Hola.
Este es mi primer viaje,
la primera vez en mi vida que estoy
fuera de los muros de Gaza.
Estoy muy feliz de estar aquí.
(Aplausos)
Mi ambición siempre fue
ser piloto, pilotar un avión,
sentirme libre para
volar y tocar el cielo.
Pero no fue así
simplemente porque vivo
en Gaza, y no hay aeropuerto.
Las fronteras están cerradas
por todos lados.
Vivimos en una de las prisiones
más grandes del mundo.
Lo único que puedo hacer
es mirar el cielo.
Hay días que tenemos
la suerte de tener electricidad
unas cuatro o cinco horas.
Cuando hace frío, encendemos un fuego
delante de las casas o en el techo.
A veces preparamos la comida, también.
Mi trabajo en Gaza es el de
organizar todo para los periodistas
que visitan mi tierra y quieren
contar lo que ocurre en Gaza.
Tuve que ir a la zona fronteriza
muchas mañanas
para recoger periodistas.
Si les pasa algo,
o si el periodista
decide cubrir una noticia
que el gobierno no quiere que cubran,
pueden pasar muchas cosas desagradables.
Ayudar a moverse por mi país
a los periodistas, realizadores,
equipos de reporteros es mi trabajo.
Creo que debo mi éxito profesional
a las relaciones que he entablado
no solo con los periodistas
y los equipos de reporteros
sino también con las comunidades
de la Franja de Gaza.
A estas comunidades que no
quieren contar su historia
nunca las vi como simples historias
o números, sino como a mí,
seres humanos.
He construido muchas relaciones
en más de 10 años.
¿Y saben qué?
Esto me da la oportunidad de tener
acceso a personas e historias
a las que otros no tienen.
En algunas situaciones muy específicas
siento que tengo más peso como mujer.
Muchos periodistas hombres
quieren investigar la adicción
a las drogas en mi país.
El problema empezó con la
construcción del túnel de Gaza.
Durante el bloqueo de Gaza,
los túneles cubrieron
las necesidades básicas del pueblo
como alimento, materiales de
construcción y otras necesidades.
Pero ya no, porque el lado egipcio
las inundó inutilizándolas.
Las drogas eran objeto de contrabando
y muchos jóvenes se engancharon también.
En la tradición de la sociedad palestina,
está prohibido a los hombres ajenos
a la familia entrar en la casa.
Por lo tanto, no hay periodistas hombres
que tengan un visión general del asunto.
Pero yo pude.
Tengo un marido maravilloso,
que me apoya
a pesar de todas las críticas
que recibe de la sociedad.
Está en casa ahora con mis dos hijos,
y yo con el tercero que está en camino.
(Aplausos)
Cuando estoy trabajando,
lo llamo cada dos horas,
y sabe que si no lo hago
tiene que llamar a mi contacto,
el que me da acceso a la historia,
en el que confío.
En una ocasión, en Gaza,
durante el secuestro del periodista
británico Alan Johnston,
una revista estadounidense me pidió
que organizase una reunión con
los secuestradores en Gaza y lo hice.
Al reportero responsable de este artículo
se le pidió que esperase frente
a su hotel, junto conmigo.
Llegaron, nos recogieron en una
furgoneta negra con ventanas negras,
llevaron máscaras todo el día.
y nos llevaron muy lejos, hasta
dejarnos en mitad de un campo.
Se llevaron nuestros teléfonos móviles
e hicimos la entrevista
con el secuestrador allí, fuera.
Tuve mucho miedo aquel día,
es un día que nunca olvidaré.
Así que, ¿por qué hago lo que hago?
Lo hago porque creo que de no hacerlo,
faltaría una gran parte
de la historia de Gaza.
Hay más historias que podría
contar sobre mi país.
Y no todas son negativas.
Amo a mi país, y a pesar de
de las pésimas condiciones
-- el bloqueo, la pobreza,
el desempleo --
hay vida.
Hay personas que tienen un sueño,
y personas increíbles, llenas de energía.
Tenemos música maravillosa
y una gran escuela de música.
Tenemos bailarines parkour que
bailan en los escombros de sus casas.
Y Gaza es el único lugar del mundo árabe
donde los musulmanes y los cristianos
viven en estrecha comunión.
(Aplausos)
Durante la guerra,
para mí, la parte más difícil era
salir de casa temprano por la mañana,
y dejar a mis hijos.
Tomo una foto de ellos todos los días
porque no sé si podré volver a verles.
Ser mediadora y periodista
es algo difícil y peligroso en Gaza.
Pero cuando oigo las explosiones
de las bombas o de los proyectiles,
me dirijo directamente hacia ellos.
Porque quiero ser la primera
en estar allí,
porque estas historias
tienen que contarse.
Cuando mis hijos eran pequeños
y oíamos el estruendo de la guerra,
solía decirles que eran
fuegos artificiales.
Ahora que son mayores, lo entienden.
Tengo pesadillas horribles
debido a todo lo que presencié
durante la guerra,
especialmente los cuerpos sin vida
de los niños pequeños.
Todavía recuerdo una niña
que se llama Hala.
Es la única superviviente de su familia.
Su imagen estará conmigo para siempre.
Nunca la olvidaré.
Es un gran orgullo para mí
estar con Uds. aquí hoy.
Estoy orgullosa de poder contarles
las historias tristes y felices
de este pequeño rincón del mundo, Gaza.
Estoy orgullosa de ser la primera
mediadora que trabaja en Gaza.
Y de que me llamen Sr. Rambo en Gaza.
(Risas)
Espero un día poder contar
las historias de otras mujeres,
esas mujeres increíbles
que conozco en mi país.
Espero un día poder ayudar
a otras mujeres en mi país
a ser mediadoras como yo.
Y, por supuesto, a veces, siento que
ya no puedo seguir con este trabajo
porque simplemente es demasiado para mí.
Pero recuerdo estas palabras:
"No pongas limites a tus desafíos,
desafía tus límites.
No permitas que otros se interpongan
entre ti y tus sueños".
Gracias.
(Aplausos)