He pasado mis veranos en el laboratorio biológico marino en Woods Hole, Massachusetts. Y allí, básicamente, he alquilado un barco. Y esta noche quisiera invitarlos a que vengan al barco conmigo. Salimos de Eel Pond a Vineyard Sound, justo en la costa de Martha's Vineyard, con un dron para identificar puntos potenciales para mirar hacia el Atlántico. Antes, iba a decir hacia las profundidades del Atlántico, pero no hay que ir demasiado profundo para llegar a lo desconocido. Aquí, apenas a tres km de lo que quizá sea el laboratorio de biología marina más grande del mundo, arrojamos una simple red de plancton al agua y traemos a la superficie seres a los que la humanidad rara vez presta atención, muchas veces nunca antes vistos. Este es uno de los organismos que atrapamos en nuestra red. Es una medusa. Pero miren de cerca, vive dentro de este animal otro organismo que muy probablemente sea totalmente nuevo para la ciencia. Una especie completamente nueva. ¿O qué tal esta otra belleza transparente con un corazón que late, que crece asexualmente en la parte superior de su cabeza, progenie que se mudará para reproducirse sexualmente. Lo diré de nuevo: Este animal crece asexualmente en la parte superior de su cabeza, progenie va a reproducirse sexualmente en la próxima generación. ¿Una medusa extraña? No tanto. Es una ascidia. Es un grupo de animales con el que ahora sabemos que compartimos una extensa ascendencia genómica, y es quizá la especie de invertebrados más cercana a la nuestra. Conozcan a su prima, Thalia democrática. (Risas) Estoy bastante seguro de que no reservaron un lugar en su última reunión familiar para Thalia, pero les diré que estos animales tienen una relación muy profunda con nosotros de formas que recién estamos empezando a entender. Por eso la próxima vez que oigan a alguien decir burlonamente que este tipo de investigación es una simple expedición de pesca, espero que recuerden el viaje que acabamos de hacer. Hoy, muchas de las ciencias biológicas solo ven valor en el estudio más profundo de lo que ya sabemos; en cartografiar continentes ya descubiertos. Pero a algunos de nosotros nos interesa mucho más lo desconocido. Queremos descubrir continentes completamente nuevos, Y contemplar magníficas vistas de la ignorancia. Anhelamos la experiencia de estar completamente desconcertados por algo nunca antes visto. Y sí, estoy de acuerdo, hay mucha satisfacción del ego en poder decir: "Oye, fui el primero en descubrir eso". Pero esta no es una cuestión de autoengrandecimiento, porque en este tipo de investigación de descubrimiento, si uno no se siente un completo idiota la mayor parte del tiempo, no está investigando lo suficiente. (Risas) Así que cada verano subo a la cubierta de este pequeño barco nuestro, más y más cosas de las que sabemos muy poco. Esta noche me gustaría contarles una historia sobre la vida que rara vez se cuenta en un ambiente como este. Desde la mirada de los laboratorios biológicos del siglo XXI, empezamos a iluminar con conocimiento muchos misterios de la vida. Sentimos que después de siglos de investigación científica, estamos empezando a hacer incursiones significativas en comprender algunos de los principios fundamentales de la vida. Nuestro optimismo colectivo se refleja en el crecimiento de la biotecnología en el mundo, en pos de usar el conocimiento científico para curar enfermedades humanas. Cosas como cáncer, envejecimiento, enfermedades degenerativas, son solo algunas de las indeseables que deseamos domesticar. A menudo me pregunto: ¿Por qué estamos teniendo tantos problemas al tratar de resolver el problema del cáncer? ¿Es que estamos tratando de resolver el problema del cáncer sin tratar de entender la vida? La vida en este planeta comparte un origen común, y puedo resumir 3500 millones años de historia de la vida en el planeta en una sola diapositiva. Aquí ven representantes de todas las especies conocidas del planeta. En esta inmensidad de vida y biodiversidad, ocupamos una posición poco notable. (Risas) Homo sapiens. El último de nuestro