Imagina un futuro donde nadie muera,
sino que nuestra mente
pueda cargarse a un mundo digital.
Podríamos continuar viviendo
en un entorno realista y simulado
en cuerpos de avatares,
y podríamos conectarnos
e interactuar con el mundo biológico.
Cargar nuestra consciencia a la nube
presenta un gran atractivo.
Pero, con ese fin,
¿qué se necesitaría exactamente
para escanear el cerebro de una persona?
El principal desafío es escanear
el cerebro con tal precisión
que posibilite recrear la mente
de manera artificial a la perfección.
Pero primero tenemos
que saber qué escanear.
El cerebro humano contiene
unos 86 mil millones de neuronas,
conectadas por al menos
cien billones de sinapsis.
El patrón de conectividad
entre las neuronas del cerebro,
es decir, todas las neuronas
y todas sus conexiones,
se llama "conectoma".
Todavía no hemos mapeado el conectoma,
y además la señalización neural
es mucho más compleja.
Hay cientos, posiblemente miles
de diferentes tipos de conexiones,
o sinapsis.
Cada una funciona
de manera levemente distinta.
Algunas funcionan
más rápido; otras, más lento;
algunas crecen o se reducen
rápidamente durante el aprendizaje;
otras son más estables en el tiempo.
Y más allá de las billones de conexiones
precisas entre una neurona y otra,
algunas neuronas también
activan neurotransmisores
que afectan a muchas
otras neuronas a la vez.
Todos estos diferentes
tipos de interacciones
necesitarían ser mapeados
para copiar la mente de una persona.
También existen numerosas influencias
en la señalización neural
que no se entienden del todo
o aún no se han descubierto.
Por nombrar un ejemplo:
los patrones de actividad entre neuronas
posiblemente estén influenciados
por un tipo de célula llamada "glía".
La glía rodea las neuronas
y, según algunos científicos,
incluso podría haber
10 glías por cada neurona.
Alguna vez se pensó que las glías
eran únicamente para soporte estructural
y sus funciones no se comprenden del todo,
pero al menos algunas de ellas
pueden generar sus propias señales
las cuales influyen en
el procesamiento de la información.
Nuestra comprensión
del cerebro no es suficiente
para determinar lo que necesitaríamos
escanear para replicar la mente,
pero suponiendo que nuestro conocimiento
avanzase hasta ese punto,
¿cómo lo escanearíamos?
Actualmente, podemos escanear
con precisión un cerebro humano vivo
con resoluciones de
aproximadamente medio milímetro
utilizando el mejor método no invasivo:
la resonancia magnética
Para detectar una sinapsis,
necesitaríamos escanear con una resolución
de aproximadamente un micrón,
una milésima de milímetro.
Para distinguir el tipo de sinapsis
y precisar qué tan fuerte es cada una,
necesitaríamos una resolución aún mayor.
La resonancia magnética depende
de poderosos campos magnéticos.
Escanear a la resolución requerida
para determinar los detalles
de sinapsis individuales
requeriría una intensidad de campo
tan alta que destruiría
los tejidos de una persona.
Así que este tipo
de avance en la resolución
requeriría una tecnología de escaneo
fundamentalmente nueva.
Sería más factible escanear un cerebro
muerto con un microscopio electrónico,
pero incluso esa tecnología
no es lo suficientemente buena
y, en primer lugar,
la persona debe estar sin vida.
Suponiendo que entendiéramos el cerebro
tan bien como para saber qué escanear
y que desarrolláramos la tecnología para
escanear con seguridad a esa resolución,
el siguiente desafío sería
recrear esa información digitalmente.
Los principales obstáculos para hacerlo
son la potencia de cómputo
y el espacio de almacenamiento,
los que están mejorando cada año.
En realidad, estamos mucho más cerca
de alcanzar esta capacidad tecnológica
que de entender o poder
escanear nuestra mente.
Las redes neuronales artificiales
ya manejan los motores de búsqueda,
los asistentes digitales,
los vehículos autónomos,
los algoritmos comerciales de Wall Street
y los teléfonos inteligentes.
Nadie ha construido una red artificial
con 86 mil millones de neuronas,
pero a medida que mejora
la tecnología informática,
podría hacerse un seguimiento
de estos conjuntos de datos masivos.
En cada paso del proceso
de escaneo y carga,
deberíamos tener certeza
de que estamos capturando toda
la información necesaria con precisión.
De lo contrario, no se sabe qué versión
deformada de la mente podría surgir.
Si bien esta carga mental
es teóricamente posible,
probablemente aún faltan cientos de años
para alcanzar la tecnología
y la comprensión científica
que permitan concretarlo.
Y esto traería aparejado
consideraciones éticas y filosóficas:
¿Quién tendría acceso a esta carga mental?
¿Qué derechos se otorgarían
a las mentes cargadas?
¿Cómo se puede abusar de esta tecnología?
Incluso si podemos cargar
nuestra mente a la red,
es debatible si deberíamos hacerlo o no.