión empezó a evolucionar,
y esa misión era lograr
que la comunidad transgénero
pudiera recibir la atención
médica que necesita.
Al ahondar en el tema, supe
que ese miedo tan real
a la violencia, la discriminación
y la falta de aceptación
obligaba a estos pacientes a
volcarse al alcohol y a las drogas.
También escuché historias terribles
de pacientes que buscaban atención médica,
del trato que recibían,
y cuánto se ignoraban
sus necesidades de salud.
Les contaré ahora la historia de Leah.
Tuve el placer de conocerla
hace unos años.
Es mujer y tiene su esposa e hijos.
Leah también fue considerada
varón desde el nacimiento
y desde niña supo que no era varón,
sino una mujer.
Ocultó este sentimiento de sí
misma y de quienes la rodeaban,
especialmente de su esposa.
Y a los 50 años, ya no lo pudo soportar.
Se dijo: "No puedo seguir viviendo así.
Tengo que sincerarme".
Tenía terror de contárselo a su esposa.
¿Y si su esposa le decía:
"Es inaceptable. Quiero
el divorcio. Márchate"?
Para su sorpresa, su esposa lo aceptó.
Dijo: "Te amo, no importa quién eres.
Quiero ayudarte como pueda".
Entonces lo hablaron,
y Leah decidió acudir al médico
para hacer la transición,
y estaba dispuesta a recibir
una terapia de reemplazo hormonal,
o TRH.
Concertó una cita con el médico.
Acudió a la consulta con antelación,
completó los formularios,
puso su nombre correctamente
y esperó pacientemente.
Pasado un tiempo, una enfermera
la llamó al consultorio.
Cuando entró, respiró profundamente,
y el médico y la enfermera entraron.
Ella le extendió la mano al médico
y le dijo: "Hola, soy Leah".
El médico la miró, no le
estrechó la mano y dijo:
"¿Por qué está aquí?"
Leah respiró profundo
nuevamente y respondió:
"Soy una mujer transgénero.
Lo sentí así toda mi vida,
y se lo oculté a todos,
pero ya no puedo más.
Mi esposa me apoya,
y económicamente puedo hacerlo.
Quiero hacer estos cambios.
Le pido que evalúe
la posibilidad de darme una TRH".
El médico le dijo: "Hoy no es posible.
Debe hacerse un análisis de VIH".
Leah no lo podía creer.
Estaba furiosa,
enojada, decepcionada.
Si su médico la trataba de esa manera,
¿qué podría esperar de los demás?
Primero, no le estrechó la mano,
y segundo, cuando supo
que Leah era transgénero,
solo le recomendó una prueba de
VIH y dio por terminada la consulta.
No le hizo ninguna otra pregunta.
Entiendo muy bien la historia de Leah,
porque en los años que llevo
trabajando con la comunidad,
todos los días escucho
mitos que no son verdad.
Por ejemplo:
las personas transgénero quieren hacer
la transición con fármacos o cirugía;
las personas transgénero tienen
una enfermedad mental, un trastorno;
y estas personas, en realidad,
no son ni hombre ni mujer.
Todos son mitos, todas son ideas falsas.
A medida que esta comunidad
se expande y va envejeciendo,
es fundamental que se capacite
a todos los profesionales de la salud
para atender sus necesidades de salud.
En el año 2015, se realizó una encuesta
según la cual el 72 %
de los profesionales de la salud
manifestaron no contar
con información adecuada
sobre las necesidades médicas
de la comunidad LGBT.
Hay una brecha enorme en
la educación y la capacitación.
Hoy quiero mostrarles
una nueva manera de pensar
sobre tres grupos de personas:
los médicos, la comunidad
transgénero y el resto de nosotros.
Pero antes, quiero repasar
algunas definiciones
para que puedan terminar de entender
la idea de la identidad de género.
Tomen lápiz y papel, y anoten.
Comencemos por el concepto
del sistema binario.
Esto significa que antes
siempre pensábamos
que había solo dos géneros:
hombre y mujer.
