Cultivando el coraje en la encrucijada de la adicción y la recuperación | Janalee Stock | TEDxStroudsRun

Los muchos factores que contribuyen a la crisis de adicción resaltan la necesidad de un enfoque exhaustivo para resolver este problema complejo. En esta charla TEDx, Janalee Stock comparte lecciones aprendidas por alguien con experiencia propia de enfermedad mental y adicción. Su travesía personal a la recuperación le inspiró una pasión por escuchar a otros con historias similares, y por hablar y actuar. Ella comparte preguntas difíciles que se ha hecho a sí misma mientras se involucra cada vez más en las vidas de otras mujeres luchando por librarse del control y el estigma de la adicción. Son preguntas que todos podemos hacer. Janalee Stock se retiró después de 38 años de enfermera en 2016. Anticipando dormir tarde, correr, leer ficción, y probar muchas nuevas recetas. La mayoría de eso no pasó. En vez de eso ha dedicado mucho de su tiempo a crear una organización sin ánimo de lucro, Mujeres para la recuperación. Además es madre de cuatro hijos adultos, es abuela de ocho, entrenadora personal, activista política, y hermana mayor con Big Brothers Big Sisters. Ha estado en varias directivas: Fuerza Especial para el SIDA, Red de Paz y Justicia en Appalachia, Sociedad Americana contra el Cáncer. Se guía por el dicho, "aquellos que han recibido mucho, deben mucho". Está agradecida por todo lo que ha recibido, especialmente un marido que la apoya, y nunca a cuestionado por qué no va más despacio.

Esta charla se presentó en un evento TEDx usando el formato de conferencia TED pero independientemente organizada por una comunidad local. Para más información: https://www.ted.com/tedx

Supongo que muchos de Uds.

han escuchado el consejo
que se le atribuye a Eleanor Roosevelt:

"Haz todos los días algo que te aterre."

Lo marco como hecho hoy.

(Risas)

No me gusta dar charlas.

Para añadirle a mi angustia,

planeo contarles
un poco de mi propia historia,

y es un poco áspera por los bordes.

Pero nos lleva directamente
a una historia más grande,

de un grupo pequeño
pero poderoso de mujeres

quienes se unieron
con un compromiso profundo

a contribuir a la solución a la crisis
de adicción en nuestra comunidad.

No pretendo ser experta del tema,

pero he estado en un lugar
en el cual muchos se han perdido,

algunos para nunca volver.

Y es un infierno que me recuerda

que aunque es muy importante
que hablemos de cosas

como Vivitrol, y desintoxicación,

y programas de intercambio de agujas, etc,

es igualmente importante que hablemos

de la intersección
entre curación, esperanza y propósito.

Así que empezaré casi al final

de mi romance de diez años con el alcohol,

y mis aventuras amorosas ocasionales
con otras sustancias.

Era el primer viernes de Septiembre 1978.

Mi médico entró en mi cuarto de hospital,
y dijo, " Hoy te damos de alta."

Y pensé, "No iré
a mi hogar lejos del hogar",

que era el bar local,

no porque pensaba que tenía
un problema con el alcohol,

eso no, sino porque
me sentía muy humillada.

No era esa chica fuerte
que proyectaba a mis amistades,

o eso era lo que creía aparentar.

El lunes anterior,

me habíá despertado

en un día hermoso,
con el cielo azul brillante,

con nubes grandes y ondulantes
esparcidas en el horizonte.

Una de esas vistas que
en otro momento en mi vida

me habría dado mucha alegría.

La naturaleza siempre
ha sido mi santuario,

el lugar donde siento algo poderoso,

la magia, el misterio del universo,

el ungüento curativo en momentos malos.

Pero esa mañana,

no podía sentir la menor admiración.

Esa conexión se había empezado
a deshacer hace tiempo.

Y esa mañana, era como si
el último pedazo se hubiera roto

abandonando cualquier esperanza

de poder escaparme
de mis pensamientos oscuros.

Y decidí que mi vida no importaba,

que mi hijo de cuatro años
estaría mejor sin mí.

Es muy duro decir eso.

Y fuí al cuarto de mi cuñado,

la casa estaba vacía,

y saqué su revolver cargado de un cajón,

y me lo puse en la sien.

No les puedo decir cuánto tiempo
estuve allí con la mano temblorosa,

el dedo en el gatillo, lista a disparar,

pero fue suficiente para que
me produjera escalofríos hasta hoy.

Y quiero parar porque muchas veces

gente que conozco que ha sufrido
depresión severa dice,

"no tuve el coraje de hacerlo,"

cuando habla de querer suicidarse.

Eso no es coraje.

Eso es desespero e impulsividad.

No hice lo que habría requerido coraje,

no pedí ayuda.

