Una lección para convertir a los adversarios en aliados

Cuando existen opiniones opuestas sobre un problema, ¿cómo se llega a un acuerdo pacífico con los adversarios y se trabaja en conjunto para resolverlo? En esta charla, la activista por los derechos animales, Leah Garcés, nos comparte las tres lecciones que aprendió mientras ideaba un plan ambicioso para acabar con la crianza industrial de pollos junto a la persona menos pensada: un granjero avícola.

En el verano de 2014,

estaba sentada frente a un hombre

que, claramente, era mi enemigo.

Su nombre era Craig Watts,

y es avicultor.

Mi profesión está abocada
a proteger a los animales de granja

y acabar con la avicultura.

Hasta ese momento en mi vida,

he dedicado cada momento

a luchar contra todo
lo que este hombre representaba,

y ahora yo estaba en su sala de estar.

Para cuando conocí a Craig Watts

llevaba 22 años criando pollos

para la empresa Perdue,

la cuarta empresa avícola
más grande del país.

Y de joven, Craig anhelaba
quedarse en el campo

en uno de los condados
más pobres del estado.

Cuando la avicultura llegó a la ciudad,
pensó: "Mi sueño se volvió realidad".

Tomó un préstamo de 250 000 dólares

y construyó gallineros.

Perdue le daba cierta cantidad
de pollos para criar,

y le pagaba por cada entrega,
con lo cual iba cancelando el préstamo.

Como una hipoteca.

Pero, al poco tiempo,
los pollos se enfermaron.

Era una granja industrial,
con 25 000 pollos,

todos hacinados,

viviendo entre sus propios excrementos,
respirando amoníaco.

Y cuando se enfermaban, algunos morían.

Como nadie paga por pollos muertos,

Craig empezó a tener problemas
para pagar el préstamo.

Asumió su error,

pero para ese entonces,
ya era un trabajador no remunerado.

Cuando lo conocí, estaba casi quebrado.

Las deudas parecían interminables,

como también las muertes,

el desánimo y el estado de los pollos.

Si como humanos quisiéramos
encontrar un sistema alimentario

particularmente injusto, sucio y cruel,

no se nos ocurriría nada peor
que una granja industrial.

Cada año, se crían y sacrifican

80 000 millones de animales
de granja en todo el mundo.

Están encerrados en jaulas
y depósitos sin ver la luz del día.

Y no es solo un problema
para los animales de granja.

La ganadería

es responsable por la emisión
de más gases de efecto invernadero

que todos los aviones,
trenes y automóviles juntos.

Y se usa la tercera parte
de la tierra cultivable

para producir alimentos
para estos animales

y no para nosotros.

Y toda esa tierra está regada
con una incalculable cantidad de químicos.

Y algunos hábitats importantes
para la ecología,

como el Amazonas,

se deforestan e incendian

para poder alimentar
y criar a los animales de granja.

Cuando mis tres hijos hayan crecido,

es casi seguro que no habrá osos polares,

elefantes de Sumatra ni orangutanes.

En el transcurso de mi vida,

la cantidad de pájaros, anfibios,
reptiles y mamíferos se redujo a la mitad.

Y el principal motivo

es el apetito por la carne, los lácteos
y los huevos a nivel mundial.

Y yo pensaba, hasta ahora,

que el villano era Craig Watts.

Mientras estaba sentada con él,

mi miedo y mi enojo
se transformaron en otra cosa.

En vergüenza.

Toda mi vida, lo había culpado a él,
lo había odiado, incluso maldecido.

Jamás había pensado

en su lucha, sus decisiones.

¿Podría ser un posible aliado?

Nunca había imaginado

que se sentiría
tan atrapado como los pollos.

Estuvimos sentados por horas,

y pasamos del mediodía a la tarde,

y de la tarde a la noche.

De pronto, él dijo:
"¿Estás lista para ver a los pollos?".

Entonces, en la oscuridad,

caminamos a una
de esas grandes casas grises,

abrió la puerta, entramos

y nos invadió un olor insoportable.

Sentí una tensión en todo el cuerpo,
tosía y me lagrimeaban los ojos.

Sentí una incomodidad física tan grande
que ni siquiera podía mirar.

Pero cuando lo hice, empecé a llorar.

Decenas de miles
de pollitos recién nacidos

en ese depósito oscuro,

sin un lugar adonde ir ni nada para hacer.

Durante los próximos meses,
volví varias veces

con el cineasta Raegan Hodge

para grabar, para comprender,
para ganarme la confianza de Craig.

Mientras recorríamos los depósitos,

él alzaba las aves muertas o moribundas.

Aves con patas heridas,
con problemas respiratorios

y con dificultades para caminar.

Filmamos todo eso.

Y decidimos hacer algo

que jamás imaginamos
hacer cuando nos conocimos.

Decidimos publicar la filmación,

lo que fue bastante riesgoso para ambos.

Era riesgoso para él
porque podía perder su ingreso,

su hogar, su tierra,
la amistad de sus vecinos.

Y mi organización podía ser demandada

o ser yo el motivo de la ruina de él.

Pero debíamos hacerlo de todas formas.

The New York Times publicó la historia

y en 24 horas

un millón de personas vieron el video.

Se hizo completamente viral.

Y así surgió una plataforma global

para hablar de la cría
intensiva de animales.

Trabajar con Craig me hizo pensar:

¿qué otros inesperados aliados hay?

¿Qué más podemos mejorar?

¿Qué otras cosas puedo aprender
si cruzo la línea del enemigo?

La primera lección que aprendí

fue que tenemos que sentirnos
cómodos con la incomodidad.