Binario, ¿se entiende?
Pero ahora sabemos que
ese concepto no es correcto.
La identidad de género es un espectro
con la masculinidad a un extremo
y la femineidad en el otro.
Este espectro de identidades
incluye categorías como
la no conformidad con el género,
la conformidad con el género,
el género no binario,
de dos espíritus, de tres espíritus,
y también intersexuales.
El término "transgénero" es genérico
e incluye todas estas
identidades distintas.
Pero en esta charla, pensemos
en una persona transgénero
como aquella cuyo sexo
de nacimiento no coincide
con lo que la persona siente,
con lo que la identifica.
Esto es muy distinto del sexo biológico.
La identidad de género es
cómo la persona se percibe.
Pensémoslo como lo que
hay entre las orejas:
la percepción de uno mismo,
de quienes somos.
Es muy distinto al sexo biológico.
Las hormonas, los genitales,
los cromosomas...
eso está entre la piernas.
Ahora bien, me dirán: "Doctora,
nunca tuve dudas de quién soy.
Sé que soy hombre, o sé que soy mujer".
Está claro. Cada uno sabe quién es.
Así es como se sienten
muchas personas transgénero.
También saben quiénes son,
con la misma convicción.
Es importante saber que hay
muchos tipos de identidades,
y yo me identifico como mujer cisgénero.
Para los que quieren saber
cómo se escribe la palabra,
"cis" se escribe C - I - S.
Significa "de este lado" en latín.
Cuando yo nací,
el médico me alzó y les dijo a mis padres:
"Es una niña".
Lo dijo basándose en mis genitales.
Si bien me crié en
una pequeña granja en Georgia,
y no era demasiado femenina,
nunca dudé de que era mujer.
Siempre supe que lo era,
independientemente de
mi conducta en la infancia.
Ahora bien, esto es muy distinto
a ser una persona transgénero.
El término "trans" significa
"del otro lado de" en latín.
Por eso decimos "línea
aérea transcontinental",
a través de, del otro lado de.
Se refiere entonces a quien
se le asigna un sexo al nacer,
pero esa persona se identifica
con el otro lado del espectro.
Un hombre transgénero es alguien a quien
se le asignó el sexo femenino al nacer,
pero se identifica, se siente
y vive su vida como varón.
Y lo opuesto es, como dije antes,
una mujer transgénero que
nace con sexo masculino
pero vive y se identifica como mujer.
Es importante subrayar
que no todos lo que tienen
una identidad no binaria
se identifican con
el término "transgénero".
Para que no se confundan, voy a
aclarar lo que es la identidad sexual,
u orientación sexual.
Es simplemente la persona que nos atrae,
física, emocional,
sexual, espiritualmente.
No es igual que la identidad de género.
Para resumir, entonces,
antes de continuar:
la identidad de género
está entre las orejas;
el sexo biológico, entre las piernas;
y la identidad sexual... bueno,
a veces usamos el corazón,
pero está aquí.
Tres espectros muy distintos de identidad.
Ahora bien, los estudiantes de
medicina dedican unas cinco horas
al estudio de las necesidades
médicas de la comunidad LGBT
cuando están en la universidad,
a pesar de que sabemos que esta
comunidad tiene riesgos de salud
y necesidades muy particulares.
Se estima que hay unos
10 millones de adultos en EE. UU.
que se identifican como LGBT.
La mayoría de los médicos que
trabajan con pacientes transgénero
aprenden sobre la marcha.
Esto significa que deben ir
improvisando en el camino,
o el paciente termina enseñándole
al médico cómo debe tratarlos.
Muchos médicos se sienten incómodos
al preguntar sobre la identidad de género.
A algunos les parece que no tiene
importancia en el marco del tratamiento
y otros simplemente no
quieren decir algo inapropiado.
Cuando los médicos dicen algo
fuera de lugar o algo negativo,
no son necesariamente mal intencionados.
Probablemente nunca les enseñaron
a tratar a este tipo de personas.
Pero esto ya no es aceptable.
¿Qué ocurre entonces con
un hombre transgénero?