En vez de eso, me fuí al baño
después de guardar el revolver,

y saqué una frasco de aspirinas,

y con una cerveza me tomé
todas las pastillas,

mi compañera de cuarto regresó
a casa en algún momento,

y saqué otro frasco de aspirinas
y me las tomé todas.

Y luego vino la navaja de afeitar.

Mi última memoria
de esa mañana en esa casa

es de sangre salpicando
las paredes del cuarto de mi hijo

mientras que me ataban a una camilla.

Tras el quinto día de hospitalización,

me iba a casa sin tener idea

del por qué estaba ahí,

de qué se trataba esa locura.

Y esa noche si fui al bar

porque es lo que hacemos
cuando tenemos una adicción,

repetimos lo mismo una y otra vez,

causando nuestra autodestrucción.

Y mentimos a todos los que nos rodean,

pero la mentira más grande
es la que nos decimos,

"No es para tanto.

Mañana será diferente".

Y lo más triste y trágico de eso

es que nos lo creemos.

Creemos las mentiras que nos decimos.

No fue hasta muchos meses después

que me presentaron
a la comunidad de recuperación

y recién empecé a entender

que el alcohol se había vuelto
el centro de mi vida.

Mi relación con el alcohol
era el denominador común

para conectar los puntos.

Recordé cuando tenía 14 años,

la vida en casa era difícil

y el alcohol era muy divertido,

y parecía la solución.

Era la solución a todos mis problemas,

pero la solución se volvió el problema.

En recuperación me dieron un plano,

una especie de mapa para navegar mi vida,

no solo como no tomar,

pero como disfrutar del viaje,

como tener paz en mi interior.

Y he estado implicada
en esa comunidad desde entonces.

Sería necio si saltara
de esos tiempos al ahora

como, si todo fuera ya perfecto.

(Risas)

Feliz para el resto de la vida.

No, en los últimos 39+ años,

he estado en más situaciones desafiantes

que en los diez anteriores.

Creo que Forrest Gump lo dijo muy bien:

"Así es la vida" ¿no?

para todos nosotros.

Es natural, las circunstancias
de la vida, ¿saben?

Pero hoy tengo esta caja
de herramientas lista.

La tengo a la mano.

Mantengo las herramientas afiladas,
me aseguro de que no se oxiden.

Y una de las cosas que me ayudó mucho,

particularmente al principio,

cuando todas esas cosas difíciles
pasaron en el camino,

es esta mantra muy simple -

"Esto pasará."

Y en efecto siempra pasa.

Me dijeron al principio

que el mejor antídoto contra querer beber

era trabajar con alguien
que sigue sufriendo.

Y hace muchos años,

sentí que esa parte de mi programa
necesitaba una inyección de energía,

y empecé a atender una reunión semanal
en la cárcel regional del sureste de Ohio

que mi amiga Kate había organizado.

Y allí nos sentamos en círculo con mujeres
todas vestidas de color naranja

en el medio

un rollo de papel higiénico a mano,

para cuando las lágrimas
empezaban a correr inevitablemente.

En la medicina de emergencia,
existe este término:

la hora dorada.

Esto es, los primeros 60 minutos después
de que haya ocurrido un accidente serio

y cómo resultados positivos
y la supervivencia,

suceden cuando la intervención
ocurre en ese intervalo de tiempo.

Estas mujeres han tenido

un trauma diferente.

Muchas de ellas comparten con nosotros

y cuentan haber crecido
en hogares disfuncionales,

que sus padres las iniciaron
en las drogas,

que sufrieron abusos físicos
y sexuales de niñas,

hasta de adultas.

Y sin ningúna sustancia

para adormecer el dolor,

lo sienten,

esos recuerdos,

la vergüenza, la culpa

y el remordimiento
por los errores cometidos,

y la tristeza de estar
separadas de sus hijos,

el miedo al futuro.

Todas esas emociones ponen
a algunas, no a todas,

de rodillas y se rinden.

"No puedo vivir así ya.

No puedo vivir de esta manera ya.

Necesito cambiar.

Tengo que romper el círculo vicioso".

Y ese es nuestro momento dorado,
nuestra hora dorada,

porque la mente se vuelve fértil

para que las semillas de esperanza,
de posibilidad, de aliento se planten.

Están madura.

Pero muy seguido, lo que más
me entristece en estas reuniones

es cuando alguien habla seriamente
de su deseo de cambiar,

pero no se siente segura,

porque sabe que va a regresar
a la misma casa, el mismo barrio,

donde todos sus conocidos consumen.

Sam Quiñones hizo un tremendo trabajo
con su libro "Dreamland"

donde explica
como nuestros barrios se volvieron

tan vulnerables a la cultura de drogas,

debido al desgarre
de nuestro tejido social

por factores económicos.

