Durante los últimos 24 años he sido bombera en Huntington, West Virginia. Siendo bomberos, mi equipo y yo tenemos la tarea de salvar vidas y las propiedades en desastres como accidentes automovilísticos, incendios de casas y también emergencias médicas que amenazan la vida. Soy una mujer que lidera un departamento en una profesión dominada por hombres. Y hace 10 años, decidí aumentar mis conocimientos médicos y obtuve un título de enfermería. Eso fue porque me quedó claro que la próxima gran amenaza no solo para mi ciudad, sino otras ciudades del país, no era el desastre de un golpe, donde uno puede montar la caballería, como bombero, apaga el fuego y marcharse, sintiendo que has logrado la diferencia y todo está bien. El siguiente gran desastre en mi ciudad era y sigue siendo el largo y debilitante desastre letal conocido como adicción a los opioides. Ahora llamamos a esto epidemia de salud, y se ha reemplazado el nombre "adicción" por "trastorno por uso de sustancias". Para darles alguna perspectiva de cuán significativa se ha vuelto esta epidemia, solo en 2017, en mi condado de 95 000 personas, vimos 1831 sobredosis y 183 muertes por sobredosis. Este es el trabajo de mis bomberos, así como otras agencias, para responder a eso. (Toses) Perdón. Por lo tanto, viendo el desarrollo de esta epidemia durante varios años, logré algo de perspicacia. Para este desastre, tenemos que redefinir nuestro trabajo como primera respuesta. Debemos ser más que solo la caballería. Debemos hacer más que solo salvar una vida. Debemos encontrar maneras de reconstruir esa vida. Y eso requiere mucha gente. Y eso es exactamente lo que estamos tratando de hacer en Huntington, West Virginia. Déjenme darles una idea de lo que hacemos. Primero, esto es lo que sucede cuando alguien tiene una sobredosis. Imaginen que Ud. es alguien con trastorno cerebral de la adicción. Ud. es frágil Está avergonzado, muy avergonzado. Y Ud. tiene una sobredosis Tal vez un amigo o miembro de la familia llame al 911. Y luego, de repente, se despierta ante cinco o seis extraños en uniforme. Y le están frotando el esternón, y están diciendo, "¡Despierta, despierta! Tienes una sobredosis, podrías haber muerto". ¿No estarían a la defensiva y enojados? Porque sé que yo sí lo estaría. Y encima de eso, esos extraños le dieron una dosis de naloxona, que marca el inicio la abstienencia o lo que se conoce más como "enfermedad de la droga". La enfermedad de la droga te hace sentir muy mal. Algunos dicen que es como la gripe, diez veces. Náuseas, vómitos, diarrea, dolores corporales. Así que no solo nosotros, como extraños, les despertamos, sino que también les hacemos sentir realmente enfermos. Y, Uds., los pacientes, no serán muy amable con nosotros. Y rechazarán más tratamiento médico. De acuerdo, eso nos frustrará muchísimo y vamos a estar enojados, porque desagradecen que acabamos de salvarles la vida. Esto no es una buena dinámica. Lo que estamos tratando es un trastorno cerebral, eso cambia la forma de pensar. Esto convence de que uno no tiene un problema. Así, esto podría haber sido no solo la primera vez con una sobredosis, sino la tercera, cuarta o quinta vez que nosotros, personalmente, le hemos revivido. Esta no es una buena situación. Segundo, Los primeros intervinientes no reciben mucha formación sobre qué es el trastorno por uso de sustancias. Tampoco la comunidad médica. No tenemos formación para lidiar con los que sufren este trastorno. Estoy entrenada para apagar muchos tipos diferentes de incendios. Estoy entrenada para salvar una vida en el momento. pero no para lidiar con la interacción compleja entre los primeros en responder, la comunidad de salud, servicios sociales y la comunidad más amplia necesaria para salvar una vida a largo plazo. En tercer lugar, y esto me toca a mí. Como primera interviniente me considero la caballería. Somos caballeros en brillante armadura. Queremos irnos, hacer nuestro trabajo y salir sintiéndonos satisfechos por haber marcado una diferencia en la vida de alguien. Pero eso simplemente no sucede al tratar con alguien con trastorno de uso de sustancias. Nos vamos sintiéndonos frustrados e inútiles. Tratamos con las mismas personas una y otra vez, sin resultado positivo. ¿Y saben qué? Me di cuenta de que depende de nosotros como los primeros intervinientes y como comunidad para resolver este problema, Para encontrar mejores maneras de lidiar con aquellos que sufren. Y, lo que hice fue comenzar a observar más las sobredosis. Comencé a hablar y a escuchar a mis pacientes. Quería saber qué los llevó allí donde están. ¿Qué están experimentando exactamente? ¿Qué empeora su situación? ¿Qué hace que su situación mejore? Comencé a experimentar con mis palabras y a prestar atención a mis propias acciones y cómo esas afectaban a mis pacientes. La formación que he recibido y sigo recibiendo a nivel de calle en Huntington, me ha abierto los ojos y me ha cambiado la vida. En Huntington, West Virginia, nos