Cuando era niña, estaba obsesionada con el Libro Guinness de los récords, y realmente yo misma quería alcanzar un récord mundial. Pero había un pequeño problema: No tenía talento alguno. Así que decidí establecer un récord mundial en algo que no exigiera ninguna habilidad. Decidí establecer un récord mundial en gatear. (Risas) El récord en ese momento era de 20 km, y por alguna razón, esto me parecía totalmente posible. (Risas) Recluté a mi amiga Anne, y juntas decidimos que, ni siquiera, necesitábamos entrenar. (Risas) Y en el día de nuestro intento de récord, pusimos cojines en el exterior de nuestros jeans de la buena suerte y nos pusimos en marcha, y de inmediato, nos metimos en problemas, debido a que la mezclilla estaba pegada a nuestra piel esta comenzó a irritarse, y pronto nuestras rodillas estaban abrasadas. En horas, empezó a llover. Entonces, Anne desertó. A continuación, se hizo de noche. Para entonces mis rodillas sangraban a través de mis jeans, y yo estaba alucinando por el frío y el dolor y la monotonía. Y para darles una idea del sufrimiento que estaba experimentando, la primera vuelta en pista de la escuela secundaria tomó 10 minutos. La última vuelta tomó casi 30. Después de 12 horas de gatear, me detuve, y había recorrido ocho millas y media. Así que estaba por debajo del récord de 14 km. Por muchos años pensé que esto era una historia de fracaso absoluto, pero hoy lo veo de otra manera, porque al intentar el récord mundial, estaba haciendo tres cosas. Estaba fuera de mi zona de confort, recurrí a mi poder de resistencia, buscaba confianza en mí misma y en mis propias decisiones. Yo no sabía entonces, pero esos no son atributos del fracaso. Esos son atributos de la valentía. Ahora, en 1989, a la edad de 26, me convertí en bombero de San Francisco, yo fui la mujer número 15 en un departamento de 1500 hombres. (Aplausos) Y como se puede imaginar, cuando llegué había muchas dudas sobre si podría hacer el trabajo. A pesar de ser una camiseta de 5'10'' y 150 libras, y alguien que podía soportar 12 hrs de dolor abrasador en la rodilla - (Risas) Yo sabía que todavía tenía que demostrar mi fuerza y aptitud. Así que un día hubo una llamada por un incendio, y, efectivamente, cuando el propulsor se detuvo, un humo negro provenía de un edificio en un callejón. Y yo estaba con un tipo grande llamado Skip, y él estaba en la boquilla, y yo estaba justo detrás, y era el típico fuego. Lleno de humo, caliente, y, de repente, hubo una explosión, que nos aventó a Skip y a mí hacia atrás, mi máscara cayó a un lado, y hubo un momento de confusión. Y entonces me levanté, busqué la boquilla, e hice lo que se supone que un bombero debe hacer. Me lancé hacia adelante, le abrí al agua y enfrenté el fuego yo misma. Un calentador de agua causó la explosión, nadie resultó herido, y no fue un gran problema, pero más tarde Skip se acercó a mí y dijo: "Buen trabajo, Caroline," con una voz de sorpresa. (Risas) Y yo estaba confundida, porque el fuego no fue difícil físicamente, ¿por qué me estaba mirando como con asombro? Y entonces se volvió claro: Skip, que por cierto era un tipo muy agradable y un excelente bombero, no sólo creía que las mujeres no eran fuertes, pensó que no eran valientes tampoco. Y no era el único. Amigos, conocidos y desconocidos, hombres y mujeres a lo largo de mi carrera me preguntan una y otra vez, "Caroline, todo ese fuego, todo el peligro, ¿No te da miedo? " Honestamente, nunca escuché que a un bombero varón se lo preguntaran. Y me dio curiosidad. ¿Por qué no se esperaba valentía por parte de las mujeres? La respuesta vino cuando un amigo mío lamentaba que su hija menor era muy miedosa, y así empecé a notar, y sí, la hija estaba ansiosa, pero más que eso, los padres estaban ansiosos. La mayor parte de lo que le decían cuando iba a salir era, "Ten cuidado", "Cuidado," o "No" Mis amigos no eran malos padres. Ellos sólo hacían lo que la mayoría de los padres hace, advertir a sus hijas mucho más de lo que advierten a sus hijos varones. Hubo un estudio en un patio de recreo con un tubo de bomberos, en el que los investigadores vieron que las niñas eran advertidas tanto por sus madres y padres sobre el riesgo de los postes de bomberos, y si las niñas todavía querían jugar en el tubo de bomberos, era muy probable que uno de los padres la acompañara. Pero, ¿y los niños? Se les animaba a jugar en el tubo de bomberos a pesar de la inquietud que ellos pudieran tener, a menudo los padres ofrecían orientación sobre cómo usarlo. Así que ¿cuál es el mensaje que envía se da a los niños y a las niñas? Bueno, que las niñas son más frágiles y necesitan más ayuda, y que los niños pueden y deben dominar las tareas difíciles por sí mismos. Nos dice que las niñas deben tener miedo y los niños deben ser valientes. La ironía es que a esta temprana edad, las niñas y los niños son muy parecidos físicamente. De hecho, las niñas son a menudo más fuertes hasta la pubertad, y más