Y muchos de esos factores persisten hoy.

Mujeres saliendo de la prisión,
de centros de tratamiento,

de los refugios de gente sin hogar,
refugios de violencia doméstica, etc.,

necesitan un ambiente seguro, de apoyo

donde puedan perfeccionar
las habilidades necesarias

para crear un cimiento firme
para la recuperación,

no solo para desintoxicarse,

sino para mantenerse así,
salir del circulo vicioso de la recaída.

Había otros en la comunidad
que llegaron a esta conclusión

de que teníamos una necesidad urgente
de casas de refugio para mujeres

en el sureste de Ohio en esa misma época.

Cuando hubo una llamada
a la acción en mayo del 2016,

empezó un movimiento popular.

No era solo yo, como lo dijo Steve;

era un grupo de mujeres,
mujeres fuertes, que dijo,

"Vamos a solucionar esto."

Y en marzo de 2017 ya eramos formalmente

una organización sin fines de lucro,
Mujeres para la recuperación,

y en Julio habíamos comprado nuestra casa,
la llamamos Alameda de serenidad,

y hoy está lleno con residentes,

con personal empleado,

y con voluntarios comprometidos
a ayudar a mujeres

a embarcarse en esta jornada de cambio.

El proyecto nos ha dado miedo,

creo que hablo por todos,

en el sentido, "¿Lo podemos lograr?

¡Caray!"

Hemos tenido baches en el camino,

pero el soporte de nuestra comunidad,

individuos y agencias
han reforzado nuestra confianza.

Han sido el medio
para mantenernos en ruta,

con los ojos puestos en la meta.

Empecé contándoles
una historia, mi historia,

porque creo que el estigma de la adicción
y la enfermedad mental

crea una atmósfera donde
no se puede hablar honestamente.

Es difícil, para alguien como yo,
pedir ayuda.

Yo era...

en esta comunidad,

tanta gente me conoce
como "Janalee la corredora",

bueno, algunas de las cosas
que he mencionado,

soy muy terca, escribo cartas al editor,

(Risas)

ya saben, la enfermera retirada.

Pero ¿saben qué?

Yo era Janalee, quien de adolescente
tuvo respiración asistida una vez;

quien otra vez se despertó encerrada
en una sala de psiquiatría,

en una sala que no tenía puerta
que se abriera desde dentro

en un colchón sin sábanas,
sin muebles, sin ventanas, nada.

Quiero que gente como yo sepa

que es posible tener
un cambio radical en el cerebro.

No tenemos que ser prisioneros
de la química de nuestro cerebro.

Los científicos saben mucho más
de cómo funciona el cerebro,

que, si, la dopamina nos puede esclavizar

a la comida, a las drogas, al alcohol,
al sexo y al juego,

pero hay neurotransmisores
que responden al ejercicio,

y a la camaradería,

a la oración, a la meditación,
y a los espacios verdes.

Esas son algunas de las herramientas
que mantengo en mi caja.

El cambio da miedo,

pero vale la pena.

Hay que querer trabajar por él.

Con la causa número uno de muerte

en estadounidenses
menores de 50 por sobredosis,

es muy raro que alguien no conozca
a alguien que haya sido afectado.

Creo que cuando
Eleanor Roosevelt aconsejó,

"Haz todos los días algo que te aterre."

no estaba hablando solo
de correr una maratón

o subir al Everest,

cosas que hacen latir el corazón.

Ella se refería a la manera
que pensamos y percibimos

y abrimos nuestras mentes
y nuestros corazones.

Si no conoces a nadie
que ha sido afectado por estos problemas

entonces el desafío para ti

puede ser solo reconsiderar
lo que piensan de nosotros.

¿Nos etiquetan?

¿Somos perdedores? ¿Somos menos?

¿Alguien saliendo de prisión

está destinado a llevar esa etiqueta
para siempre?

¿Puedes decirle a alguien,

"Te respeto por lo que has pasado.

Yo no he tenido mala suerte.

Tengo el privilegio de no haber
crecido de esa manera.

Y te respeto por ser un sobreviviente!?"

Tengo una amistad que es así,
estuvo en la cárcel por 10 años.

La respetaba mucho.

Pero vi cómo todos
los obstáculos la abatieron

y hoy está en la cárcel de nuevo.

Cumpliendo su sentencia.

Y yo la respeto, la estoy alentando.

La pregunta más importante que me hago,

creo que como comunidad
nos podemos preguntar,

"¿Podemos querer a esa persona

hasta que aprenda a quererse a sí misma?"

Yo creo que podemos.

Gracias.

(Aplausos) (Ovación)