tipo. Y aunque realmente no quiero desacreditar en absoluto los logros de nuestra especie, por más que deseamos que sea así y solemos fingir que es así, no somos la medida de todas las cosas. Sin embargo, somos la medida de muchas cosas. Cuantificamos sin cesar, analizamos y comparamos, parte de esto es absolutamente invaluable y de hecho necesario. Pero este énfasis actual en que la investigación biológica se especialice para producir resultados prácticos restringe nuestra capacidad de interrogar la vida a límites inaceptablemente estrechos y a profundidades insatisfactorias. Estamos midiendo una franja de vida asombrosamente estrecha, y esperamos que esos números salven todas nuestras vidas. ¿Cuán estrecha se preguntan? Bueno, les daré unas cifras. El Programa Nacional Oceánico y Atmosférico estimó recientemente que un 95 % de los océanos están sin explorar. Procesemos eso un segundo. El 95 % de los océanos sin explorar. Pienso que es acertado decir que ni siquiera sabemos cuánto desconocemos sobre la vida. Así que no sorprende que cada semana en mi campo empezamos a sumar más y más especies nuevas a este asombroso árbol de la vida. Este ejemplo... descubierto este verano, nuevo para la ciencia, ahora ocupa su rama solitaria en nuestro árbol genealógico. Lo aún más trágico es que conocemos muchas otras especies de animales, pero su biología no se estudia tanto. Estoy seguro de que alguno habrá oído que la estrella de mar puede regenerar su brazo en caso de pérdida. Pero alguno de Uds. podría no saber que el propio brazo puede regenerar una estrella de mar completa. Existen animales que hacen cosas realmente asombrosas. Apostaría a que muchos de Uds. nunca han oído del gusano plano, Schmidtea mediterránea. Este pequeñito de aquí hace cosas alucinantes. Se puede tomar uno de estos animales y cortarlo en 18 trozos, y cada uno de esos trozos se regenerará hasta ser un animal completo en menos de dos semanas. 18 cabezas, 18 cuerpos, 18 misterios. Durante la última década y media, he tratado de averiguar cómo hacen estos gusanos lo que hacen, y cuál es su truco. Pero como todo buen mago, no cuentan sus secretos fácilmente. (Risas) Por eso aquí estamos, tras 20 años de estudiar a estos animales, mapeo del genoma, rascado de la barbilla, y miles de amputaciones y miles de regeneraciones, aún no entendemos por completo cómo estos animales hacen o que hacen. Cada planaria es un océano en sí mismo, lleno de incógnitas. Una de las características comunes a todos estos animales de los que les he estado hablando es que parecen no haber recibido la notificación de comportarse según las reglas que tomamos de un puñado de animales seleccionados al azar que actualmente pueblan la gran mayoría de los laboratorios biomédicos del mundo. Conozcan a nuestros premios Nobel. Siete especies, esencialmente, que nos han aportado el mayor entendimiento del comportamiento biológico actual. Este pequeñito de aquí... tres premios Nobel en 12 años. Y aun, después de toda la atención que han suscitado, y todo el conocimiento que han generado, así como gran parte de la financiación, aquí estamos ante los mismos problemas intratables y muchos nuevos desafíos. Y eso se debe, por desgracia, a que estos siete animales representan esencialmente el 0,0009 % de las especies que habitan el planeta. Por eso empiezo a sospechar que nuestra especialización empieza como mínimo a impedir nuestro progreso, y en el peor de los casos, nos está desviando. Esto se debe a que la vida en el planeta y su historia es la historia de quienes rompen reglas. La vida empezó en la faz de la tierra en forma de organismos monocelulares, que nadaron durante millones de años en el océano, hasta que una de esas criaturas dijo: "Hoy voy a hacer las cosas de manera diferente; hoy me gustaría inventar algo llamado multicelularidad, y voy a hacerlo". Estoy seguro de que no fue una decisión popular en su momento... (Risas) Pero de alguna manera, logró hacerlo. Y luego, los organismos multicelulares empezaron a poblar todos estos océanos ancestrales, y