Actualmente, la mayoría de los refugiados
viven en ciudades
en vez de en campos de refugiados.
Nosotros representamos más del 60 %
del número de refugiados a nivel mundial.
Con la mayoría de los refugiados
viviendo en áreas urbanas,
hay una gran necesidad de un cambio
de paradigma y un nuevo pensamiento.
En lugar de desperdiciar dinero
en la construcción de muros,
sería mejor gastarlo en programas
para ayudar a los refugiados
a ayudarse a sí mismos.
(Aplausos)
Siempre tenemos que dejar atrás
todas nuestras posesiones.
Pero no nuestras habilidades
y conocimiento.
Si se les permite vivir
una vida productiva,
los refugiados pueden ayudarse a sí mismos
y contribuir al desarrollo
de su país de acogida.
Nací en la ciudad llamada Bukavu,
Kivu del Sur,
en la República Democrática del Congo.
Soy el quinto de una familia de 12 hijos.
Mi padre, mecánico de profesión,
trabajó muy duro
para enviarme a la escuela.
Al igual que otros jóvenes,
tenía muchos planes y sueños.
Quería completar mis estudios,
conseguir un buen trabajo,
casarme, tener mis propios hijos
y apoyar a mi familia.
Pero esto no sucedió.
La guerra en mi tierra me obligó
a huir a Uganda en 2008,
hace nueve años.
Mi familia se unió a un éxodo
constante de refugiados
que se instaló en
la capital de Uganda, Kampala.
En mi país,
ya vivía en la ciudad,
y sentimos que Kampala era mucho mejor
que un campo de refugiados.
A los refugiados en las ciudades
siempre se les ha negado
asistencia internacional,
incluso después de su reconocimiento
por la ACNUR en 1997.
Además del problema de la pobreza,
como los pobres urbanos locales,
nos enfrentamos a desafíos debido
a nuestro estado de refugiados,
con una barrera del idioma.
En Congo, el idioma oficial es el francés.
Pero en Uganda, es inglés.
No tuvimos acceso a educación y salud.
Fuimos expuestos al acoso,
explotación, intimidación
y discriminación.
Las organizaciones humanitarias
se centraron principalmente
en el asentamiento formal
en las zonas rurales,
y no había nada para nosotros.
Pero no queríamos limosnas.
Queríamos trabajar
y apoyarnos a nosotros mismos.
Me uní a mis otros
dos colegas en el exilio
y establecimos una organización
para apoyar a otros refugiados.
YARID, Jóvenes refugiados africanos
para el desarrollo integral,
comenzó como una conversación
dentro de la comunidad congoleña.
Le preguntamos a la comunidad
cómo podrían organizarse
para resolver estos desafíos.
Los programas de YARID
para apoyo evolucionan en etapas,
yendo de la comunidad del fútbol,
al idioma inglés
a crear medios de vida
El fútbol cambió la energía
de desempleados jóvenes
y personas conectadas
de diferentes comunidades.
Las clases de inglés gratuitas
ayudan a empoderar a las personas para que
se relacionen con la comunidad ugandesa,
permitiéndoles conocer
a sus vecinos y vender artículos.
El programa de formación profesional
ofrece habilidades para ganarse la vida,
y con ellas, oportunidades importantes
para la autosuficiencia económica.
Hemos visto tantas familias
volverse autosuficientes.
Hemos visto que ya
no necesitan nuestra ayuda.
A medida que los programas de YARID
se han expandido,
han incluido una creciente
gama de nacionalidades,
congoleños, ruandeses, burundeses,
somalíes, etíopes, sursudaneses.
Hoy, YARID ha apoyado a más
de 3000 refugiados en todo Kampala
y continúa apoyando más.
(Aplausos)
Los refugiados quieren
empoderamiento, no limosnas.
Conocemos nuestra comunidad
mejor que nadie.
Entendemos los desafíos
y las oportunidades que enfrentamos
para ser autosuficientes.
Lo sé mejor que nadie
que las iniciativas creadas
por los refugiados funcionan
Necesitan ser reconocidos
y apoyados internacionalmente.
Dennos el apoyo que merecemos,
y les pagaremos con intereses.
Muchas gracias.
(Aplausos)