hemos unido como comunidad, y estamos cambiando la forma de tratar a los que padecen esta horrible enfermedad. Hemos iniciado programas que están marcando una diferencia. Les contaré sólo algo de esto. El año pasado comenzamos un equipo de respuesta rápida, ERR, para abreviar. El equipo está formado por un paramédico, un agente de policía, una persona de la comunidad de recuperación y otra de la comunidad de fe. Como equipo, salen y visitan a personas con una sobredosis dentro de las 72 horas posteriores a esa reanimación. Ellos hablan. Ellos escuchan. Ellos construyen una relación con ese paciente, y les ofrecen opciones de tratamiento. En este momento, alrededor del 30 % de los contactados por el Equipo de Respuesta Rápida ha aceptado alguna forma de ayuda. Y lo maravilloso de esto son los primeros intervinientes involucrados en este equipo, que realmente sienten que pueden marcar la diferencia. Un cambio positivo donde no había ninguno. Este año -- (Aplausos) Este año abrimos una clínica especializada independiente, PROACT, para los que sufren de trastorno por uso de sustancias. Es una ventanilla única, por así decirlo. Entra un paciente que es evaluado de inmediato por un especialista en adicciones. Trabajan con ellos para brindar opciones de tratamiento basados en sus propias necesidades, necesidades individuales. Esto nos ayuda en varias cosas. Da a los intervinientes un lugar para tratar a a nuestros pacientes que ya no están en una situación de riesgo para la vida, y que se han negado a ir al hospital. Y también no obstruye las salas de emergencia de los hospitales de por sí ya desbordadas, Lo tercero de lo que quiero hablar es muy querido para mí y muy importante para mi equipo. Recientemente comenzamos un programa de autocuidado para intervinientes. Más y más ... Los primeros intervinientes experimentan fatiga por compasión y trastorno de estrés postraumático. No es raro que el bombero promedio en Huntington haga frente o vea hasta cinco muertes jóvenes por mes. Estos son sus amigos, sus compañeros de clase. Así que este programa tan necesario no solo reconocerá su arduo trabajo, sino que les va a dar voz. Les va a dar formación. Eso ayudará a lidiar con el estrés que están bajo. Y les dará más opciones de cuidar salud mental que necesitan desesperadamente. Ahora tenemos clases de yoga en las estaciones de bomberos. (Risas) (Aplausos) También hemos dado masajes en servicio, lo que es fabuloso. (Risas) Y tenemos algunos programas que hemos comenzado, como clases de cocina para primeros intervinientes y clases de alfarería. Así que hace un par de meses, salí al piso del aparato, donde había algunos bomberos. Y la mitad de ellos había recibido un masaje y la otra mitad se preparaba para recibir un masaje. Y vi a 10 bomberos bromeando de una manera muy positiva, relajada, Lo que no había visto eso en años. Y ese estado relajado está llegando a la comunidad, a los ciudadanos. Hace un par de semanas, vive la sobredosis de vecino. Veintidos años. Me apresuré a ayudar a mis bomberos y mi vecino. Y lo que presencié fue que mis bomberos le apoyaban hablando de una manera sin juzgar. Vi como uno de mis bomberos mostró al padre y a otro miembro de la familia. cómo hacer el boca a boca, en caso de que esto vuelva a suceder. Y le dio una bolsa con una máscara. Un cambio positivo. Un cambio positivo. ¿Por casualidad mencioné las dos cosas que más les disgustan a los bomberos? La forma en que son y cambian las cosas. (Risas) Reconozco que había epidemias de drogas antes. Y he visto lo que el crack puede hacer a una comunidad. Muchos de nuestros críticos piensan que esta nueva respuesta compasiva que aplicamos en Huntington es debido a la raza. Eso porque la comunidad blanca tienen muchas sobredosis también. Y entiendo esa crítica, porque nosotros, como país, nos equivocamos. Y tratamos mal a los negros durante la epidemia de crack. No podemos olvidar eso. Y debemos hacerlo mejor. Pero ahora mismo, lo que sé es que la gente se está muriendo. Y en Huntington tratamos con personas con trastorno por uso de sustancias de todos los colores y todo nivel social, en las calles, todos los días. El trabajo de un primer interviniente es evitar muertes innecesarias. Período. Asi que ... Obviamente, soy bombera y una enfermera obstinada y me niego a creer que no hay maneras de sortear todas las barreras. Una de las barreras que tenemos al tratar la epidemia de opioides es el estigma. Así que... Nosotros en Huntington, West Virginia, estamos mostrando al resto del país que ese cambio puede suceder, que hay esperanza frente a esta epidemia. Nuestras sobredosis actuales han bajado un 40 %. (Aplausos) Las muertes por sobredosis han bajado un 50 %. (Aplausos) Esta epidemia está lejos de terminar, pero todos y cada uno tenemos un papel que desempeñar en esta epidemia, simplemente escuchando y siendo amables con alguien, Uds. pueden marcar una diferencia en sus vidas. Gracias y que Dios les bendiga. (Aplausos)