prosperaron. Y los tenemos aquí hoy. Masas de tierra comenzaron a emerger desde la superficie de los océanos, y otra criatura pensó: "Oye, esa parece una linda propiedad. Me gustaría mudarme allí". "¿Estás loco? Vas a disecarte afuera. Nada puede vivir fuera del agua". Pero la vida se abrió camino, y ahora hay organismos que viven en la tierra. Una vez en tierra, pueden haber mirado hacia el cielo y dicho: "Sería agradable ir a las nubes. Volaré". "No puedes ir contra la ley de gravedad, No hay manera de que puedas volar". Y sin embargo, la naturaleza ha inventado, múltiples veces, y por separado, maneras de volar. Me encanta estudiar a estos animales que rompen reglas, porque cada vez que rompen una regla, inventan algo nuevo que hizo posible que estemos aquí hoy. Estos animales no recibieron la notificación. Ellos rompen reglas. Y si vamos a estudiar animales que rompen reglas, la forma de estudiarlos ¿no debería romper las reglas también? Creo que debemos renovar nuestro espíritu de exploración. En vez de traer la naturaleza a nuestros laboratorios e interrogarla allí, tenemos que llevar la ciencia al majestuoso laboratorio que es la naturaleza, y allí, con nuestro moderno armamento tecnológico, interrogar a cada nueva forma de vida que encontremos, y a cada nuevo atributo biológico que podamos encontrar. Tenemos que centrar toda nuestra inteligencia en ser tontos otra vez... y perdernos en la inmensidad de lo desconocido. Porque, después de todo, la ciencia no tiene que ver con el conocimiento. La ciencia tiene que ver con la ignorancia. Eso hacemos. Por eso si tomamos esto en serio, tendremos que empezar a apoyar seriamente a esas instituciones que hacen posible la investigación. Instituciones como la nuestra, el Instituto Stowers de Investigación Médica en Kansas City, Missouri, o el Instituto Nacional de Ciencias Médicas Generales de Bethesda, Maryland, y, claro, nuestra puerta a la biodiversidad, el Laboratorio de Biología Marina de Woods Hole, Massachusetts. He sido afortunado de poder hacer este entrenamiento, y es un placer para mí sacar a los estudiantes de sus laboratorios de sus computadoras y sus catálogos, y arrojarlos al mundo del descubrimiento y la exploración. Es un inmenso placer, un gran placer el ver cómo la curiosidad de estas mentes jóvenes y brillantes abre sus alas y vuela de cara a lo desconocido. Así nos hacemos científicos de verdad. Por eso necesitamos que estas personas salgan y hagan las mejores preguntas que los acerquen al máximo a las preguntas que buscamos. Una vez, Antoine de Saint-Exupéry escribió: "Si quieres construir un barco, no hagas que la gente recolecte madera ni le asignes tareas y trabajo, enséñales más bien a anhelar la inmensa vastedad del mar..." Como científico y profesor, me gusta parafrasear esto y decir que los científicos tenemos que enseñar a nuestros estudiantes a anhelar la inmensa vastedad del mar de nuestra ignorancia. Nosotros, el Homo sapiens, somos la única especies que conocemos impulsada por la investigación científica. Nosotros, como todas las otras especies del planeta, estamos enmarañados en la historia de la vida del planeta. Y pienso que me equivoco un poco al decir que la vida es un misterio, porque pienso que la vida en realidad es un secreto a voces y durante milenios ha invitado a nuestra especie a entenderlo. Por eso les pregunto: ¿No somos nosotros la mejor oportunidad que tiene la vida de conocerse a sí misma? Y, de ser así, ¿qué diablos estamos esperando? Tenemos que hacer las cosas de manera diferente. Esta noche, les pediré que por favor nos ayuden a construir la nave de investigación más grande en la historia de la humanidad. Llamen a sus legisladores, pídanles que financien investigación básica, den soporte y lo que puedan a instituciones como estas que se dedican a investigar y descubrir, y vengan a bordo con nosotros en una gran expedición para transformar radicalmente nuestro entendimiento de la vida. Y en el camino, cambiemos nuestra forma de hacer investigación biomédica, para siempre. Gracias. (Aplausos)