Necesitamos crear un servicio
meteorológico para el agua.
Sin embargo, hasta que no exijamos
responsabilidad de manera colectiva,
no tendremos incentivos para financiarlo.
Mi primera experiencia como orador
fue en una charla TED hace ocho años.
Recién egresado de un posgrado,
poco sabía que, en esos breves
minutos en el escenario,
estaba formulando las preguntas
que me harían durante la década siguiente.
Y, como muchos veinteañeros,
mi ambición era resolver
los problemas del mundo,
más específicamente,
los problemas mundiales del agua,
con mi tecnología.
Tenía mucho que aprender.
Era seductor,
pensar que los mayores problemas
de la calidad del agua persisten
porque son tan difíciles de identificar.
Me imaginé
que solo necesitábamos sensores
más sencillos, rápidos y asequibles.
Estaba equivocado.
Si bien es cierto que administrar
el riesgo del agua en el futuro
va a requerir mejores datos
y más tecnología,
hoy apenas usamos los pocos datos
que tenemos sobre el agua.
Los mayores inconvenientes con el agua
persisten por lo que no hacemos
y por los problemas que no reconocemos.
Si analizamos los datos sobre el agua
que tenemos actualmente,
en realidad está muy claro
lo que debemos hacer como especie:
debemos conservar más,
y debemos contaminar menos.
Pero los datos de hoy no nos ayudarán
a pronosticar los riesgos emergentes
que afectan a las empresas y los mercados.
Están perdiendo utilidad rápidamente.
Solían ser más valiosos,
pero en realidad nunca
nos dijeron con certeza
cuánta agua tenemos
ni de qué está compuesta.
Consideremos las estadísticas
de consumo de agua
en las naciones del G20
durante la última década.
Lo que estas cifras no dicen
es que ninguno de estos países mide
directamente la cantidad de agua usada.
Estas son todas estimaciones,
y se basan en modelos obsoletos
que no consideran la crisis climática
ni su impacto en el agua.
En 2015, Chennai, la sexta ciudad
más grande de la India,
fue azotada por las peores
inundaciones del siglo.
Hoy, sus depósitos de agua
están casi secos.
Esto sucedió en tres años,
tres años de precipitaciones
inferiores a la media.
Menos de lo que se tarda
en tabular los datos sobre el agua
en la mayoría de los países,
incluyendo EE.UU.
Y aunque hubo pronósticos
que predijeron una grave
escasez de agua en Chennai,
ninguno de ellos pudo ayudarnos
a determinar exactamente
cuándo o dónde iba a ocurrir eso.
Este es un nuevo tipo de problema,
porque la velocidad con la que cambia
cada aspecto de nuestro ciclo del agua
está aumentando.
Como reveló una advertencia
reciente de la ONU este mes,
cada semana nos enfrentamos
a una nueva emergencia climática.
Hay mayores incertidumbres
en cuanto a la calidad del agua a futuro.
En la mayoría de los países, es raro
que las masas de agua se analicen
por más de un puñado
de contaminantes cada año.
En lugar de hacer un análisis,
usamos el "modelo de dilución"
para controlar la contaminación.
Imaginen que tengo una piscina olímpica,
la lleno con agua dulce
y agrego una gota de mercurio.
Sería una dilución de una parte
de mercurio por mil millones,
que está dentro del rango de seguridad
de la Organización Mundial de la Salud.
Pero si hubiera una disminución imprevista
en la cantidad de agua disponible,
menos agua subterránea,
menos caudal, menos agua en la piscina,
observaríamos una menor dilución,
y una mayor toxicidad.
Así es como la mayoría de los países
manejan la contaminación.
Usan este modelo para decirles
cuánta contaminación es segura.
Claramente tiene puntos débiles,
pero funcionó suficientemente bien
mientras tuvimos abundante agua
y patrones climáticos consistentes.
Ahora que no los tenemos,
tendremos que invertir
y desarrollar nuevas estrategias
de recolección de datos.
Pero, antes de hacer eso, hay que actuar
sobre los datos que ya tenemos.
Este es un incendio de combustible aéreo.
Como muchos de Uds. sabrán,
las emisiones de combustible aéreo
son importantes en el cambio climático.