maduras. Sin embargo, los adultos actuamos como si las niñas fueran más frágiles y necesitaran más ayuda, y no pudieran arreglárselas tanto. Este es el mensaje que absorbemos de pequeños, y este es el mensaje que se extiende conforme crecemos. Las mujeres lo creemos, los hombres lo creen. ¿y adivinen qué? Cuando nos volvemos padres, se lo pasamos a nuestros hijos, y así continúa. Bueno, ya tenía mi respuesta. Por esto de las mujeres, incluso las mujeres bomberos, se espera de que estemos asustadas. Por esta razón, las mujeres a menudo tienen miedo. Sé que algunos de Uds. no me creerán cuando les digo esto, pero no estoy en contra del miedo. Sé que es una emoción importante, y existe para mantenernos a salvo. Pero es problema cuando el miedo es la reacción primaria que enseñamos y promovemos en las niñas cada vez que se enfrentan a algo fuera de su zona de confort. Fui piloto de parapente durante muchos años -- (Aplausos) y un parapente es como un ala de paracaídas, y vuela muy bien, pero para muchas personas luce como una una sábana con cuerdas. (Risas) Pasé mucho tiempo en las cumbres inflando esas sábanas, corriendo y volando. Sé lo que están pensando. Piensan, Caroline, un poco de miedo sí que da. Tienen razón, da miedo. Se lo aseguro, sentí miedo. Pero en la cima de la montaña, esperando a que llegase bien el viento, sentía muchas otras cosas, también: euforia, confianza. Yo sabía que era una buena piloto. Sabía que las condiciones eran buenas, si no, no estaría allí. Yo sabía lo fantástico que sería estar a mil pies en el aire. Así que sí, el miedo estaba allí, pero lo miraba de frente, evaluaba cuán relevante era y luego lo ponía en donde pertenecía, que a menudo era detrás de mi alegría, mi anticipación y mi confianza. Así que no estoy en contra del miedo. Estoy a favor de la valentía. No estoy diciendo que sus niñas deberían ser bomberos o que deberían de ser parapentistas, sino que estamos enseñándoles a ser tímidas, incluso impotentes, y esto comienza cuando les advertimos del riesgo físico. El miedo que nos enseñan y las experiencias que no tenemos se quedan con nosotras mientras crecemos y nos transforman en esas cosas que enfrentamos y repelemos: nuestra vacilación al hablar, nuestra deferencia a fin de gustarle a los demás y nuestra falta de confianza en nuestras decisiones. Entonces, ¿cómo nos volvemos valientes? Bueno, aquí está la buena noticia. La valentía se aprende, y como todo lo aprendido, sólo se necesita practicarla. Así que, primero, tenemos que respirar profundo y animar a nuestras chicas a montar en monopatín, trepar árboles y trepar ese poste de bombero en el patio. Esto es lo que hizo mi madre. Ella no lo sabía entonces, pero los investigadores tienen un nombre para esto. Lo llaman el juego arriesgado, y los estudios muestran que el juego arriesgado es muy importante para todos los niños, porque enseña a evaluar el peligro, enseña la gratificación retrasada, enseña la resiliencia, enseña a confiar en sí. En otras palabras, cuando los niños salen a practicar la valentía, aprenden valiosas lecciones de vida. En segundo lugar, tenemos que dejar de alertar a las niñas sólo porque sí. Así que atentos a la próxima vez que digan, "Cuidado, te vas a lastimar", o, "No hagas eso, es peligroso." Y recuerden que a menudo lo que realmente le están diciendo es que ella no debería esforzarse, que; en realidad, no es lo suficientemente buena, que ella debe tener miedo. Tercero, Las mujeres tenemos que empezar a practicar la valentía, también. No podemos enseñarle a nuestras niñas si no lo aprendemos nosotras mismas. Así que aquí hay otra cosa: el miedo y la emoción se sienten de forma parecida. Manos temblorosas, ritmo cardíaco elevado, tensión nerviosa, seguro que para muchos de Uds. la última vez que pensaron que estaban asustadísimos en su mayoría sintieron euforia, y se perdieron una oportunidad. Es necesario practicar. Mientras que las niñas deben salir para aprender a ser valientes, entiendo que los adultos no quieran subirse a patinetas o trepar árboles, por eso todos deberíamos estar practicando en casa, en la oficina e incluso aquí mostrando agallas para hablar con alguien que realmente admiren. Por último, cuando su niña esté, digamos, en su bicicleta en una colina empinada e insista en que tiene mucho miedo para bajarla, guíenla para usar su valentía. Tal vez esa colina realmente está demasiado empinada, pero ella llegará a esa conclusión a través del coraje, no del miedo. Porque no se trata de la colina empinada delante de ella. Se trata de su vida delante de ella y de contar con las herramientas para manejar y evaluar todos los peligros de los que no la podemos proteger, todos los retos a través de los que no podremos guiarla, todo lo que nuestras chicas aquí y en todo el mundo enfrenten en su futuro. Así que, por cierto, el récord mundial de gateo hoy - (Risas) es de 57 km, y realmente me gustaría ver que una chica lo rompiera. (Aplausos)