Hablar solo con quienes
coinciden con nosotros

no nos llevará a la solución.

Debemos estar dispuestos
a entrar en el mundo de otras personas.

Porque, con frecuencia,

el enemigo tiene el poder
de solucionar el problema

que estamos tratando de resolver.

Yo no estoy a cargo de ningún pollo,
pero sí el granjero

y también las empresas cárnicas.

Entonces, tengo que entrar en su mundo
si quiero resolver el problema.

Después de un par de años
de trabajar con Craig,

volví a hacer otra cosa
que jamás imaginé que haría.

Me senté con un enemigo aún más grande:

con el mismísimo Jim Perdue.

El hombre que convertí
en villano en mi video viral.

Y de nuevo, gracias a arduas charlas

y a estar incómodos,

Perdue propuso la primera política
de cuidado animal

para todas las compañías avícolas.

Acordaron hacer

algunas cosas que, en el video,
los criticamos por no hacer,

como poner ventanas en los gallineros.

Y pagar por esto.

Esta fue una lección importante para mí.

La segunda enseñanza

es que cuando nos sentamos
a negociar con el enemigo,

debemos recordar que
estamos con un ser humano

que muy posiblemente tenga
más en común con nosotros

de lo que creemos.

Y comprendí esto personalmente

cuando me invitaron a visitar la sede
de una importante compañía avícola.

Era la primera vez
que invitaban a mi organización,

y a cualquier organización, a visitarla.

Mientras caminábamos por el pasillo

había personas que, literalmente,
espiaban desde los cubículos

para ver cómo es
un activista de derechos animales

y caminamos...

Soy así, así que no sé que esperaban.

(Risas)

Cuando entramos a la sala de reuniones,

nos esperaba un directivo.

Estaba de brazos cruzados,
y no me quería allí.

Abrí mi computadora portátil

y apareció en el fondo de pantalla
una foto de mis hijos.

Mi hija es muy diferente a los varones.

Cuando vio la foto, descruzó los brazos,

inclinó la cabeza, la acercó y dijo:

"¿Esos son sus hijos?".

Y yo dije: "Sí. Acabo
de adoptar a mi hija".

Y seguí parloteando demasiado
para una reunión profesional.

Me frenó y dijo:

"Yo tengo dos hijos adoptados".

Y durante los siguientes 20 minutos

solo hablamos de eso.

Hablamos sobre la adopción
y la paternidad,

y en ese momento,

olvidamos para qué
estábamos en esa mesa.

Se cayeron los muros,

construimos un puente
y cruzamos esta división.

Y logramos más avances con esa compañía

gracias a la conexión humana que hicimos.

Mi última enseñanza para ustedes

es que cuando nos sentamos
con un supuesto enemigo,

debemos buscar que ganemos todos.

En lugar de acercarme
a granjeros como Craig Watts

pensando: "Debe terminar
con la cría industrial",

empecé a pensar en cómo ayudarlos
a ser granjeros diferentes,

por ejemplo, cultivando cáñamo u hongos.

Y un granjero con el que trabajé después
hizo justamente eso.

Hicimos la exposición y la filmación,
y la pusimos en The New York Times,

pero él fue más lejos:
dejó la avicultura industrial.

Y resultó ser

que esos depósitos grises y grandes

eran el ambiente perfecto
para criar otra cosa.

(Risas)

(Aplausos)

Eso es marihuana, amigos, marihuana.

(Risas)

Esta es una forma ecológica
de trabajar la tierra,

pagar los impuestos,

que un activista vegano
y un granjero avícola pueden apoyar.

(Risas)

Y en lugar de pensar

cómo puedo terminar
con estas grandes empresas cárnicas,

empecé a pensar en cómo ayudarlas
a desarrollar otro tipo de negocio,

uno donde la proteína no venga
del sacrificio de animales,

sino de las plantas.

Aunque no lo crean,

estas grandes empresas
se están moviendo en esa dirección.

Cargill, Tyson y Perdue están incorporando
proteínas de origen vegetal

en su cadena de producción.

Y el mismo Perdue dijo:

"Nuestra compañía es
una empresa líder en proteínas,

y nada dice que deban ser
de origen animal".

Y en mi ciudad natal de Atlanta,

KFC y Beyond Meat realizaron
una prueba de un día

para vender pollo de origen vegetal.

¡La gente enloqueció!

Había filas que daban vuelta la esquina,
el tráfico detenido a ambos lados.

Parecía que regalaban entradas
para un recital de Beyoncé.

(Risas)

La gente está lista para el cambio.

Deberíamos construir
una gran tienda de campaña

en la que podamos caber todos,

desde el granjero avícola,

la megacompañía cárnica,
hasta el activista de derechos animales.

Y estas enseñanzas
pueden aplicarse a muchas causas,

ya sea para un problema con una expareja,

un vecino o la familia política.

O con algunos de los problemas más grandes
de explotación y opresión,

como la explotación
industrial de animales,

o la misoginia, o el racismo,
o el cambio climático.

Los problemas mundiales
más pequeños y los más grandes

no se resuelven derribando al enemigo,

sino encontrando juntos el camino
en el que todos ganen.

Requiere que nosotros

abandonemos la idea
de confrontar con el otro

y comprendamos que todos somos uno,

todos,

contra un sistema injusto.

Y es difícil,

complicado e incómodo.

Pero es crucial,

y puede que sea el único camino

a un sistema alimentario compasivo

que todos, desde el pollo,
al granjero avícola,

a la megacompañía cárnica,
hasta todos nosotros,

merecemos.

Gracias.

(Aplausos) (Ovaciones)