Lo que quizás no sepan es que
el Departamento de Defensa de EE.UU.
es el mayor consumidor mundial
de combustible para aviones.
Y, cuando consumen combustible,
exigen el uso de la espuma
contra incendios que se muestra aquí,
que contiene unos compuestos
químicos llamados "PFAS".
Nadie usa más de esta espuma
que el Departamento de Defensa de EE.UU.
y, cada vez que se usa, los PFAS llegan
a nuestros sistemas de agua.
A nivel mundial, los militares han usado
esta espuma desde la década de los 70.
Sabemos que los PFAS causan cáncer,
defectos de nacimiento,
y hay tanto en el medio ambiente
que parece encontrarse en casi todos
los seres vivos que analizamos,
incluyéndonos a nosotros.
Hasta ahora, el Departamento de Defensa
de EE.UU. no se ha hecho responsable
de la contaminación por PFAS
ni se le ha exigido responsabilidad.
Y, si bien están trabajando para eliminar
estas espumas contra incendios,
no están adoptando alternativas
más seguras y efectivas.
En realidad están usando
otras moléculas de PFAS
que, por lo que sabemos, pueden tener
peores consecuencias para la salud.
Hoy, la responsabilidad del gobierno
se erosiona hasta casi desaparecer,
y el riesgo de responsabilidad
por contaminación de agua se desvanece.
¿Qué tipo de incentivos crea esto
para invertir en el futuro del agua?
Durante la última década, la inversión
global promedio en etapa inicial,
en empresas de tecnología
del agua en etapa inicial,
alcanzó un total de menos
de USD 30 millones al año.
Es el 0,12 % del capital de riesgo
global para las empresas en etapa inicial.
Y el gasto público no aumenta
lo suficientemente rápido.
Una mirada más cercana revela
que el agua no es una prioridad.
En 2014, el Gobierno Federal de EE.UU.
gastaba USD 11 por ciudadano
en infraestructura hidráulica,
versus USD 251 dólares
en infraestructura informática.
Entonces, cuando no usamos
los datos que tenemos,
no fomentamos la inversión
en nuevas tecnologías,
no fomentamos más recolección de datos
y ciertamente no fomentamos la inversión
para asegurar el futuro del agua,
¿estamos condenados?
Algo que aún estoy aprendiendo
es cómo equilibrar la fatalidad
y la urgencia con lo que podemos hacer,
porque Greta Thunberg
y la "Rebelión contra la Extinción"
no quieren nuestra esperanza,
quieren que actuemos.
Entonces, ¿qué podemos hacer?
Es difícil imaginar la vida
sin un servicio meteorológico,
pero antes del pronóstico
del tiempo moderno,
no había vuelos comerciales,
era común que los barcos
se perdieran en el mar,
y una sola tormenta era capaz
de producir escasez de alimentos.
Cuando llegaron las redes
de radio y telégrafo,
lo único que hacía falta
para resolver estos problemas
era seguir el movimiento de las tormentas.
Y eso sentó las bases para un esfuerzo
de recolección de datos global,
del que hoy dependen
cada hogar y cada negocio.
Esto fue el resultado,
tanto de una recolección de datos
coordinada y consistente,
como de producir una cultura
que vio un mayor valor
en evaluar y compartir abiertamente
todo lo que se pueda averiguar y descubrir
sobre los riesgos que enfrentamos.
Un servicio meteorológico global de agua
nos ayudaría a pronosticar su escasez.
Podría ayudarnos con el racionamiento
antes de que los depósitos se sequen.
Podría ayudarnos a detectar
contaminación antes de que se propague.
Podría proteger las cadenas de suministro,
asegurar los suministros de alimentos,
y, quizás lo más importante,
permitiría una estimación
precisa del riesgo
necesaria para asegurar que no suceda.
Sabemos que lo podemos hacer
porque ya lo hemos hecho con el clima,
pero va a requerir recursos.
Necesitamos fomentar
una mayor inversión en agua.
Inversores, capitalistas de riesgo:
una parte de sus fondos y carteras
debería dedicarse al agua.