Recordemos, una persona
que nace con sexo femenino
pero vive como hombre.
¿Qué ocurre cuando un hombre transgénero
acude a hacerse un chequeo
ginecológico de rutina?
La manera en que
ese médico trate al paciente
condicionará el clima de la consulta.
Si ese médico trata a ese hombre
usando las palabras en masculino,
estará mostrando respeto
y dándole dignidad,
y es muy probable que también
lo haga el resto del personal.
Pues bien, esta es mi opinión
sobre la comunidad médica,
y ahora voy a referirme a
la comunidad transgénero.
Les hablaré del miedo,
pero todos sabemos quién
realmente tiene miedo:
la comunidad transgénero.
Al principio les hablé de Anne
y de su preocupación
por iniciar un tratamiento
y no ser respetada
como la mujer que siente ser.
Luego hablé de Leah, que
temía la reacción del médico,
y en el momento en que
él no le estrechó la mano
y le pidió que se hiciera un análisis
de VIH, sus temores se confirmaron.
La comunidad transgénero
debe ser empoderada
para hablar de sus necesidades médicas.
Se acabó la época en que se quedaban
callados cuando recibían un tratamiento.
Si ellos no comunican
sus necesidades médicas,
nadie lo hará por ellos.
Y ¿qué pasa con el resto de nosotros?
Quizá muchos de ustedes,
la semana o el mes que viene,
acudan a una consulta médica.
Imaginemos que tienen la consulta
y, al finalizar, se sienten peor
que antes de la visita.
Bien podrían sentir
que el médico ignoró sus necesidades,
incluso que los juzgó equivocadamente.
Así es como se sienten muchos de
los 1,4 millones de adultos transgénero
aquí en EE. UU.
si tienen la suerte de ir a una consulta.
Ahora bien, podrían preguntarse:
"¿Por qué debería importarme esto?
No soy transgénero, no
conozco a nadie que lo sea.
¿Qué más da?".
Piénsenlo de este modo.
Una persona transgénero es humana,
como Uds. y como yo.
Tienen derecho a atención
médica calificada,
como Uds. y como yo.
Les voy a pedir ahora
que levanten la mano
quienes conozcan o hayan conocido
a una persona transgénero,
de género no conforme, sin género,
intersexual, de dos o tres espíritus.
Gracias. Muy bien.
Quienes no levantaron la mano,
tendrán en el futuro cercano
la oportunidad de conocer
a alguien que esté en una de
estas categorias, se los aseguro.
Esta comunidad está en expansión.
Y no es porque esté de moda
o sea una nueva tendencia,
Simplemente porque es
más seguro darse a conocer.
Hay más conciencia, hay más visibilidad.
Hay más seguridad, y por eso muchos
hablan de su verdadera identidad
como nunca se había hecho en el pasado.
Por eso, es importante que el sistema
de atención sanitaria se comprometa
a capacitar a los médicos
y profesionales de la salud
para tratar a estos pacientes
con el respeto y la dignidad
que esperamos para nosotros mismos.
Recuerdo cuando en la clase
de literatura en la escuela,
uno de mis profesores
favoritos, el Sr. McClain,
compartió una cita de Heráclito
que recuerdo hasta el día de hoy.
Seguramente la conocen:
"Lo único constante es el cambio".
Un frase conocida, ¿verdad?
Cada uno de nosotros debe
enfrentar cambios en la vida,
y esto a veces nos obliga
a tomar decisiones,
algunas difíciles.
¿Nos estancaremos en el miedo
y dejaremos de crecer?
0 ¿enfrentaremos los miedos con valentía,
evolucionaremos y aprovecharemos
la oportunidad para crecer?
Todos debemos enfrentar cosas nuevas.
¿Qué harían Uds.?
¿Se quedarán atrapados en el temor,
o crecerán?
Los invito a cada uno, a los médicos,
a la comunidad transgénero,
a Uds. y a mí,
a que juntos enfrentemos los miedos
en este mundo nuevo.
Gracias.
(Aplausos)