No hay nada más valioso
y, después de todo, las empresas
necesitarán entender los riesgos del agua
para seguir siendo competitivas
en el mundo al que estamos ingresando.
Aparte del capital de riesgo,
también hay muchos programas
gubernamentales prometedores
que fomentan el desarrollo económico
a través de incentivos fiscales.
Una nueva opción en EE.UU.
que mi empresa está utilizando
son las "zonas de oportunidad".
Ofrecen un tratamiento fiscal favorable
a quien invierte las ganancias de capital
en determinadas regiones
deprimidas y con bajos ingresos.
Ahora bien, estas son zonas
que también enfrentan
un riesgo de agua alarmante,
entonces esto crea incentivos cruciales
para trabajar directamente
con las comunidades
que más ayuda necesitan.
Y si no les interesa
hacer este tipo de inversión
pero tienen terrenos en EE.UU.,
¿sabían que pueden aprovechar su terreno
para conservar la calidad del agua
de forma permanente
con una servidumbre ecológica?
Pueden asignar el derecho perpetuo
a un fideicomiso local de terrenos
para conservar su propiedad
y establecer objetivos específicos
de calidad del agua.
Y si cumplen esos objetivos,
podrán recibir un descuento
impositivo importante cada año.
¿Cuántas zonas podría proteger
nuestra comunidad global
a través de estos y de otros programas?
Son poderosos porque ofrecen
acceso a los bienes inmuebles
necesarios para sentar las bases
de un servicio meteorológico
mundial para el agua.
Pero esto solo puede funcionar
si estos programas se usan
como corresponde,
y no como meros vehículos
de evasión fiscal.
Cuando se estableció
la servidumbre ecológica,
nadie podía anticipar
cuán arraigados llegarían a estar
los contaminadores corporativos
en los movimientos ambientales.
Nos hemos acostumbrado a las compañías
que hablan sobre la crisis climática
pero que no hacen nada al respecto.
Esto ha socavado el legado
y el impacto de estos programas,
pero también nos ofrece
la oportunidad de recuperarlos.
¿Por qué no usar las servidumbres
ecológicas para su propósito original
de establecer y alcanzar objetivos
ambiciosos de conservación?
¿Por qué no crear oportunidades
en zonas de oportunidad?
Porque, fundamentalmente,
la seguridad del agua
requiere responsabilidad.
La responsabilidad no es
que los contaminadores corporativos
patrocinen grupos ambientales y museos.
Esos son conflictos de interés.
(Aplausos)
La responsabilidad es
hacer que el riesgo de responsabilidad
sea demasiado costoso
para continuar contaminando
y desperdiciando nuestra agua.
No podemos seguir conformándonos
con las palabras. Es hora de actuar.
Y qué mejor que comenzar
con nuestros mayores contaminadores,
especialmente el Departamento de Defensa,
financiado por los contribuyentes.
¿A quién y qué protegen si los soldados
estadounidenses, sus familias
y las personas que viven cerca
de las bases de EE.UU. en el extranjero
beben agua tóxica?
La seguridad global ya no puede ir
en contra de la protección del planeta
o de nuestra salud colectiva.
Nuestra supervivencia depende de ello.
De la misma forma, la agricultura
en la mayoría de los países
depende de subsidios
financiados por los contribuyentes
que se pagan a los agricultores
para asegurar y estabilizar
el suministro de alimentos.
Estos incentivos son un punto
de influencia vital para nosotros,
porque la agricultura es responsable
del 70 % del consumo anual de agua.
La escorrentía de fertilizantes
y también de pesticidas
son las dos mayores fuentes
de contaminación del agua.
Reestructuremos estos subsidios
para exigir una mejor eficiencia del agua
y menos contaminación.
(Aplausos)
Finalmente,
no podemos esperar progreso
si no estamos dispuestos a enfrentar
los conflictos de intereses
que suprimen la ciencia,
que socavan la innovación
y que desalientan la transparencia.
Es de interés público el medir y compartir
todo lo que podemos
aprender y descubrir
sobre los riesgos que enfrentamos
con respecto al agua.
La realidad no existe hasta que se mide.
No basta con tecnología para medirla.
Se necesita nuestra voluntad colectiva.
Gracias.
(Aplausos)